130. El extraño (y odiado) diario de Zac

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Alex se dejó caer al suelo. Se llevó las manos a la cara. Yo no podía siquiera moverme. Sólo lo observaba.

Se recuperó y se levantó.

— ¡Te odio!— me dijo—, ¡Te odio como nunca nadie ha odiado!

Entonces la parte de mí que se mantenía inmóvil reaccionó.

— ¡Alex, vete de aquí!— dijo Lucille mientras lo trataba de sacar del lugar.

Lo logró pero Alex no dejó de gritar cuánto me odiaba.
Me quedé adentro. Ella debió llevárselo. Seguía escuchando sus gritos alejarse de mí.

Mi respiración se aceleró y cada vez que respiraba me dolía mucho el pecho. Traté de controlarme pero mi mente no dejaba de repasar las palabras de Alex... hasta que entendí a la perfección lo que había pasado.

No era un sueño. Eran las consecuencias de lo que hice. Herí a Will y Alex se enteró. Defendería a su hermano, yo lo hubiera hecho de estar en su situación... si tuviera razón en todo. Pero se había equivocado en algo.

Me dolía. No tenía idea de cómo me dolía.
Siempre me había dolido. Desde el momento en que decidí que no quería a Will en mi vida había estado soportando el dolor pero me había engañado a mí mismo pensando que no pasaba nada. La vida era más fácil si sentía que las cosas no significaban nada.

Pero se trataba de Will. Significaba mucho para mí. Pero yo me había negado a aceptarlo.

Ya no importaba, él ya no estaba.

Entonces hice lo que no quería hacer: me permití sufrir.
Realmente no pude evitarlo. Sólo empecé a llorar muy fuerte. Me sentía sin fuerzas y cada una de las palabras de Alex penetraban hasta lo más profundo de mi mente y me golpeaban tan duro que respirar era cada vez más difícil.

Las lágrimas en mis ojos no me dejaban ver. Pero aún así busqué el escritorio de Lucille. Me metí debajo.
Mi cabeza no dejaba de recordarme lo que pasó y todos esos pensamientos me gritaban tan fuerte que me dolía...

Entonces alguien se asomó. Instintivamente, observé. Era Jason, que estaba inclinado mirándome.

— ¿Porqué estás debajo del escritorio?— preguntó.

Rápidamente me froté la cara con las mangas de mi suéter.

— Demasiado tarde— dijo.
— ¿Para qué?— pregunté tratando de disimular.
— Para fingir que no estabas llorando.

Lo miré instintivamente sorprendido.

Me ofreció su mano. La tomé. Me ayudó a salir de ahí. Jason siempre hacía eso, literal y metafóricamente.

— Quiero ir a casa— dije.
— Deberías— dijo—. Hay un gran escándalo allá afuera.

Pensé que Jason me preguntaría sobre el porqué Alex se fue gritando que me odiaba, pero no lo hizo. Se quedó en silencio conmigo, sin alejarse de mí. Eso no me ayudaba a resolver nada, pero se sentía bien.

Lucille regresó después de un rato.

— ¿Estás bien?— me preguntó, luego observó a Jason—, ¿Cómo llegaste aquí?
— Mi sentido arácnido me dijo que me necesitaban— dijo él.
— Así que veniste volando inmediatamente— dijo ella.
— Spiderman no podía volar— dije.
— Ya lo sé, pero Jason no es Spiderman— dijo ella—. No importa eso en realidad, necesito ayuda. Iré a dejar a Alex a su casa, ya le llamé a Jill y estará aquí inmediatamente. Las cosas se están saliendo de control pero puedo manejarlas, sólo no salgan de aquí, ¿De acuerdo?
— ¿Qué?— dije confundido.
— Llevaré a Alex a casa, no puedo dejarlo libre para que aterrorice a la ciudad. Lo encerré en mi auto, no es una amenaza por el momento— dijo ella.
— ¿Qué pasó?— preguntó Jason.

Lucille me observó. Bajé la mirada.

— No importa, sólo quédate aquí hasta que llegue Jill— dijo ella.

Tomó las llaves de su auto y salió.
Jason estaba por preguntarme algo cuando Laura y Jimi entraron apresuradamente.

— ¿Qué pasó?— preguntó ella—, ¿Por qué dicen que te acabas de pelear con alguien?
— ¿Qué?— dije sorprendido.
— ¿Quién era?— preguntó Jimi.

No sabía qué decir. Los rumores eran como una especie de plaga, se propagaban rápidamente y contagiaban a todos. Aunque me admiraba por eso, sólo habían bastado unos cuantos minutos para que todos lo comentaran.

— Alex— dijo Jason.
— ¿Alex?— preguntó Laura—, ¿Qué hace aquí?
— Ya se fue, Lucille va a llevarlo a su casa— le dijo Jason.

Ambos se observaron. Fueron cinco segundos pero para ellos fue toda una conversación.

— Iré a ver si todavía los alcanzo— dijo Laura y salió corriendo.

Eso me sorprendió. ¿Por qué se iba con él y no se quedaba conmigo?
Ya lo sabía pero lo había olvidado. Ella estaba de parte de Will. Naturalmente buscaría a Alex.

Evan apareció.

— ¿Qué está pasando? ¿A dónde va Laura?— preguntó.

Jimi y él me observaron. No sabía qué decir. Mi mente aún trataba de procesar lo que pasó.

— Jill ya se tardó— dijo Jason.

Lo observé. Por primera vez me pasó como con Laura: sólo tuve que verlo unos segundos para entender lo que él quería decirme. “Yo te respaldo” decían sus ojos.

Así que no dije nada. Sólo escuché a Evan y a Jimi hablar sobre lo que rumoraban por ahí. Alex había salido de la enfermería gritando lo más fuerte que podía que me odiaba. Los demás que lo escucharon y que andaban por ahí se imaginaron las cosas que pudieron pasar: que nos peleamos, que lo expulsé de la escuela, que le robé a su novia, que lo traicioné, etc.

Nada era cierto. Herí a su hermano y él fue a buscar venganza. La obtuvo, de no ser porque Jimi y Evan estaban ahí, me hubiera puesto a llorar. Pero no quería preocuparlos. Aunque ya lo estaban.

Por suerte Jill llegó. Parecía cansada. Imaginé que por cuestiones de tiempo Lucille debió decirle algo como “Debes venir por Zac rápidamente”, cosa que ella interpretó como una emergencia o algo peor. Se alegró de ver que me encontraba bien. Entonces le dije lo que ya se estaba volviendo una costumbre:

— Llévame a casa.

Sin preguntar nada, lo hizo. Jimi y Evan no entendían qué pasaba pero no preguntaron. Se despidieron de mí y prometieron verme en la tarde. Miré a Jason una última vez. Me sonrió tenuemente.

Eso en lenguaje Jason significaba “Tranquilo, deja todo en mis manos”, y yo me sentía aliviado por eso pero también mal con él porque siempre me estaba ayudando aún cuando creía que muchas cosas que yo decía y hacía estaban mal.

Quizá de eso se trataba la amistad. Aunque yo no estaba siendo un buen amigo.

Subí al auto de Jill.

— Tu padre se alegrará de ver que estás bien— dijo ella—, él piensa que...
— ¿Llamaste a papá?— la interrumpí.
— Le dije a dónde venía— dijo ella.
— ¿Por qué? ¿Quieres que se preocupe?— dije enojado.
— Zac, él ya está preocupado. Todos estamos preocupados.
— ¡Entonces no deberías decir cosas que lo preocupen más!— dije.
— Pues tú tampoco ayudas, no dejas de ponerte mal.
— ¿Y no pueden dejarme así?
— ¿Quieres que te deje en la escuela? Porque hasta donde sé parece que desesperadamente quieres salir de ahí.
— Pues sí pero... papá no debería saberlo.
— Eres su responsabilidad— dijo ella—. Todo lo que te pase es su problema.
— Sé cuidarme solo.
— Zac, sabes que te quiero pero cariño, no estás haciendo un buen trabajo en ese aspecto. Para eso estamos nosotros, tus padres.

La observé. No podía creer que me hubiera acusado con papá.

— Ustedes no son mis padres— dije y me bajé del auto.

Problemas de PasilloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora