149. El diario de Jimi (en navidad)

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Para navidad los padres de Evan habían organizado una cena benéfica para apoyar una fundación. Evan lógicamente iba a estar ahí... y me invitó. Al principio me entusiasmaba la idea de ir a un evento con Evan y hasta me la pasaba fantaseando con eso. Es decir, yo salía con Evan y sus padres estaban de acuerdo con eso. Sonaba demasiado bueno, pero era real.
Entonces todos los demás rechazaron la invitación y empecé a sentirme ansioso. Zac no podía ir porque aún estaba en recuperación. Laura tenía que planear la boda de Jill junto a las demás damas de honor, Jason pasaría las festividades en casa con su familia y Will tenía mucho trabajo.

En conclusión, sólo seríamos nosotros dos y eso daba miedo.
Pero no podía decir nada. Era un momento importante para Evan, sería la primera vez que iría a un evento con sus padres adoptivos.
Además, mi mamá estaba emocionada.

— Jimi, no te muevas— me dijo ella mientras me ayudaba a acomodarme la corbata.
— Lo siento, estoy nervioso— dije.
— No tienes porqué estarlo. Evan estará contigo— dijo ella.

Ella tenía razón. Sólo serían unas horas y Evan estaría conmigo en todo momento. Además sus padres habían dicho que sólo serían unos cuántos invitados.

Evan llegó. Al parecer su padre había enviado a su chofer para que nos llevara. Salí de mi casa. Evan salió del auto. Me quedé mirándolo como tonto.

— Hola Jimi— dijo—, adivina en qué estoy... ¿Estás bien?

No, imposible estarlo. Él se veía increíble. Llevaba un esmoquin negro que parecía hecho a su medida y se había peinado.

— No sabía que podías verte así— le dije aún sorprendido.
— Luz me ayudó a peinarme— dijo feliz—. Me dolió, ella es terrible en eso. Pero dijo que en mi próximo cumpleaños me regalaría un corte de cabello gratis. ¿Crees que lo necesito? Porque...

Dejé de ponerle atención a lo que decía. Ese traje era perfecto. Pensé que con todas esas cosas que pasaron se me olvidó lo perfecto que podía ser Evan.

— Jimi, mis ojos están aquí— me dijo.

Lo miré.

— Lo siento— le dije y subí al auto.

Saludé al chofer. Era un hombre amable. Aproveché para preguntarle si la fiesta a la que iríamos sería grande.

— No, será algo pequeño— dijo él.

Me alivió saber eso. Hasta que al llegar a la mansión pude ver que no sería nada pequeña. Habían autos por todas partes, personas entrando al lugar y empleados corriendo sin parar.

— Hay mucha gente— dijo Evan feliz—, ¿No es genial?

Tuve un ataque de ansiedad. Demasiadas personas. Traté de controlarme. Evan y yo entramos.
Recordaba haber visto una película antigua en donde los protagonistas llegaban a un gran salón con torres de copas de vino y candelabros lujosos iluminando todo. Era tan elegante que yo sólo podía pensar que era falso porque era una película. Pero no, estaba viendo su réplica en ese momento.

— Qué bonito— dijo Evan.
— Sí— dije sorprendido.
— Busquemos a mis padres— dijo él.

Caminamos entre las personas. Ahí, junto a una ventana con vista al jardín, estaba su mamá que usaba un vestido rojo y cuyos pendientes resplandecían tanto que creí que podrían dejarme ciego. ¿Eran diamantes de verdad?

— Hola chicos— dijo ella feliz—. ¿Disfrutan la fiesta? Les presentaré a unas personas.

Empezó a caminar. Evan la siguió y por consiguiente yo también.

— Tu padre está con el gobernador— le dijo ella a Evan—. Pero vendrá enseguida.

¿El gobernador?, pensé. ¿Acaso no sería algo pequeño?

— Creo que he visto a esa chica en alguna parte— dijo Evan.

La miré. Por supuesto, no me sorprendía que estuviera ahí. Era Margot Elliot, una actriz juvenil muy popular. Debía tener la edad de Evan y ya había ganado muchos premios.

— ¿Quieren conocerla?— nos preguntó la madre de Evan.
— ¿Podemos?— dijo Evan.
— Claro— dijo ella—, su madre es amiga mía. También era actriz cuando era joven.
— ¡Entonces hay que hacerlo!— dijo Evan.

Yo no estaba seguro pero tampoco pude decir nada. Los seguí. La mamá de Evan habló con unas señoras muy elegantes que estaban al lado de Margot. Ella, que era una chica castaña de ojos hermosos y verdes, miró a Evan y se acercó a él aún sin conocerlo. Entonces su mamá los presentó. También me presentó a mí pero yo estaba muy ocupado tratando de que mis ojos pudieran disparar rayos láser. Me acerqué a Evan. Entonces ella se acercó más.

— ¿Podrías acompañarme por algo de beber?— le dijo ella a Evan.
— Claro— dijo Evan—, aunque...
— ¡Vamos, será rápido!— dijo ella mientras lo tomaba del brazo y se lo llevaba.

¿Era en serio? ¡Había una torre de copas detrás de ella y aún así fue a buscar otra cosa! Además, ¡Ese era mi Evan!
Sentía que el enojo me estaba consumiendo por dentro. Odiaba a esa mujer y ni siquiera habíamos conversado una sola vez.
La fulminé con la mirada.

Estaba concentrado odiando a Margot, que automáticamente se había vuelto mi archienemiga, cuando alguien me empujó. Me giré. Era una mujer que vestía un traje blanco y que me parecía muy familiar.

— Perdóname niñito— me dijo ella—, he bebido mucho esta noche.
— Está bien— dije tratando de ser amable.

La madre de Evan se acercó.

— Senadora Finlay, qué agradable verla aquí— le dijo.

¡Por eso ella era tan familiar! Era la senadora, una mujer bastante famosa.

— ¿Este niñito es tu hijo?— le dijo la senadora—, porque parece aburrido. Deberías estar con otros chicos de tu edad. Ya sé, puedes ir con mi hijo. ¡Connor, ven aquí!— le gritó.

Un chico alto de gafas se acercó rápidamente.

— Mamá, estaba en medio de algo— le dijo.
— Y ahora estarás en medio de otra cosa— dijo ella. Me observó—, ¿Cómo te llamas?
— Jimi— dije.
— Él es Jimi. Se ve aburrido. Ahora es todo tuyo— dijo ella.

Entonces me dio un pequeño empujón y se fue mientras se reía frenéticamente y se llevaba a la madre de Evan.
Me quedé mirando esa escena. ¿Qué acababa de pasar?

— Está ebria— dijo el chico—. Como siempre.
— No parecía ebria— dije.
— Es una buena alcohólica— dijo él—. No importa. Soy Connor. Ella es mi madre. No te conozco. ¿Eres nuevo?
— Es la primera vez que vengo a una fiesta como está— dije.
— Entonces tienes suerte de que sea una fiesta pequeña— dijo él.

¿Pequeña? ¿Qué tenía de pequeña?

— Ven, vayamos a un lugar más tranquilo— dijo él.

Lo seguí. Busqué a Evan con la mirada pero no lo veía. Llegamos a una terraza. Afuera ya era noche. Hacía frío.

— Pareces muy joven como para estar aquí— me dijo.
— Estoy acompañando a alguien— dije.
— Sí, imaginé que debía ser así— dijo él—. Es navidad, todos están en sus casas con sus familias.
— Pero tu familia está aquí— le dije.
— Por eso no puedo irme. Pero si estuviera en tu lugar ya me hubiera escapado por una ventana.
— No hablas en serio— dije.
— Claro que sí— dijo él—. Es decir, ¿Este sería el lugar que elegirías para pasar navidad?

Negué con la cabeza.

— Es bonito pero... no es casa— dije.
— Lo sé, pareces estresado— me dijo.
— Me siento bastante fuera de lugar por aquí— admití.
— Y eso que acabas de llegar— me dijo—. Espera un poco más y te juro que vas a querer arrojarte por la ventana.

Problemas de PasilloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora