191. El extraño diario de Zac

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Por primera vez en mi vida entendí porque Evan se veía muy idiota cuando llegaba a mi casa luego de estar toda una tarde en casa con Jimi. Se embriagaba con amor. Por eso nada parecía importarle. Entendía porqué lo hacía: nada se sentía mejor que estar total y absolutamente envuelto en amor.

Miré a Will y le sonreí. Nunca me había sentido más feliz en toda mi vida. Nunca.
Escuché unos pasos. Reaccioné y volví a la realidad. Estaba en un pasillo en un hospital. Miré hacia el extremo del pasillo. Apareció Madie. Nos observó. Llevaba su ropa de médico. Entendí que había ido a cambiarse. Parecía muy sorprendida por vernos en el suelo pero sobre todo por vernos juntos.

— De acuerdo, esto es raro— dijo ella.

No pude decir nada. De hecho mis piernas aún se sentían entumecidas. No tenía nada para decirle a ella. Ni siquiera recordaba que estaba ahí pero agradecía que fuera ella la que me encontrara en lugar de otra persona.

— ¿No deberías estar en la boda de tus padres?— me dijo ella.

Lo recordé. Se me pasó por completo. Cuando supe qué sentía no me importó nada más.

— Lo olvidé— dije decepcionado.
— Pues vuelve antes de que se den cuenta que desapareciste— dijo ella—. Mejor dicho, vuelvan ambos.

La miré sorprendido. Will también parecía asombrado.

— Tranquilo, yo te cubro— dijo ella con una sonrisa.

Caminó hacia nosotros. Tomó la bata de Will que debió caerse de sus brazos cuando se acercó a mí para detenerme.

— Diviértanse en la fiesta— dijo ella.

Siguió su camino hasta desaparecer en el extremo del pasillo. Entendí que ella dedujo lo que pasaba. Y esa había sido una oportunidad. Lo que significaba una sóla cosa: podía llevarme a Will.

Y eso era lo que iba a hacer. Ya le agradecería a Madie después.

— ¡Tenemos que irnos!— le dije a Will mientras me levantaba.

Me asombró que mis piernas pudieran moverse otra vez.

— ¡Vamos, ahora!— le dije.

Tomé su mano y corrí sin mirar atrás. No había tiempo para esperar el ascensor. Bajamos por las escaleras. No me detuve. Sentía el calor de su mano y eso era suficiente para mí. Llegamos al primer piso. Habían muchas personas ahí. No me importó que nos vieran irnos juntos de la mano. Sólo necesitaba regresar a casa. Salimos del edificio. No conocía bien la zona pero sabía qué hacer: buscar un taxi.

Justo uno iba pasando por la calle. Lo detuve. Miré por la ventanilla. Era el mismo sujeto del otro taxi. Porque lo que ese era el mismo taxi en el que me fui.
El taxista y yo nos observamos incrédulos.

— ¿Otra vez usted?— le dije.

Él miró mi mano, que sostenía la de Will. Sí, debía ser raro que yo sostuviera la mano de otro chico. Sobre todo después de que le dije a ese hombre que estaba en camino para recuperar al amor de mi vida.

— ¡No me juzgue, yo no le digo cómo vivir su vida!— le dije.
— ¡De acuerdo, sólo suban!— dijo él.

Abrí la puerta. Solté la mano de Will y fue raro porque no quería hacerlo. Entró y yo también. Se veía un poco confundido. Quería explicarle muchas cosas pero era mejor hacerlo cuando estuviéramos solos. Cerré la puerta.
Le di instrucciones al sujeto. Él no podía dejar de vernos. Lo fulminé con la mirada.

— ¡Sólo conduzca y no diga nada!— le dije—, ¡Y no me mire o le descontaré dinero!
— ¡No estoy mirando!— dijo—, ¡Y no es un crímen mirar!
— ¡Claro que sí porque me está juzgando!
— ¡No es cierto! Sólo admiro tu determinación— dijo él—, una parte de mí no creyó que fueras a lograr nada, parecías muy inestable.
— De acuerdo, empezaré a quitarle dinero— le dije.
— ¡No, ya no diré nada!— dijo él.

Problemas de PasilloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora