14. El diario de Jimi

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No sabía cómo, pero lo que empezó como una conversación sobre los padres de Evan, terminó siendo una dura discusión sobre la custodia de Doradito, el pez dorado que era de Will pero que me había regalado y que a su vez yo se lo había obsequiado a Evan.

— Entiende— le dije—, el pez necesita un entorno saludable. Vernos discutir no será nada bueno para él.
— No tenemos porqué discutir— dijo—. Es más, yo no estoy discutiendo, tú estás discutiendo.
— Evan, yo no diría nada si tú quisieras explicarme lo que pasa.
— ¡Ya dije que no pasa nada!
— ¡Claro que sí, deja de negarlo!— le dije.
— ¡No, no es cierto! Y deja de gritarme, recuerda que somos invitados de Will y no quiero que piense que tenemos muchos problemas.
— Él ya lo piensa y tú eres el que grita más— dije—. Además, no entiendo porqué es tan difícil para ti decirme qué pasa con tu familia. No te juzgaré, no soy así. Quiero ayudarte.
— Entonces no me preguntes nada— dijo.
— Huir de los problemas no va a hacer que desaparezcan— le dije.
— No estoy huyendo— dijo—. Sólo retraso un poco las cosas que son incómodas.
— Inevitables también— dije—. No puedes huir toda tu vida.
— Trataré. Con un poco de suerte lo lograré.

Lo observé. ¡Qué hombre tan necio!

— Evan, eso no va a funcionar— le dije.
— Claro que sí. Confía en mí.
— Evan, no me obligues a hacer algo que no quiero— dije enojado.

Él me observó.

— ¿Estás enojado?
— ¡Muy enojado!— le dije.
— ¿Quieres que te abrace?
— ¡Quiero que me hables sobre tus padres?
— ¡No quiero!
— Entonces buena suerte con eso— dije—. Porque no quiero hablar contigo de otra cosa.
— Entonces no hay que hablar— dijo.
— Tampoco quiero que me toques— dije.
— No hablas en serio— dijo con escepticismo.
— Es verdad— dije—. Habla o habla, no tienes más opciones.
— ¡No puedes hacerme eso!— dijo con dramatismo.
— Ya lo estoy haciendo— dije—. Tú me obligaste a esto, recuerda. Y me llevaré al pez, estará seguro en casa de mis padres.
— ¡También es mi pez!— dijo—, ¡Tengo derecho a verlo!
— Lo verás hasta que dejes de comportarte como un tonto— dije.
— Jimi, no puedes hacerme esto.
— Háblame de tus problemas o me perderás al igual que al pez.
— ¿Me estás amenazando?— preguntó asustado.
— No— dije—. De hecho, no quiero hacer nada de eso. Quiero ayudarte. Te quiero. Deja que te ayude.

Me observó.

— Es que... es difícil hablar de eso— dijo.
— Lo sé— dije, me acerqué a él—. Pero hablar ayuda. Sé que no es fácil pero... sólo así se pueden superar los problemas. Deja que te ayude. No me alejes de ti.
— No quiero alejarte— me dijo.
— Pues así se siente— dije—. Se supone que somos una pareja pero tú no me quieres contar las cosas que son importantes para ti. Me siento desplazado.
— No quería que te sintieras así— dijo.
— Yo tampoco quiero obligarte a hacer algo que no quieres, pero creo que deberías hacerlo, por tu propio bien.

Nos observamos. Nos quedamos en silencio un rato.

— ¿Qué harás?— le pregunté.
— Quiero hablar— dijo—. Pero en otro momento. Debo pensar en cómo voy a decir eso.
— Está bien— dije.
— Entonces... ¿Vas a llevarte al pececito?
— Supongo que puede seguir contigo— dije—. Pero si descubro que me estás dando largas para no contarme nada, el pez y yo nos vamos a casa de mis padres.
— ¿Me van a abandonar?
— Sí, pero estoy seguro de que vas a contarme todo, ¿No?
— Lo haré— dijo—. Lo prometo.
— Bien— dije—. Porque no quiero que tengamos problemas.
— Will sabe que tenemos problemas— dijo.
— Todos saben que tenemos problemas— dije.
— Genial, ahora hablaran sobre como nuestra relación ya no es tan perfecta— se quejó Evan.
— Nuestros amigos no hablarían sobre nosotros así— dije.

Evan de repente empezó a parecer pensativo. Lo observé.

— ¿Estás bien?— pregunté.
— Últimamente he estado pensando mucho— dijo.
— ¿Sobre qué?
— Nosotros— dijo, me observó.

Le regresé la mirada.

— Yo también— dije.
— ¿Te ha gustado lo que has pensado?
— Para nada— dije.
— A mí tampoco. Y no lo entiendo. No entiendo nada últimamente, para ser honesto. No sé porqué de repente pasan cosas entre nosotros que antes no. Tampoco entiendo qué pasa con los demás. Me siento tonto porque... si pasa algo, ¿No se supone que deberíamos saberlo?

Nos observamos.

— No podemos saberlo todo— dije.
— Tal vez no de los demás, pero de nosotros sí— me dijo—. Entiendo eso. Entiendo que quieras saber de mí. Quiero que sepas todo de mí, hasta lo último. Pero... ¿Y si no te gusta lo que encuentras?
— ¿A qué te refieres?— dije angustiado.
— Que tal vez no soy quien crees que soy— dijo agobiado—. Quizá no te gusto en verdad.
— Te conozco— dije—. Por eso estoy contigo. Por eso me gustas.
— No me conoces bien— dijo.
— Quiero hacerlo. Para poder amarte completamente.
— No creo que vayas a amarme si descubres que estoy repleto de errores.
— Sé que no eres perfecto— dije—. Nadie lo es. No sé qué habrá pasado contigo pero... yo amo al Evan de ahora. Ese eres tú. No el de antes.
— Las cosas no son así— dijo muy serio.
— Entonces dime— le dije—. Quiero saber.

Nos observamos unos segundos.

— Todo ha cambiado muy rápidamente— dijo.
— Se siente diferente todo ahora, ¿No?— dije.
— ¿Por qué?— preguntó—, ¿Por qué repentinamente nos importan cosas que antes no?
— No lo sé— dije—. Se siente como si hubiéramos estado con los ojos vendados todo este tiempo.
— No sabía que había mucho que debíamos arreglar— admitió con pesar.

Lo observé. Hasta lucía diferente. Ya no parecía feliz. Naturalmente no. Seguía teniendo esa aura principesca que tanto me deslumbraba pero... había algo diferente. Repentinamente Evan parecía más humano... no como si antes no lo fuera pero... yo solía pensar que él estaba muy por arriba de mí en cualquier sentido. Se sentía inalcanzable. Como si yo no lo mereciera.

Pero en ese instante, ahí, junto a mí, él parecía alguien más, otra persona más. Se sentía real. No como si yo estuviera en alguna especie de sueño, observándolo.
No, él era tan real como yo.

Me acerqué y lo abracé.

— Está bien— le dije—. Todo estará bien.

Problemas de PasilloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora