40. El extraño diario de Zac (en agosto)

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Agosto. Me emocionaba pero lo odiaba al mismo tiempo. Las clases empezarían en unos días. Y yo no me sentía listo para ser presidente del consejo estudiantil y alumno de último año al mismo tiempo. Además, no había hablado con Evan desde aquella vez en la que dijo que pensaba que me gustaba Jimi.

Técnicamente porque después de que dijo eso yo me enojé con él, peleamos y se fue. Tampoco había visto a los demás. Sabía que Jimi estaba bien y feliz gracias a que subía contenido de niño alegre en facebook. Por otra parte, Laura y Jason no me habían buscado. Era extraño.

Me sentía mal por Evan así que decidí buscarlo. Pero a medio camino recordé que sinceramente no sabía que decirle. Iba a disculparme pero... no sabía nada más. Naturalmente debía decirle que Jimi no me gustaba. Y parecía tan fácil hasta que empecé a cuestionarme si eso era real o no. Entonces me detuve a medio camino y regresé.
Necesitaba hablar con alguien.

Caminé hasta llegar a la casa de Jason. Cuando estaba afuera lo llamé. Le dije que se asomara por la ventana. Eso hizo. Me observó.

— ¿Me vas a dar serenata?— gritó de desde arriba.
— Claro— le dije—, te he amado desde siempre y quiero que todos lo sepan.
— Bien, empieza a cantar— dijo.
— Baja, necesito hablar de algo— dije.
— ¿Vas a pedirme matrimonio? Porque no estoy listo para eso.
— Tranquilo, estás a salvo— dije.

Esperé un momento. Él salió.

— ¿Qué está pasando en esa cabecita tuya ahora?— dijo.
— Necesito que me digas que no me gusta Jimi— le dije angustiado.

Él me observó intrigado.

— ¿Porqué necesitas que yo lo diga?— dijo.
— Porque entonces será cierto— dije—. Necesito desesperadamente que sea verdad.
— Zac, no creo poder ayudarte. Tú eres quien debería saber qué pasa contigo.
— ¡Pero no lo sé!— dije—, ¿Qué parte de “soy estúpido” no entiendes?
— ¿Piensas que te gusta Jimi?— dijo, parecía resignado a ayudarme—, ¿Qué te hizo pensar eso?
— Evan lo mencionó. Me enojé con él por eso pero... después me puse a pensar que quiero mucho a Jimi y de alguna forma no es normal. No en comparación a como quiero a otras personas. Entonces me confundí y terminé muy frustrado.

Lo miré esperando su veredicto.

— ¿Alguna vez has querido besar a Jimi?— me preguntó.
— ¡No, eso sería horrible!— dije—, ¡Sería como incesto...

Nos observamos sorprendidos.

— Ahí está tu respuesta— dijo—. Si te parece incesto debe ser por algo.
— No siento que Jimi sea como un hermano— dije.
— Porque no lo es. En tu extraña y hasta cierto punto traumada imaginación él es como tu hijo.

Lo observé sorprendido.

— ¡Quiero a Jimi como mi hijo!— dije feliz—, ¡Por eso lo quiero de una manera que se siente diferente!
— Eso tampoco es sano, no te entusiasmes mucho— dijo.
— ¡Qué importa, no me gusta Jimi!— dije feliz—, ¡Es maravilloso! ¡Jason, eres un genio!
— No lo creo— dijo—, pero estoy pensando seriamente en empezar a cobrarles honorarios.
— ¡Estoy tan feliz que te besaría!— dije.
— No te atrevas— dijo—, a muchas personas no les gustaría eso.
— ¿Eh?— dije.
— Como sea. ¿No deberías ir con Evan?
— Así es— dije—. Si me disculpas, iré a demostrarle que estaba equivocado.
— Diviértete— dijo.

Me fui. Sí, Evan me escucharía. Llegué. Y muy enojado. Golpeé la puerta de su casa muchas veces. Él abrió. Me observó.

— Hola Zac— dijo feliz—. Llegas en un buen momento, estoy preparando palomitas.
— ¡Al demonios las palomitas!— dije—, ¿Sabes qué?  ¡Estabas equivocado!
— ¿Perdón?— dijo.
— Te perdono— dije—, un error lo comete cualquiera.
— No, me refería a que no sé en qué me equivoqué.
— No me gusta Jimi— dije—. Jason puede comprobar eso. Lo quiero porque es como el hijo que nunca tendré.
— ¿Nunca vas a tener hijos?— dijo.
— Eso creo— dije—, pero no cambies de tema. El punto aquí es que Jimi no me gusta.
— ¿Pensabas que sí?
— No— mentí—, pero quería demostrártelo.
— Entonces supongo que debo creerte— dijo—. Jason no suele equivocarse.
— Acepto tu disculpa nuevamente— dije, lo observé—. Admito que me porté mal contigo también.
— Disculpa aceptada— dijo.
— No me estaba disculpando— respondí.

Me observó.

— Sí, debí intuir eso— dijo.
— Entonces ahora que ya tenemos todo claro— dije—, ¿Qué pasará?
— ¿Por qué me preguntas a mí?— dijo él—, yo no sé nada.
— Se nota— dije—, bien, creo que debemos llegar a algún buen acuerdo. Se supone que yo te ayudaría pero... no hemos hecho otra cosa más que presionarnos sobre situaciones incómodas entre nosotros.
— Hay que dejar de hacer eso— dijo—. Aunque admito que no va a ser fácil. Tengo muchas preguntas. Pero podríamos hacer cosas divertidas.
— Tengo que hacer que tu relación con tus padres adoptivos sea menos tóxica— dije—. No hay nada divertido en eso.
— Zac, la diversión está en muchos lados. Tú necesitas distraerte y curiosamente yo tengo mucho tiempo apartir de ahora. Jimi y yo podríamos hacer cosas contigo.
— ¿No deberías trabajar en tu relación con Jimi?— pregunté—, porque si yo estoy ahí no podrán tener intimidad.
— Él y yo estamos bien— dijo—. Seguramente le encantará estar con nosotros.
— Si Jimi está aquí no vas a poder concentrarte— dije—. Ya lo intentamos y cuando él está cerca tú sólo tienes ojos para él.
— ¡Es que es bellísimo! ¿Has visto su cabello últimamente? ¡Es tan suave!
— Evan, concéntrate— dije—. Debemos hablar de ti, no de Jimi.
— Pero hablar de Jimi es mejor que hablar de mí— dijo él mientras entraba en la habitación, yo lo seguí—, él es suave y lindo y...

Se detuvo. Lo observé. Entendí qué quería decir.

— No tiene problemas— dije—. No tan malos en comparación a otros. Y de alguna manera las cosas le han salido bien hasta ahora. No dudo que se la haya pasado mal pero... hay personas que en verdad tienen cosas que quieren olvidar, ¿No?

Él me observó. Parecía serio. Me acerqué.

— Creo que es un poco tonto que sea yo quien quiera ayudarte con algo tan complicado— le dije—, sobre todo porque parece que tengo más traumas que cualquier otra persona pero... no lo sé, creí que por primera vez en la vida podría enseñarle a alguien a hacer lo único que creo que me sale bien.

Me observó. Sonrió.

— Definitivamente te sale bien— dijo—. Más que bien. Tus padres deben estar orgullosos de ti. Bueno, tu padre al menos. ¿Qué pasó con tu madre? ¿La has visto últimamente?
— Debe andar por ahí— dije—, no me preocupa, debe tener un pacto con el diablo porque nunca le pasa nada malo. Pero en general lo que trato de decir es que... hagamos esto.
— Pero a mi manera— dijo.
— ¿Qué manera es esa?
— ¡La manera divertida!— dijo.
— ¿Te parezco divertido?
— ¡Para nada!— dijo—, eres la versión joven y más alta de un ancianito. Pero podemos divertirnos. Y hablar sobre cosas. Así no sólo tú me ayudarás, yo también te ayudaré.
— No sé en qué podrías ayudarme tú.
— A ser más divertido... y un par de otras cosas más. Vamos, confía en mí.

Lo observé.
Probablemente las personas normales confiarían en alguien como Evan sin siquiera pensarlo. A mí me costaba trabajo.

— No lo sé— dije—, soy bastante vengativo. Si me traicionas te buscaría hasta encontrarte. Entonces te mataría de manera lenta y horrible.
— No sé cómo podría traicionarte— dijo.
— Yo tampoco pero es una posibilidad. Siempre pienso en las posibilidades.
— Entonces deberías dejar de pensar tanto. Por ejemplo, hoy se suponía que vendrías para hablar conmigo sobre cosas complicadas. Pero en lugar de eso te quedarás a ver una película de hace años, cuando la censura no existía.
— No haré eso— dije.
— ¿Mencioné que la película es tan antigua que está en blanco y negro?
— A ver— dije.

Problemas de PasilloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora