112. El (devastado) diario de Jimi

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Evan me siguió hasta la cancha de basquetbol, en donde no había nadie.

Me detuve. Lo observé. Me lloraban los ojos.

— Jimi, por favor, escucha— dijo—. Te juro que no pasó nada. Zac y yo nunca te haríamos eso.
— No lo sé— dije—. Ya no sé nada.
— No, no es como piensas.
— ¿Entonces cómo es?

Me observó.

— No quiero darte excusas pero...
— Yo sí quiero— le dije—. Dame todas las excusas que quieras, es más, hasta inventa algunas o de otra forma no sé cómo superaré el hecho de que Zac casi te besa.

Me miró sorprendido.

— Pero no te besó, ¿Cierto?— dije.
— No, reaccionamos antes de eso— dijo.
— ¿Reaccionamos?— dije.

Nuestros ojos se encontraron.

— No es culpa totalmente de Zac— dijo muy serio—. Yo también traté de besarlo. Pero se suponía que nunca te lo diríamos.
— ¿Qué?— dije—, ¿Planeabas mentirme?
— No, sólo no iba a decirte porque no es importante.
— Pues al parecer para Zac sí es importante— dije enojado—. Al menos él sí quería ser honesto conmigo. O quizá sólo quería destruir mi relación, ya no lo sé.
— Zac es tu amigo, nunca te dañaría— dijo—, ni yo tampoco. Es sólo que es completamente innecesario debatir esto porque no significó nada para mí o para Zac. Quizá él sentía culpa.
— ¿Y que hay de ti? ¿No te sentías culpable?
— No porque nunca traté de engañarte. En verdad no es importante. Sí quería besar a Zac. Traté pero no lo hice. Es muy complicado pero... no es lo que parece.

Sentí un vacío en mi interior.
Quería irme. Simplemente salir huyendo y no regresar.

— Deja que te explique— dijo.

También me sentí muy triste.

— ¿Por qué?— dije al borde de las lágrimas—, ¿Significa que Zac te gusta de alguna manera?

Se acercó y me miró afligido.

— No hay nadie a quien quiera más en este mundo que a ti— dijo.
— ¿Entonces porqué querías besarlo?
— No quería... no conscientemente— dijo.

Lo observé. Ya no quería salir corriendo. Sabía que no era fácil para él.

— No sé qué pensar— dije.
— Escúchame— dijo—. Sé que suena mal pero no es así. Yo jamás te haría eso. Tampoco Zac. Nunca te lastimaríamos.
— Entonces explícame porque querías besarlo.
— Es difícil de explicar. Yo estaba solo y él también.
— Y decidieron hacerse compañía— dije.
— ¡No, para nada!— dijo—, sólo pasábamos por un mal momento y... tú me habías rechazado ese día cuando traté de hablar contigo... no digo que sea tu culpa, sólo que...

Se quedó muy pensativo.

—... Zac parecía la única persona que me entendía y... había hecho tanto por mí y de repente me pareció que... estaba muy solo. Odié verlo así, completamente solo.

Por su cara, parecía en verdad triste por recordar eso.

— No sé si te ha pasado ver que hay veces en las que Zac parece solo aún cuando está rodeado de gente— dijo.

Lo miré. Sabía a qué se refería. Era algo que había visto muchas veces y que me dolía.

— No sé porqué él también trató de besarme— dijo—. Quizá es porque sí está solo. Quizá porque en ese momento no había ninguna cosa a nuestro alrededor además de todos esos problemas. Nos aferramos a lo único bueno que encontramos. Me sentía perdido. Estoy seguro de que él también. Pero reaccionamos antes. Nunca te haríamos eso.

Parecía honesto.

— En verdad lo siento— dijo.
— Lo entiendo— dije resignado.
— ¿En verdad?

Me senté. Él a mi lado.

— Siento que Zac nos oculta algo— dije—. Algo importante. Pero no lo dice.
— Él nunca dice nada— dijo—. Siempre sufre en silencio. Pero no esa vez. Él me había dicho cómo se sentía y nunca antes habíamos estado tan cerca. Sé que no es pretexto pero me alegró que confiara en mí. Sólo quería ayudarlo. Es una buena persona.

Miré mis zapatos.

— Yo también quiero ayudarlo— dije.
— Entonces no lo culpes— dijo—. Sólo estaba muy confundido.
— Al menos iba a decirme— dije—. Eso demuestra que es bueno.
— No es como si no quisiera decirte— dijo—. Eso sólo causa problemas. Ya los está causando y no había ninguna razón.
— Zac sí tenía una— dije.

Nos observamos.

— ¿Qué tratas de decir?— dijo—, ¿Crees que Zac trataba de crearnos problemas?
— No, él no es así... no intencionalmente— dije.
— Ya lo sé pero... es que no lo entiendo.
— Bien, lo principal es no entrar en pánico— dije—. Ya antes nos separamos por cosas que no hablamos. Hay que cambiar eso.
— Pero sigues enojado— dijo.
— Una parte de mí sí. Imposible no estarlo, acabo de descubrir que mientras tú y yo estábamos separados, Zac y tú quisieron besarse.

Él me observó preocupado.

— ¡Oh no, dicho así en verdad parecemos unos traidores!— dijo.
— Yo no diría que traidores.
— ¡Como Darth Vader!
— Evan, cálmate— dije.
— ¡Como Judas con Jesús!
— Wow, eso sí es extremo— dije—. Y no, no me siento traicionado. Tal vez perdí el control pero... no hicieron nada malo. No sólo ustedes. Se sentían muy presionados y lo entiendo. Debí estar con ustedes. Debo estarlo ahora. Sé que a Zac le preocupa algo y aunque no quiera decirlo, voy a apoyarlo.

Evan me observó muy sorprendido.

— ¡Eres tan maduro!— dijo.
— No realmente— dije—. Me porté mal con Zac. Pero voy a solucionarlo. Voy a arreglar todo.
— Y yo te voy a ayudar— dijo feliz.

Me sonrió. Le regresé la sonrisa.

Fuimos a clases. Pensé que hablaría con Zac en la salida. Me sentí tentado a escribirle un mensaje pero imaginé que hablar en persona era mejor.

Cuando al salir lo busqué, no estaba. Jason dijo que Jill había ido por él. Entonces me sentí más culpable aún.

— No te preocupes, yo hablaré con él— dijo Evan.
— Iré contigo— dije.

Pasamos por mi casa y luego nos dirigimos a la de Zac. Evan prácticamente ya vivía ahí así que tenía una copia de las llaves. Entramos. Jill estaba en la sala, leyendo unas revistas. Al vernos se levantó.

— Hola— dijo, me observó—. Jimi, un placer verte aquí de nuevo. ¿Te encuentras mejor? Zac dijo que sufriste una caída hace poco.

Realmente era difícil decir eso.

— Estoy bien, gracias— dije.
— ¿Te lastimaste mucho?— preguntó.
— No, casi no. Además, todas mis heridas ya cicatrizaron— dije.
— Qué bien. Pero mucho cuidado, podrían abrirse— dijo ella.

Lo sabía perfectamente. Ya hasta había perdido la cuenta de todas las veces en las que dolían. No las heridas. Por dentro mis cicatrices no hacían más que abrirse una y otra vez. Y surgían preguntas. Y aparecían recuerdos. Todo perdía el sentido pero también lo encontraba.

— Tendré cuidado— dije.
— ¿Y Zac? ¿Está en su habitación?— preguntó Evan.
— No, acaba de irse— dijo ella.
— ¿A donde?— pregunté.
— Con su abuelo.  Va a quedarse ahí unos días.
— ¿Se fue?— dije asombrado.

Evan y yo nos observamos incrédulos.

Problemas de PasilloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora