86. El diario de Jimi (y el miedo)

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No podía creer lo que acaba de escuchar. ¿Él en verdad había dicho eso?

— Yo— dije—, yo...
— Lo amas a él— dijo Derek—. Como todos. Pero no durará mucho. No te arriesgues por alguien que no vale la pena. Quédate conmigo.

Lo observé. Me sentía demasiado abrumado. La situación de repente estaba empezado a volverse caótica, no sabía qué decir o hacer.

— Sé que puedo amarte y cuidarte para siempre— dijo—. Mejor que cualquier otro. No te vayas.

Parecía sincero. Pero aunque estaba muy confundido sí había algo que sabía perfectamente.

— Yo... lo siento— dije en un susurro sin dejar de mirarlo.
— Jimi, no te confundas. Él no es lo mejor para ti. Yo lo soy. Deja que te demuestre.
— No, deja que yo te demuestre a ti el porqué esto vale la pena— dije, ya podía pensar todo más claro—. Sé que crees que me amas pero sólo tienes miedo de que me lastimen. Pero no es así.

Desvío su mirada. Soltó mi mano.

— ¿Crees que sólo estoy diciendo que te amo para evitar que te vayas con él?— dijo sorprendido.
— Pues...
— En verdad te amo— dijo—. Más que él. ¿Por qué no puedes creerme?
— Es que... yo no quería decir eso...
— ¿Por qué no quieres creerme?
— No hablaba sobre eso— dije—, yo estoy muy agradecido por lo que acabas de decir...
— Pero no te importa— dijo—. No soy él. No soy Evan. Y nunca lo seré. ¿Sabes porqué? Soy mejor que él. Tú deberías amarme a mí. Deberías estar dispuesto a todo por mí, no por él. Nadie te ama como yo lo hago.
— Lo sé pero... yo amo a Evan— dije.
— ¿Por qué? ¿Qué tiene ese sujeto que hace que todos quieran dejarme por él?
— Evan es muy diferente a lo que piensas— dije—, si lo conocieras entenderías que...
— ¡No quiero conocer a alguien como él!— dijo enojado—, ¡Lo odio! ¿Por qué no lo odias tú también después de todo lo que te ha hecho?
— Él no me ha hecho nada— dije, me sentía incómodo ahí, nunca había visto a Derek tan enojado.
— ¡Claro que sí!— dijo—, ¿Por qué no puedes entender que no es bueno para ti?
— ¿Por qué no quieres tú entender que yo lo amo a él?— dije.

Me observó. Parecía muy enojado. Seguía en el asiento del piloto. Se levantó lentamente.

— ¿Qué sabes tú sobre amor?— dijo enojado—, ¿Por qué crees que tienes alguna idea de lo que es la realidad?
— Sé que amo a Evan— dije un poco asustado, él estaba ya cerca de mí, no lo perdí de vista—, sé cuáles son mis propios sentimientos y...
— No sabes nada, sólo eres un niño— dijo—, crees que entiendes cómo son las cosas pero no es así. Sólo estás confundido porque seguramente... nadie te ha amado de verdad.

Lo observé. Estaba demasiado cerca de mí. Traté de alejarme deslizándome por el asiento. Miré la puerta. Repentinamente tuve mucho miedo. Tanto que quería salir corriendo. Pero cuando iba a acercar mi mano a la puerta, él la sujetó con fuerza. Lo miré. Mi corazón latía fácilmente. No podía pensar en nada más que en salir corriendo.

Traté de liberarme pero él era muy fuerte. Así que le pedí varias veces que me dejara tratando de fingir tranquilidad pero no lo hizo.

— Derek, estás asustándome— dije intentando mantenerme sereno aunque estaba muerto de miedo.
— No te lastimaré, pequeño Jimi— susurró cerca de mí—, sólo quiero que sepas qué te conviene más.

Acercó su cara hacia mí. Yo me giré y me pegué contra el asiento. Escuchaba su respiración junto a mi oido. Era imposible que siguiera tranquilo, ya había empezado a sollozar. Me temblaban las manos y cerré los ojos como si pudiera desaparecer con eso. Entonces escuché el ruido de la cremallera del disfraz mientras se deslizaba. Abrí los ojos de golpe. Sentí la tela resbalarse de mis hombros.

No sabía qué estaba pasando. No quería creer qué iba a suceder. En mi cabeza sólo podía pensar en el miedo que tenía. Estaba temblando, no podía moverme. Las lágrimas caían de mis ojos y nublaban mi vista. ¿Qué iba a pasar conmigo?

Fue como si el tiempo se hubiera detenido para mi mente. Cuando pude reaccionar a lo que pasaba porque había tratado de suprimir mi miedo, el disfraz de abejita ya estaba en el suelo, a un lado de la puerta. Sólo quedé yo, con mi camiseta y mis shorts, temblando de miedo y de frío. Pero aunque era consciente de lo que estaba pasando, mis músculos estaban tan tensos que no podía moverme.

Entonces sentí unas manos frías tocar mis piernas. Luego surcaron mi cuerpo mientras avanzaban. Se detuvieron en mis hombros. La manga de mi camiseta se deslizó hacia abajo. Mi piel quedó descubierta. Sentía que el corazón se me iba a escapar por tanto latir. Tenía miedo, como nunca antes. No podía moverme. Sentí su respiración en mi cuello. También sentí sus labios. Recordaba una sensación así pero totalmente distinta. Ser tocado de esa forma era completamente diferente a cuando Evan lo hacía. Con él no sentía miedo. Ni siquiera en mi primera vez.

Repentinamente todo en mi mente se conectó de alguna forma. Él no era Evan. Yo no lo quería a él. No iba a dejar que me tocara. No debía tocarme si yo no quería. Tenía que salir de ahí. Mis músculos me respondieron cuando llegué a la conclusión de que debía salir de ahí. Traté de empujarlo. Era demasiado fuerte. Me sujetó ambas manos por las muñecas. Tan fuerte que dolía. Mi voz, que se había ido momentáneamente, regresó.

— ¡Suéltame, me lastimas!— le grité.

Dijo algo pero no le hice caso. Mi mente estaba desesperada tratando de buscar una forma de salir. Miré por la ventanilla del auto, no había nadie afuera. Por más que gritara nadie me escucharía. Con el ruido de la fiesta, menos. Intenté mover mis piernas pero él ya estaba entre ellas. Aún así no me di por vencido. Seguí moviéndome, tratando de liberarme. Seguí gritando aunque no servía de nada. Él decía un par de cosas pero yo estaba tan concentrado en huir que no puse atención en nada. Sólo era yo, queriendo salir de ahí.

Con el movimiento él soltó una de mis manos. Yo estaba prácticamente acostado sobre el asiento trasero. Miré hacia arriba: si lograba estirarme lo suficiente, podría abrir la puerta. Extendí mi brazo hacia la puerta. Pero él intuyó que eso iba a hacer y se separó un poco de mí para detener mi mano. Entonces vi la oportunidad y la aproveché. Cuando él dejó un pequeño hueco entre nosotros, me deslicé hacia la otra puerta. Cuando iba a regresar a mí, tomé el disfraz de abeja y lo puse entre nosotros, era tan esponjoso que gracias a eso pude abrir la puerta. Como él me estaba presionando contra la ventanilla, cuando abrí la puerta me caí de espaldas.
Dolió pero ya estaba afuera. Me arrastré por el suelo y cuando él iba a salir le lancé la puerta con todas mis fuerzas.

El frío me hizo recobrar la atención. Me levanté inmediatamente y salí corriendo. No miré atrás. Sólo corrí. Tenía demasiado miedo y mis ojos me lagrimeaban. Sentía como si aún estuviera detrás de mí.

Quería ponerme a llorar, pero muy fuerte. No había nadie ahí, todos estaban adentro. Tenía mucho miedo. Deseaba encontrarme con alguien, quién fuera. Sólo alguien que pudiera hacerme sentir a salvo.

Problemas de PasilloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora