170. El diario de Jimi (y un ardiente rojo)

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Llegué a la casa de Will. Antes había pasado a dejar mis cosas y a cambiarme de ropa. Pensé que Will no estaría ahí pero vi su auto afuera.
Presioné el timbre. Él abrió. Me sorprendió verlo sin bata de doctor. Me había acostumbrado a verlo así porque siempre que lo visitaba estaba en su trabajo.

— Jimi, hola— dijo—, ¿Y Evan?
— Dibujó a un tiburón comiéndose al profesor de cálculo y al parecer ese maestro no aprecia las habilidades artísticas de Evan— dije—. Así que sólo estaré yo.
— Bueno, entonces entra. Hace frío. Ya quiero que termine el invierno— dijo—. Hablando de eso, encontré tus zapatos y los pantalones de Evan pero no tu abrigo.

Entré.

— ¿No estaba con las demás cosas?— dije.
— No, busqué un poco pero no hay nada— dijo.
— ¿Ya llevas un tiempo aquí tu solo?— le pregunté.
— Hoy es mi día libre y quería limpiar y acomodar algunas cosas que movimos por la fiesta— dijo él—. Lucille, George, Madie y Laura me ayudaron a recoger el desastre que quedó al final de la fiesta pero aún hay cosas que por cuestiones de tiempo no acomodé.

Miré alrededor. Los muebles estaban cubiertos con sábanas blancas. Todo se veía vacío y sin vida.
Cuando Will vivía ahí la casa parecía menos gris.

— No debe ser lindo estar solo en un lugar tan grande— dije.
— Me gusta estar solo— dijo él—. Antes solía odiarlo pero ahora lo encuentro muy relajante. No siempre, pero aprecio los momentos en los que puedo estar conmigo mismo.
— Sí, es extrañamente terapéutico— dije.

Lo observé. Quizá era porque no había visto a Will tan de cerca pero me pareció diferente. No sólo su cabello era más corto, si no que tenía una expresión melancólica que no había visto antes.

— Probablemente tu abrigo se encuentre en mi habitación— dijo Will pensativo—. Le dije a George que llevara todo lo que fuera ropa ahí.
— Qué bien— dije.
— No, mi habitación es un desastre.
— Qué mal— dije—. Pero podemos limpiarla.

Subimos las escaleras. Entramos. Había mucho silencio.

— ¿Qué pasó aquí?— dije cuando vi el desastre—, ¿Trataron de robarte?
— El otro día estaba buscando una corbata— dijo—. Así que moví todo.
— ¿La encontraste?
— No.

Nos observamos.

— Pues hay que buscarla— dije—. Y yo sé cómo podemos hacerlo más rápido.

Minutos más tarde, él y yo estábamos limpiando y organizando mientras cantábamos canciones de Taylor Swift.

— ¿Por qué nunca hicimos esto antes?— le dije mientras la música estaba muy alta.
— ¡No lo sé pero es divertido!— dijo feliz.

Seguramente si alguien nos veía iba a decir que estábamos locos pero hacía mucho que no me divertía tanto.

— ¡Jimi, ven, saltemos en la cama!— dijo.

Me ofreció su mano. La tomé. Sonaba Holy Ground de fondo. Saltamos mientras cantábamos.
Curiosamente él se sabía la canción al igual que yo.

— ¿Haces esto con Evan?— me preguntó.
— No, a él no le gusta esta música— dije—. Acepta que es buena pero no es su estilo.
— ¿Ni siquiera salta contigo?
— Bueno, nunca se me había ocurrido hacerlo— dije.
— Deberían de hacerlo— dijo.

La canción terminó. Nos sentamos. Me sentía agotado, pero feliz.

— Creo esto es más que todo el ejercicio que he hecho en mi vida— dije.
— También yo— dijo él.

Problemas de PasilloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora