59. El extraño diario de Zac (y una canción)

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Evan estaba afuera del auto, recargado en la puerta. Yo había entrado a buscar pañuelos desechables. Encontré una caja y le ofrecí uno. Él lo tomó. Lo miré, seguía afligido.
No supe qué decir. Yo, que generalmente sabía qué decir todo el tiempo, me quedé sin palabras. Eso se estaba volviendo incómodo.

— Lo siento— dije, él me observó—, siempre voy por ahí haciendo llorar a las personas.
— No, es mi culpa— dijo—. Soy un llorón. Siempre lo he sido. Desde niño.
— No lo pareces— dije.
— Aprendí a fingir después de un tiempo.
— Supongo que esa es la única ventaja de las cosas malas— dije—. Te enseñan a fingir bien.

Era el medio día, con el sol en lo más alto. El cielo no tenía nubes. Sólo se escuchaba el sonido de la naturaleza de fondo. Olía a humedad. Yo no podía dejar de pensar en porqué todo era difícil.

— Soy un desastre, ¿Cierto?— dijo Evan.
— No comparado conmigo— dije.
— No sé qué te pasa a ti— dijo—. Además de lo de Will.
— Es malo, basta con que sepas eso— dije.
— ¿No te parece un poco injusto?— dijo—, ¿O sientes que te lo mereces?
— Algunas veces creo que las cosas malas que me pasan son un castigo divino por ser tan idiota— dije.
— Tú no me pareces idiota— dijo.
— Todos somos idiotas en diferentes formas— dije—. Unas peores que otras.
— Pero podemos arreglar eso, ¿No?

Lo observé. Los ojos de Evan eran de un raro color miel. Siempre parecían llenos de vida, aún en ese momento.

— Tú definitivamente puedes— dije.
— ¿Y tú?
— No lo sé— dije—. Soy malo. La gente mala nunca gana.
— No eres malo.
— He hecho llorar a todos los que me importan— dije—, si eso no es maldad entonces no sé lo que sea.
— Pero aún así te importan, ¿No?
— Supongo.
— No es como si quieras herir a las personas a propósito, ¿No?— dijo—, porque realmente nadie quiere hacer eso. Es sólo que... en veces pasa que queremos a alguien y no sabemos qué hacer con ese amor.
— ¿Te refieres a Jimi?— pregunté.
— En parte— dijo.
— Él te ama— dije.
— Y yo lo amo a él. Pero no sé qué está mal conmigo porque cuando tengo la oportunidad de solucionar todo termino arruinándolo. ¿Qué pasa conmigo?
— No lo sé— dije—. No creo que seas sólo tú. Creo que Jimi también tiene cosas que le molestan.
— Yo lo molesto— dijo—. Soy yo y todo lo que no le dije. Él no puede con eso, me lo dijo. Y me hace sentir tonto porque siempre pensé que no necesitábamos nada más, que podríamos resolver todo con amor. Por un momento fue así, pasaban cosas pero estaba bien porque yo lo amaba a él... hasta que no sé qué cambió y ahora... él se va con Derek por ahí sin decirle nada a nadie. Él, que dijo que odiaba mentir, estuvo dispuesto a que lo castigaran con tal de irse con él. ¿Cómo se supone que debo sentirme con eso? Es como si ya no confiara en mí... y lo peor es que entiendo que ya no lo haga porque le oculté cosas... es como si de repente hubiéramos entrado en un lugar sin salida... sin solución...
— Sí tiene solución— dije—, ustedes se aman y por increíble que parezca yo sí creo que eso es suficiente. Porque sé que ya han enfrentado cosas antes y han salido victoriosos.
— Pero esta vez ni siquiera sé qué hay que enfrentar. Me siento atrapado, sin salida. Sé que debo hablar con Jimi pero no sé qué decir. Cuando él apareció ese día y me dijo que quería hablar, me preguntó “¿Está todo bien entre nosotros?” y yo tenía mil cosas que quería decirle, había tanto pero... no dije nada. No pude decir nada. Sé que le dolió. Se fue y yo me quedé ahí, esperando que algo pasara y que me hiciera entender porqué no puedo avanzar como antes. Porqué no puedo ignorar todo, ir hacia él y abrazarlo como si con eso todo pudiera desaparecer...

Lo miré. Entendía a qué se refería. Y todo se acomodaba en mi cabeza mientras lo escuchaba.

— Zac, no tienes idea de cuánto lo amo— dijo, evidentemente conmovido—, sé que jamás amaré a nadie como lo amo a él y no quiero perderlo nunca pero... ¿Y si quiere irse? ¿Qué haría yo si él quiere irse?
— No va a irse— dije—. Te ama tanto como tú lo haces. Pero tienes razón, están atrapados.
— ¿En qué?— me preguntó.
— En tu pasado— dije—. Tú sigues ahí y Jimi definitivamente no. Es más, no tiene ni idea de cómo es. No es que no quiera estar contigo, es sólo que no te comprende. No es su culpa ni la tuya, pero debes salir de ahí. De otra forma no podrás seguir. Te conozco, sé que por Jimi harías lo que fuera y... quizá ya no te sientes así porque tienes miedo. Pero está bien tener miedo.
— No está bien... es horrible.
— No está tan mal— dije—, porque aún en tus momentos más débiles, el miedo hace que no quieras darte por vencido. Porque sabes que tienes que derrotarlo. Así que no seas tonto y enfrenta eso que te asusta.
— ¿Si hago eso todo volverá a la normalidad?
— No lo sé— dije—. Pero será un comienzo.
— No sé si puedo hacerlo.
— Yo estaré contigo— dije—. Debo, ese debe ser como el paso #12 en el manual para ser un buen hijo adoptivo.
— Pensé que dirías que lo harías porque eres mi amigo.
— Aún estoy debatiéndome eso— dije.

Él sonrió.
Nos quedamos ahí un buen rato. Hablamos de cosas, unas más importantes que otras. De amigos y de comida. Y de autos y de mis padres. De George y de naves espaciales.
Una de las ventajas de estar con Evan era que aunque todo estuviera mal, se sentía como si fuera a terminar pronto.

— Cuando quieras hablar de Will— dijo—, te escucharé.
— De acuerdo— dije.
— Pero en serio. Háblame de él. Cuéntame qué pasó, pero no te quedes así. Tienes que estar con Will lo más pronto posible.
— ¿Por?
— Porque ustedes dos deben estar juntos. No sé porqué se siente así pero... cuando te miro siento que te hace falta Will y cuando lo miro a él sé que le haces falta tú. Ustedes eran buenos amigos, bastante inesperado que se volvieran amigos pero... así pasó.
— Quizá no es así, no porque lo sientas significa que es real— dije.
— Creo que lo peor de todo esto es que los dos se están engañando a sí mismos pensando que no se necesitan.
— Yo no lo necesito— dije.
— ¿Y él?
— No lo creo, tiene a Laura— dije.
— Pero Laura no eres tú.
— Ella es mejor que yo— dije.
— Quizá no para Will— dijo—. Tal vez para él nadie es mejor que tú.

Observé sorprendido a Evan. No podía saber nada sobre Will pero lo que decía me afectaba mucho.

— Aún así— dijo—, si ya nada puedes hacer con Will, siempre puedes contar conmigo. Es como en esa canción de Rihanna con Jay Z. Si está lloviendo y te estás mojando, puedes refugiarte debajo de mi paraguas.
— ¿Qué? ¿Cuál canción?
— No recuerdo su nombre, pero fue muy popular hace mucho. A Lucille le encantaba. Pero hablaba de lluvia y paraguas.
— Creo que hablas de “Umbrella”— dije.
— ¡Esa es!— dijo feliz—, ¿Cómo la conoces?
— Laura y Jimi— dije.
— Es una buena canción. Pero el punto es que somos amigos. Te ayudaré siempre. No lo dudes.

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