152. El extraño diario de Zac (solo en navidad)

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Jill tenía la música muy fuerte. Los villancicos inundaban mi casa. Además, ella le había comprado a papá un suéter feo, uno que tenía un Santa Claus deforme en el centro. Pero él se veía feliz. ¿Por qué? ¿Qué tenía de bueno la navidad?

Yo estaba en mi cama aunque era el medio día. Evan había tratado de levantarme de ahí sin éxito. En la última vez que trató le arrojé un zapato. Mi humor no era nada bueno ese día. Por otro lado, él estaba tan contento que cantaba los villancicos de Jill mientras se arreglaba para la fiesta a la que iría con Jimi esa noche en casa de sus ricos y elegantes padres. Fiesta a la que yo también estaba invitado pero que rechacé porque prefería sentirme miserable en mi propia casa en lugar de otros lugares. Era más cómodo.

Evan se fue por la tarde. Yo bajé al sofá. Mi cabello se veía terrible, aún estaba en pijama y mis ojos tenían ojeras en las ojeras.

— Zac, cariño— me dijo Jill—, te ves bastante...
— Miserable— la interrumpí.
— Iba a decir que te ves cómodo— dijo ella.
— Estoy cómodo— dije—. Aunque necesito comida.

Me levanté y fui a la cocina. Jill iba a preparar la cena. Busqué algunas cosas. Ya no había uvas, me las había acabado el día anterior mientras Evan me contaba lo seguramente mágica que iba a resultar su fiesta. Encontré una botella de licor. Según Madie, esa era la clave de su éxito. Me la llevé no sin antes arrojar las pasas que Jill iba a usar a la basura. Odiaba esas cosas, eran como uvas falsas. Regresé al sofá. Encendí la televisión. Destapé la botella y bebí. Sabía horrible. Pero los adultos no tenían problema en beber eso.
Quizá el alcohol resultaba ser un problema menor en comparación a otros problemas.

— ¡Zachary, qué estás haciendo!— me dijo papá molesto.
— Veo películas navideñas— dije—, es todo lo que hay.
— No me refería a eso— dijo él.
— Shhh, no me dejas escuchar— le dije.

Apagó el televisor.

— ¿Por qué?— dije enojado—, ¡Quería ver si los ladrones lograban robar la casa del niño!
— No, no lo logran— dijo él—. El niño es listo.
— Pues ahora no lo descubriré— dije enojado.

Iba a beber otra vez pero me quitó la botella.

— ¡Oye, eso es mío!— dije.
— No puedo creer que te veas tan mal hoy— dijo él.
— ¿Eso qué tiene que ver con mi botella?
— Es mía— dijo él—. Y con ella pareces vagabundo.
— Tal vez no sea una mala idea ser vagabundo— dije.
— Zac, sé que estás enfocado en ser lo más depresivo posible, pero en verdad te ves terrible.
— Entonces está funcionando— dije.

Se sentó a mi lado.

— No sé qué pasa pero sabes que puedes hablar conmigo siempre— dijo—. Y con Jill.

Ella apareció.

— Iré a comprar unas cosas— dijo ella—. Recordaba que tenía pasas en la cocina pero no hay nada. ¿Alguien quiere venir?
— Yo sí— dijo papá.
— Yo me quedaré a evitar que los ladrones se metan a robarnos— dije.

Ellos no parecían convencidos con eso pero igual se fueron.
Aunque estaba viendo películas navideñas, en realidad mi mente estaba en otro lado. Simplemente no podía creer cómo habían cambiado las cosas. Es decir, en la navidad anterior no estaba así. De hecho era todo lo contrario. Me sentía feliz. Muy feliz.

Will estaba conmigo en ese momento.

Me levanté del sofá. Fui a mi habitación. Pasé cerca de un espejo. Me veía terrible. Pero ya era noche, ya no valía la pena tratar de verse mejor. Aún no podía creer que hubiera pasado todo el día perdiendo el tiempo, tanto que ni siquiera me di cuenta cuando oscureció.

Me acosté en mi cama. Estaba sintiéndome miserable cuando escuché un ruido. Era la puerta de la entrada, alguien había entrado. Pero no había sido papá ni Jill porque ellos se habían ido en auto y los hubiera escuchado llegar. Evan tampoco era porque dijo que llegaría hasta tarde (o hasta el día siguiente si es que lograba persuardir a Jimi).
¿Y si eran los ladrones? Me levanté. Tomé mi bate y salí. No había nada. Bajé las escaleras en silencio. Todo parecía igual de siempre.

Genial, pensé. Además de parecer vagabundo también estaba empezando a volverme loco.
Me senté en el sofá. Ahí estaba, solo en navidad, más patético no podría ser. Cerré los ojos. Todo estaba en silencio. Por unos minutos me quedé así, simplemente tratando de no pensar en nada. Hasta que se escuchó que algo se cayó en mi habitación. Abrí los ojos de golpe.

No sabía qué estaba pasando pero no tenía nada qué perder. Subí las escaleras con el bate en la mano. Tomé el pomo de la puerta y lo giré despacio. Entonces abrí rápidamente.

— ¿Quién anda ahí?— dije.

Escuché unos gritos. Y grité. Y volvieron a gritar más. Y grité más. Hasta que presioné el interruptor de la luz.
Evan y Jimi, que estaban abrazados sobre mi cama, me veían sorprendidos.

— ¿Zac?— dijo Jimi.
— ¿Qué hacen aquí?— dije.
— Regresamos antes— dijo Evan, que estaba recuperándose del susto—. Pensamos que no había nadie porque el auto de tu papá no está.
— Fue con Jill a comprar unas cosas— dije—, ¿Por qué no los vi subir?

Nos observamos.

— No lo sé— dijo Jimi—. Entramos, fuimos a la cocina a verificar si había alguien y luego subimos.
— Estuve en el sofá todo el tiempo— dije—. Deberían ser menos silenciosos, se supone que me quedé a cuidar la casa de los ladrones y ni siquiera pude verlos entrar a ustedes.
— Lamentamos asustarte— dijo Jimi.
— No importa... un momento— dije, los observé con detenimiento—, ¿Por qué están en mi cama?

Intercambiaron miradas.

— ¡Fue idea de Evan!— dijo Jimi asustado—, ¡Yo no quería pero él insistió!
— ¡Jimi, se supone que estamos en esto juntos, no puedes traicionarme!— le dijo Evan.
— ¡Es que él da mucho miedo!— me señaló Jimi—, ¿No ves que tiene un bate?
— Ay, sí es cierto— dijo Evan—. ¿Puedo suplicar por mi vida?
— No entiendo nada— dije—, qué se...

Los observé. Entendí.

— ¡Son unos pervertidos!— dije enojado.
— ¡Fue idea de Evan!— dijo Jimi—, ¡Peleamos en la fiesta porque él estuvo toda la tarde con Margot y yo con Connor, entonces hablamos y él me propuso irnos de ahí porque al parecer ese lugar sacó lo peor de mí, decidimos venir aquí y como no estaba el auto pensamos que no había nadie en casa y Evan dijo “Hay que manosearnos en la cama de Zac” y yo le dije “Zac va a enojarse si se entera” y él dijo “No lo va a saber, vamos, sé que quieres”, y tenía razón porque yo sí quería pero luego llegaste tú y por un momento pensé que era uno de esos asesinos que mata a adolescentes porque en las películas los asesinos aman matar adolescentes y yo soy uno, honestamente estoy hablando muy rápido porque bebí un poco en la fiesta y tengo miedo, pero no te enojes!

Lo observé confuso. ¿Qué había sido eso?

Entonces empecé a reírme. Pero muy fuerte, con ganas. Ellos dos me miraban atónitos.
Realmente ese había sido un día malo y pudo seguir así de no ser por ellos.

— Jajajaja— dijo Evan mientras se acercaba a mí.

Dejé de reírme.

— No entendí nada— dije de buen humor—... pero aún así están en problemas.

Problemas de PasilloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora