143. El diario de Laura

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Estaba lloviendo esa tarde mientras yo estaba en la habitación de Jason. Se suponía que ese día visitaría a Will pero hacía demasiado frío como para salir. Así que atravesé la calle y subí por el árbol hasta la ventana. Jason estaba acomodando sus cd's y me encantaba ayudarlo. Además, solía prestarme música.

— Necesito caramelos— le dije.
— Ya te acabaste todos, no puedo creer que quieras más— dijo.
— Quiero endulzarme la vida— dije—. Tú deberías hacer lo mismo.

Sonó mi teléfono. Lo tomé del bolso de mi abrigo. Era Jill.

— Hola— le dije—, si hablas por el retraso de las invitaciones déjame te digo que es porque tenían un pequeño error ortográfico pero ya lo solucioné. Aunque tardarán unos días más.
— No, no te llamaba por eso aunque es bueno saberlo— dijo ella.
— ¿Entonces?
— ¿Has visto a Zac el día de hoy?

Instintivamente miré a Jason.

— ¿Zac?— dije incrédula.
— ¿No ha ido a verte? Quizá podría estar con Jason— dijo ella.
— No, yo estoy con Jason ahora— dije—. Zac no está aquí. ¿Porqué no está en su casa?

Jason se acercó a mí.

— En realidad no lo sé— dijo ella—. Estaba con Lucille pero salió huyendo... y está lloviendo mucho...

Ella sonaba muy preocupada.

— ¿Lucille está contigo?— dije.
— Sí, le pasaré el teléfono.

Puse el mío en altavoz para que Jason pudiera escuchar.

— ¿Laura?— dijo ella.
— Soy yo y Jason también puede escucharte— le dije.
— Menos mal— dijo ella—. Necesito que me ayuden. Creo que lo arruiné todo. Zac salió huyendo y no es para menos. Me emocioné de más y lo asusté. Ahora no sé en dónde está.
— ¿Ya llamaste a Jimi?— dijo Jason.
— Sí, Evan ha estado con él todo el día y lo vieron en la mañana nada más. En verdad me siento muy mal por eso— dijo ella, se escuchaba triste.
— ¿No contesta su teléfono?— dije.
— Lo olvidó en su abrigo que olvidó en mi casa— dijo ella.
— ¿No viste para dónde se fue?— dijo Jason.
— No, sólo salió corriendo— dijo ella.
— Debe estar refugiándose de la lluvia por ahí— dijo Jason—. Creo que deberíamos buscarlo por las calles.

Por suerte Jason parecía menos estresado por eso. Lucille dijo que iría por nosotros. Cuando estuvo afuera de la casa de Jason, él y yo bajamos para irnos. La mamá de Jason me observó bajar las escaleras.

— ¿Laura?— me dijo—, ¿Estabas aquí? ¿En qué momento subiste?
— Hace poco— dije—. Creo que usted no se dio cuenta.
— Mamá, regreso al rato— le dijo Jason.

Ambos salimos. La mamá de Jason nos siguió y parecía muy confundida.
Me despedí de ella y rápidamente subimos al auto de Lucille.

— ¿Por qué llueve mucho?— dije.
— Y la lluvia está muy fría— dijo Lucille—. Hace un rato granizó un poco.
— Entonces hay que encontrar a Zac antes de que se congele— dijo Jason.

Fui a casa de Jill.
Evan y Jimi estaban ahí.

— Hola Evan— le dije—. Hola Jimi esponjoso.

Jimi, que traía su abrigo enorme, me saludó.

— ¿Qué hacen aquí?— nos preguntó Evan.
— Lucille nos trajo— dije—. La ayudaremos a buscar a Zac.
— A nosotros nos trajo mi papá— dijo Jimi—. Aunque no le dije que veníamos porque queremos ayudar a buscar a Zac. Posiblemente iba a alterarse.

Jill se acercó. Parecía muy preocupada.

— Mi pobrecito Zac debe estar muerto de frío y de miedo— dijo ella.
— No, probablemente debe estar muy enojado— dijo Jason.
— No te preocupes, lo encontraremos— le dijo Lucille.
— Necesitamos otro auto— dijo Evan—. Así cubriremos más calles.

Tuve una idea. Una muy buena.

— Déjenmelo a mí— dije.

Unos minutos después, Madie llegó.
Entró a la casa.

— Llueve horrible— dijo ella—. Siento pena por los pobres diablos que quedaron atrapados en alguna calle.

Jill entró en pánico. Lucille la abrazó.

— ¿Qué, dije algo malo?— dijo Madie.
— Necesitamos tu ayuda— le dije.
— ¿Más?— dijo ella—, pero si apenas estoy regresando luego de ir a visitar al florista. Es tonto que use mi día libre para revisar qué flores son más bonitas. La verdad ser dama de honor es estresante.
— No es sobre la boda— dije—. Necesitamos que nos ayudes a buscar a Zac.
— ¿Zac?— dijo ella.

Lucille le explicó que salió corriendo de su casa y que nadie sabe en dónde está. Con la lluvia posiblemente debía estar atrapado en algún sitio. Por suerte ese día yo le había encargado a Madie que fuera a revisar si las flores que se usarían para la boda eran las correctas (porque no quería más errores como con las invitaciones), así que por eso ella estaba por la zona.

— ¿Y qué le dijiste a ese niño que lo desestabilizó tanto que salió huyendo?— le preguntó Madie a Lucille.
— Nada que no fuera verdad— dijo ella.
— Pues sí pero sabes que Zac es malo manejando verdades— dijo Madie.
— Ya lo sé, no lo pensé bien—dijo ella.
— Hay que apresurarnos o lo encontraremos congelado— dijo Evan.

Nos dividimos. Jason iría con Lucille, Evan y Jimi con Jill y yo con Madie.
Lo buscaríamos en las calles cercanas a la casa de Lucille. Con ayuda de un mapa, nos dividimos.

Madie recorrió algunas calles pero no lo vimos. Yo trataba de ser muy observadora.

— Iré algunas calles más lejos de lo que acordamos— dijo ella—. Podría estar por ahí.
— No lo creo, ¿Por qué se iría tan lejos?— dije.
— Porque es tonto— dijo ella—. Sólo alguien así sale corriendo con unas nubes tan amenazantes.
— Zac no es tonto— dije—. Es una de las personas más inteligentes que conozco.
— Claro, y por eso ahora lo estamos buscando— dijo ella.
— Algo debió pasar como para que saliera corriendo— dije.
— Quizá mi teoría del parásito que habita en él resultó ser cierta.
— Madie, no eres graciosa— le dije.
— Claro que sí— dijo ella.

Recorrió un par de calles más. Hasta que vi algo que me resultó muy familiar. Era una bola color azul pastel. Reconocería esa tela en cualquier parte.

— Eso se parece a los vestidos de dama de honor que vamos a usar en la boda de Jill— dije.
— Sí pero... ¿Qué eso que está debajo del vestido?— dijo Madie.

Estaba en una tienda que tenía estacionamiento por la parte de enfrente y por lo mismo estaba cubierto así que la lluvia no llegaba a donde estaba el vestido. Habían varias personas refugiándose de la lluvia ahí.
Observé con más cuidado.

— ¡Es Zac!— dije—, ¡Está sentado en el suelo mientras se cubre con el vestido!
— ¿Porqué tiene un vestido?— preguntó Madie.
— Qué importa, sólo acerca el auto lo suficiente para que pueda salir por Zac— dije.

Ella estacionó el auto. Salimos. Hacía mucho frío. Me acerqué a Zac.
Estaba sentado en el suelo, abrazando el vestido que era lo suficientemente esponjoso como para cubrir su cara. Toqué su cabeza. Reaccionó rápidamente y me observó.

— ¿Laura?— dijo él.
— ¿Qué haces aquí?— dije.
— ¿Y por qué tienes ese vestido?— dijo Madie.

Miré a Madie con enojo.

— Por favor, sé que también quieres saber eso— me dijo ella.

Problemas de PasilloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora