Problemas de Pasillo

27. El diario de Laura

La fiesta de Will fue un éxito. Aunque casi le da un infarto cuando todos aparecimos de la nada. Efectivamente, los infartos no son bonitos. Sabía que fingía estar bien pero en el fondo estaba pensando que si no hubiera dicho nada, Zac estaría ahí. Varias veces me acerqué para decirle que todo estaría bien.

Sólo me quedó esperar que el tiempo pasara. Para todos fue una buena fiesta. Los amigos universitarios de Will estuvieron ahí además de algunas otras personas. Los padres de Will no llegaron porque Alex no los invitó. Eso me pareció malo pero a Will no le sorprendió.

Así que la fiesta terminó tarde. Papá fue por mí en su coche. Jason también regresó con nosotros. Pensé en decirle que al día siguiente visitaríamos a los padres de Evan y que debía ir con nosotros. Pero no supe cómo hacerlo. Así que simplemente no dije nada.
Ya en la noche, mientras me daba de vueltas en mi cama, no dejé de pensar que Jason debía ir.
Traté de llamarlo pero no contestó. Le envié mensajes pero nada.
Pero me urgía saber que iba a ir.

Así que se me ocurrió algo. Me levanté. Busqué mis zapatos. Pensé en cambiarme pero me dio flojera. En pijama, salí a la calle. La habitación de Jason estaba en el segundo piso. Su ventana se podía ver. Así que sólo debía lanzar algo para que se asomara. Busqué una piedrita entre la tierra de un árbol que estaba ahí. Pero aún cuando golpeó su ventana, él no salió.

Entonces miré el árbol. Si trepaba por él, podía llegar a la ventaba. Entonces la golpearía y él se asomaría para después bajar y salir.
Parecía complicado pero eso hice. Llegué arriba. Curiosamente sólo debía estirarme un poco para llegar a su ventana. Iba a golpear el vidrio cuando se me ocurrió deslizar la ventana para ver si estaba abierta.

Y sí estaba abierta. ¿Acaso no sabía que los ladrones existían?
Me sujeté del marco y puse un pie en el borde. Luego el otro. Después me deslicé hasta entrar. Las cortinas no me dejaban ver. Las aparté. Todo estaba muy oscuro. Caminé lentamente. Nunca había estado ahí. Pensé que si hubiera sido más lista habría llevado mi teléfono. Seguí sin detenerme. Hasta que en un paso me golpeé el pie en algo. Me dolió, casi grité. Debía ser un mueble.

Mi vista se acostumbró a la oscuridad. Pude apreciar un poco más el lugar. Me acerqué a la cama.

— Jason— susurré—, despierta.

Pero no, seguía durmiendo.

— Jason— insistí.

Empecé a picarlo con los dedos. Pero seguía durmiendo.

— Jason— dije—, despierta. Necesito decirte algo.

Pero él seguía dormido. Me enojé.

— ¡Despierta!— le grité junto al oído.

Se levantó de golpe, tanto que si no me hubiera quitado seguro que me golpeaba.

Me vio y gritó. Y yo también grité, me tomó por sorpresa. Salió de la cama y prendió la luz.

Nos observamos.

— ¿Laura?— dijo incrédulo.
— Hola— dije.

Se escuchó la voz de su madre.

— Jason, ¿Qué pasa?— dijo.
— Nada— dijo él—, encontré una araña.

Al parecer eso fue suficiente para su madre.

— Muy bien araña— me dijo Jason—, explícate o empezaré a enojarme.
— ¡Sé que va a sonar raro pero necesito decirte algo!— dije.
— Baja la voz o mis padres empezarán a sospechar.

Efectivamente, otra vez habló su madre.

— Jason, ¿Qué es ese ruido?
— Es la televisión— dijo él muy fuerte desde ahí.

Nuevamente, eso pareció ser suficiente para ella.

— Muy bien televisión— me dijo él—, sé más breve y habla más bajo o mis padres pensarán que me está cambiando la voz otra vez.
— ¿Te cambió la voz?— dije—, ¿Cómo sonabas antes?
— Laura— me regañó—, dime qué pasa.

Traté de explicarle mi charla con Jill y lo que me había dicho la profesora.

— ...no podía dormir así que vine aquí— dije.
— ¿Cómo entraste?
— Por la ventana— dije—. Subí por el árbol. No iba a entrar pero la ventana estaba abierta. Por cierto, los ladrones existen, no deberías dejarla así.
— Trataré de asegurarla apartir de ahora— dijo.

Lo observé.

— No quería molestarte— dije—. Pero necesitaba hablar con alguien.
— No estoy molesto— dijo.
— ¿Aún cuando entré sin permiso?
— Aún con eso— dijo—. Casi me da un infarto, pero no estoy enojado.
— Gracias— dije.
— De nada. Te diría que cuando quieras puedes venir a hablar pero viendo que en serio te lo tomarías literalmente te diré que de preferencia me busques en el día.
— Lamento esto— dije—. Pero en verdad necesitaba decirte eso. Y también quiero que vengas con nosotros.
— ¿Yo?
— Te necesitamos— dije—. Seguramente tú sabrás qué hacer. Siempre sabes.
— Pero no me invitaron.
— Debes ir.
— No lo sé...

Traté de suplicarle con la mirada.

— De acuerdo— dijo—, pero sólo si prometes no volver a despertarme a la media noche.
— Lo prometo— dije.
— Bien. Ahora regresa a tu casa. Tu pijama de fresitas me está empezando a marear.
— ¿En verdad? A mí me parece bonita— dije—, en cambio no sabía que la tuya era muy aburrida. Pero combina con tu habitación. Falta un poco de color aquí. ¿No has pensado en redecorar?
— Laura, ve a dormir— dijo.
— Sí, ya me voy— dije.

Caminé hasta la ventana.

— Laura— dijo él—, por la puerta.
— Tus padres se darán cuenta— dije—. Y no quiero que piensen que te está cambiando la voz. O peor: podrían pensar que estás convirtiéndote en mujer.
— ¿Vas a bajar por el árbol?
— Me gustan los árboles— dije—. Estaré bien.

Abrí la ventana. Me senté en el marco. Nuevamente su madre habló.

— Jason— dijo—, ¿Ese sonido fue tu ventana?
— Sí— le gritó—, atrapé a la araña y la voy a dejar libre.
— Con cuidado— dijo ella desde adentro.

Decidí apresurarme. Puse un pie en una rama.

— Me voy antes de que tu madre aparezca por aquí— le dije.
— Buenas noches, araña— dijo.
— Buenas noches— dije.

Una vez que llegué al árbol sólo bajé por unas ramas y salté.
Después atravesé la calle y abrí la puerta de mi casa. Entré.

Subí las escaleras. Llegué a mi habitación. Miré por la ventana. Desde ahí se veía la ventana de Jason. Las luces estaban prendidas pero se apagaron. Decidí irme a dormir yo también. Aunque estaba muy despierta como para volver a tener sueño.