176. El diario de Laura

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Evité a Jason el resto de la semana. No quería que se diera cuenta de que le dije ciertas cosas a Will. Pero todo parecía funcionar de algún modo. Cuando iba a casa de Zac y hablaba con él, le pedía que me contara sobre Will. Lo hacía y todos eran bellos recuerdos. Hablaba de él como cuando se le cuenta a alguien de su ser amado.

Porque para ese entonces yo ya estaba total y absolutamente segura de que Zac sentía algo. No sabía hasta qué punto sus sentimientos eran comparables a los de Will, que estaba enamorado de él, pero me bastaba con que le correspondiera.

Me sentía feliz. Organizaba la boda de Jill, trataba de dar todo de mí en la escuela, evitaba a Jason, conspiraba para que Zac y Will volvieran y organizaba el próximo evento del consejo estudiantil. Yo me sentía alegre pero mi cuerpo se sentía cansado. Así que naturalmente, casi me desmayo a medio pasillo.
Por suerte en ese momento iba con Evan y Jimi. Ellos me llevaron a la enfermería. Lucille me regañó por no cuidar de mí misma y presionarme mucho. Intuí que ella también estaba en ese juego, de mi bando. Si Zac pensaba ciertas cosas seguramente era gracias a ella.

Mamá fue por mí. Estaba muy preocupada. Ella era una dulce y alegre señora que solía dejarme caramelos debajo de mi almohada para que no tuviera pesadillas. Aún cuando ya era muy mayor. Confiaba en mí y por eso me daba mucho espacio pero esa vez se enfureció mucho por verme tan cansada. Le dijo a mi papá, que era alguien que se alteraba fácilmente como yo. Así que él llegó rápidamente a verme.

— Papá, sólo necesito descansar— le dije.
— Princesa, no te ves bien— me dijo—. Odio verte así.
— Qué bueno porque no tienes que hacerlo— le dije—. Ve a tu trabajo. El papá de Zac y futuro alcalde de esta ciudad te necesita.
— Pero no quiero dejarte— dijo.
— Cuando vuelvas por la tarde seguiré aquí— le dije—. Además, tú siempre me dices que debo hacerme responsable de mis obligaciones. Tu trabajo es tu obligación.
— Princesa, estoy tan orgulloso de ti— dijo.

Me dio un beso en la frente y se fue. Pensé que ese sería el único hombre preocupado que vería pero no, por la tarde Evan, Jimi, Jason y Zac fueron a visitarme.

— Tu habitación es demasiado rosa— dijo Evan.
— Adoro tus osos de peluche— dijo Jimi.
— A mí me asustan, ¿No te preocupa que puedan cobrar vida en la noche?— dijo Evan.
— Zac ya me dijo que eso es posible— dije.
— En algún universo paralelo lo es— dijo Zac.

Yo estaba acostada en mi cama. Ellos seguían inspeccionando mi habitación. Mientras Jimi y Evan seguían atentos a mis juguetes, Zac miraba de vez en cuando la foto sobre mi buró. Jason me observaba a mí y eso me ponía nerviosa.

— Laura, no te preocupes— dijo Zac—. Reorganicé algunas cosas para que no sean una carga para ti.
— ¿Qué hiciste?— pregunté.
— Pasé parte de tus tareas en el consejo estudiantil para otro miembro— dijo.
— Harry se va a enojar cuando lo sepa— dije.
— ¿Cómo sabes que es Harry?— preguntó.
— Siempre tratas mal a Harry— dije—. Le dejas que haga todo cuando tú no puedes hacerlo y generalmente le das las peores tareas.
— Hay algo en ese rubio que no me gusta— dijo él—. Además, es bueno manejando todo tipo de cosas. Por otro lado, hice que Lucille se dedique a gritarle a la gente por ti. La boda ya no debería preocuparte.
— ¿Y lo está haciendo bien?— pregunté.
— Claro, ya hasta parece tan estresada como tú— dijo él.

Evan y Jimi se acercaron.

— Jimi y yo iremos a comprar dulces— dijo Evan.
— Yo voy con ustedes— dijo Zac.
— ¿Por qué?— le preguntó Evan.
— Porque ustedes tienen muy mal gusto en cuestión de dulces— dijo Zac.

Sentí que el mundo se me venía encima. Me dejarían sola con Jason. Y él ya tenía cara de sospechar cosas.

— ¡Iré con ustedes también!— dije.
— ¿Bromeas?— dijo Zac—, debes descansar.
— Quiero elegir dulces— mentí.
— Tranquila, sé lo que te gusta— dijo Jimi—. Quédate aquí y descansa. Jason cuidará de ti.

Se fueron y no pude detenerlos. Cuando nos quedamos solos, me cubrí la cabeza con las sábanas.

— Laura, ¿Qué haces?— preguntó él.
— Me protejo de tus poderes psíquicos— dije.
— No sabía que tenía tales habilidades.
— Claro que lo sabes.

Él me destapó de un sólo movimiento. Lo observé. Y él me miró.

— Sabía que me estabas evitando— dijo.
— ¡Tenía razón, sí tienes poderes psíquicos!— dije.
— Realmente sólo alguien despistado no se daría cuenta de que me estabas evitando.
— Sólo tú lo descubriste— dije.
— Por eso— dijo—. Así que habla ahora o calla para siempre.

Lo observé. Tomé las sábanas otra vez y me oculté.

— Laura, no soy un fantasma— dijo él—. Soy inmune a las sábanas.
— ¿Los fantasmas no pueden contra las sábanas?
— Evan cree que no— dijo él.
— Pero Evan también cree que los pingüinos pueden volar cuando nadie los está viendo— dije.
— Deberíamos dejar de escuchar a Evan— dijo él—. Así que te escucharé a ti ahora.
— ¿Prometes no enojarte?
— Jamás podría enojarme contigo— dijo.
— Además estoy enferma— dije—. No puedes enojarte con los enfermos, es como una ley federal.
— Bien, prometo no enojarme.

Me descubrí la cara. Lo observé.

— Bien— comencé—, el otro día cuando estaba con Will yo... le dije algo que quizá no debía decirle pero en mi defensa él estaba empezando a deformar las cosas y...
— ¿Qué le contaste?— me interrumpió.

Decidí que no tenía caso divagar al respecto, con Jason no funcionaría.

— Le dije que le gusta a Zac— admití.
— ¿Qué?— dijo.
— ¡Prometiste no enojarte!— dije.
— ¿Cómo pudiste decirle eso?— dijo.
— Está bien, él no lo pudo creer— dije.
— Laura, ni siquiera sabemos los sentimientos de Zac— dijo.
— ¡Nosotros sí los sabemos, es él quien nunca entiende nada! De todas formas no importa porque Will no me creyó— dije desanimada—. Aún cuando es cierto. Él cree que lo mejor es no recuperar su amistad con Zac. Piensa que ya no hay forma de que él y Zac vuelvan a tener algo. Tampoco quiere arriesgarse a hablar las cosas por temor a perderlo para siempre.
— No me sorprende que piense así— dijo él—. Ya han pasado varios meses.
— ¡Pero no es cierto!— dije—, ¡Los dos sienten cosas por el otro, yo lo sé! ¡He pasado mucho tiempo con ambos y no hay forma de que no puedan solucionar esto!
— Si ellos no quieren entonces no importa qué pensemos los demás— dijo.
— ¡No podemos dejar que eso pase!

Él me observó.

— Tranquila— dijo—. Tú sólo relájate.
— ¿Tienes un plan?— pregunté.
— Laura, siempre lo he tenido— dijo mientras sonreía—. Desde que descubrí que Zac podría sentir algo.
— ¿Desde año nuevo?— dije.
— No, desde antes, mucho antes.
— ¿Qué tanto?— pregunté.
— Desde el campamento— dijo él.

Me quedé mirándolo como tonta. En ese entonces aún no había ocurrido nada. Pero él ya tenía un plan. ¿Significaba que sospechaba qué podría pasar? De repente todo empezó a tener sentido. Pasaron cosas muy raras y malas pero él nunca se preocupó. ¿Y si ya había previsto todo?

— No sé si alabarte cual dios o golpearte en la cara— dije—. ¿Sabías qué pasaría y no me dijiste?
— Laura, nadie puede saber nunca qué pasará en la vida— dijo.
— Tú sí— dije—. Y no me contaste nada.
— Las cosas no salieron totalmente como creí que pasarían— dijo él.
— ¿Qué porcentaje de tus previsiones sí se cumplió?
— Como el 80%— dijo.

No podía dejar de mirarlo.

— ¿Y qué va a pasar ahora?— dije.
— Lo que inevitablemente tiene que pasar— dijo él—. Pero no te diré.
— ¿Por qué? Estoy enferma, debes tenerme consideración.
— Podrías interferir y no necesito eso— dijo él—. Esa es la razón por la que yo mismo no actuo. Podría alterar el resultado.
— Pero ya he interferido mucho— dije.
— Sí pero eso está previsto— dijo él—. Te conozco y sería un tonto si no hubiera pensado que harías algo al respecto.
— ¡En verdad tienes poderes psíquicos!— dije.
— No, te juro que no— dijo—. Así que sé una buena niña y deja que todo fluya.
— ¿Qué debo hacer?— dije—. No quiero estropear tus planes.

Él lo pensó.

— Laura, tú siempre sabes qué hacer aunque nadie te lo diga— dijo él—. Sólo sé tú. Es todo lo que necesito.

Problemas de PasilloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora