34. El extraño diario de Zac

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Después de un rato, Evan y Jimi salieron. Los observé caminar hasta nosotros.
Corrí hacia ellos.

— ¡Zac, detente!— me dijo Laura.

Me acerqué a ellos rápidamente. Evan parecía sorprendido de verme ahí.

— ¡Zac, qué bueno verte aquí!— dijo él.
— ¡No es bueno!— dije y me lancé contra él.

Curiosamente pensaba que iba a derribarlo, pero él era más fuerte de lo que pensaba y logró soportarlo.

— ¿Cómo te atreves a llevarte a Jimi sin decir nada?— le grité—, ¡Siente mi ira!

Empecé a empujarlo.

— Zac, detente— dijo Evan mientras trataba de sujetar mis manos.
— ¡Zac, no hagas eso!— dijo Jimi preocupado.
— ¡Tú no digas nada!— le dije—, ¿Tienes idea de lo preocupado que estaba?

Jason se acercó para intentar separarnos.

— ¡Zac, deja de pelear conmigo!— dijo Evan, que no dejaba de tratar de detenerme.
— ¡Nunca!— dije—, ¡Porque eres un tonto!
— ¡Zac, basta ya!— dijo la profesora.

Entre todos me separaron de Evan.

— ¿Qué te pasa?— me dijo Evan enojado.
— ¿Qué te pasa a ti?— le dije—, ¿Por qué estás huyendo?
— ¡Tú también huyes!— me señaló.
— ¡Pues sí porque soy un idiota que no sabe manejar las cosas porque casi nunca las entiendo pero creí que tú eras mejor que yo!— le grité.

Silencio. Todos me miraban. Yo sólo pude observar a Evan. Él miró el suelo.

— No soy mejor que nadie, probablemente— dijo—. Sólo tuve que alterarme un poco para estar a punto de abandonar la ciudad. Ni siquiera merezco que ustedes estén aquí en este momento.
— Claro que no nos mereces— le dije—. Nos has tratado de ocultar muchas cosas y no fuiste honesto con Jimi aún cuando él siempre lo es contigo. Además, has hecho sentir a tus padres que los odias aún cuando ellos te quieren sin pedirte nada a cambio. Y lo que es peor, sigues atrapado en cosas que debiste abandonar hace mucho.
— Si crees que soy terrible, ¿Por qué sigues aquí?— me dijo enojado.
— ¡Porque creo que puedes ser mejor, tonto!— le dije—, ¿Por qué otra razón estaríamos aquí todos nosotros si no creyéramos que puedes solucionar las cosas?

La cara de Evan se puso roja mientras su expresión cambiaba. ¿Iba a llorar?
Se llevó las manos a la cara. En verdad estaba llorando.

Oh por dios, había hecho llorar a Evan.

Jimi se acercó a abrazarlo.

— ¿Qué hice mal?— pregunté.
— Nada— dijo Jason—. Todo ha salido perfecto.
— Evan está llorando— dije—, y muy contrario a lo que pensaba, no lo estoy disfrutando.
— Pero está feliz— dijo Lucille—. Evan no llora tan fácilmente.

Laura se acercó a ellos y los abrazó. Después de un rato, se separaron. Evan se limpió la cara con las mangas de su abrigo.
Lo observé. Su cara aún estaba roja. Entonces pensé que se veía adorable. Evan sufriendo era adorable.
Luego me recriminé por pensar eso.

— No me disculparé por ser cruel— le dije—. Así soy y nunca cambiaré.

Entonces él me abrazó. Me tomó por sorpresa.
Observé a Jimi. Él parecía feliz. De hecho, todos lo parecían. No entendía porqué.

— Te preocupas por mí— dijo Evan—, eso me hace muy feliz.
— Me preocupo por todos— dije—. Tengo tendencias naturales a preocuparme por otros. Creo que en mi vida pasada debí ser algún religioso.

Él se separó de mí. Me observó.

— ¿Yo qué debí ser en mi vida pasada?— preguntó.
— Un cachorrito— dije.
— ¡Me encantan los cachorritos!— dijo, parecía ser el de antes.
— Yo definitivamente no fui psicóloga en mi vida pasada, de eso estoy segura— dijo Laura—. Soy la persona más equivocada del mundo.
— No siempre estás equivocada— le dijo Jason.

Ambos se observaron. Parecían hablar con sus miradas. ¿Había pasado algo?

— Entonces yo no fui la mejor prima en mi vida pasada porque tampoco lo soy ahora— dijo Lucille—. Evan, lamento obligarte a hablar de algo que no querías.

Evan se acercó a ella y la abrazó. Luego se separó un poco y la observó.

— Sé que sólo querías ayudarme— le dijo.
— No debí actuar sin decirte— le dijo ella.
— Estoy bien ahora— dijo—. Creo que sé qué debo hacer. Así que gracias por preocuparte por mí.
— Nada de “gracias“— dije—. Ya agradecerás todo lo que quieras cuando esto termine.
— ¿Esto?— preguntó Laura.
— Evan no sabe ser un buen hijo adoptivo— dije—. Por suerte yo sí. Te enseñaré. Seguiremos el manual para ser el mejor hijo adoptivo del mundo.
— ¿Eso existe?— me preguntó.
— Lo acabo de inventar, existe ahora— dije—. Seguiremos una serie de sencillos pasos y cuando te gradues, serás el mejor hijo y hermano del mundo.
— No lo sé— dijo él.
— Será divertido— dijo Jimi—. Te ayudaremos.

Evan pareció aceptar que eso pasaría.

— Tengo una duda acerca de ese manual— dijo la profesora—, ¿Cuál es el primer paso?
— Muy sencillo— dije—, es aceptar la razón por la que eres un hijo adoptado. En caso de Evan es...

Ni yo era tan cruel como para hablar de la madre de Evan así nada más.

— Lo sé— dijo él—. Sé qué debo hacer. Jimi me estaba ayudando en eso.
— Hablamos un rato— dijo Jimi.

Pensé en lo genial que era Jimi. Sabía que eso era lo que debía hacer Evan.

— Te escucharemos— dije—. No ahora si no quieres. Cuando quieras. Sólo habla. No sé lo que es perder a alguien que quieres mucho pero sé que duele. En eso sí puedo ayudarte, sé lo que es el dolor. Sé que las cosas malas nunca se terminan de olvidar del todo. Y que regresan en los peores momentos. Pero también sé que nada es absolutamente malo. También hay cosas bellas que merecen ser recordadas. Quizá un día, no sé cuándo, te despiertes en la mañana y pienses en tu madre pero ya no será lo mismo de antes. Ya no pensarás en lo mal que te sentiste por todo este tiempo. Recordarás los momentos felices. Porque esos son los que valen la pena. Entonces y sólo entonces sabrás que ya has superado esa situación. Y puede que no signifique la gran cosa pero... estaremos contigo en todo momento.

Evan me observó. Sonrió.

— ¿En verdad?— dijo.
— Te lo prometo— le dije.

Problemas de PasilloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora