24. El diario de Jimi

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Evan y yo nos quedamos en casa de Zac después de llegar del viaje de la playa. Yo aún debía darle su regalo. Me sentía extraño porque a Zac no le gustaban esas cosas. Le gustaba dar regalos pero no recibirlos. De todas formas iba a hacerlo.

Él se veía feliz. Seguía hablando con Evan sobre voleibol.

— Tal vez deberías considerar meterte al equipo de la escuela— le dijo Zac a Evan.
— No lo sé, parece que toma mucho tiempo— dijo Evan.
— Sí pero podría servir para la escuela. Algunas materias consideran cosas como esas— dijo Zac.
— Parece bien pero... el tiempo no me alcanza— dijo Evan.
— Tal vez deberías meterte tú también a algún equipo en la escuela, Jimi— me dijo Zac.
— No, yo soy terrible en todo eso— dije.
— Podrías intentarlo— dijo Zac.

Negué eso rotundamente. Los deportes y yo no íbamos de la mano.

— Tal vez lo intente algún día— dije.

Jill se acercó para decirle a Zac que estaría en la cocina por si la necesitaba.

— Zac, eres un hombre con suerte— le dijo Evan.
— ¿De verdad?— dijo él con sarcasmo.
— Sí— dijo Evan—, porque tenemos regalos para ti.
— Saben que no me gustan los regalos— dijo Zac.
— Por eso no están envueltos— dijo Evan.
— Pero no dejan de ser regalos— dijo Zac.
— Son regalos desnudos— dijo Evan—, que son menos festivos y más comunes que los regalos de cumpleaños. Así que debes aceptarlos.
— Nada de lo que estás diciendo tiene sentido— dijo Zac.
— Sólo acepta los regalos y ya— dijo Evan. Le ofreció una bolsa.

Zac la tomó con duda. La abrió.

— ¡Debe ser una broma!— dijo Zac sorprendido.
— No— dijo Evan—. Es completamente real.
— ¿Dónde lo conseguiste?— preguntó Evan.
— ¿Qué es?— pregunté.

Zac sacó lo estaba ahí.

— ¿Ese no es de esos reproductores de cd's portátiles que se usaban hace mucho?— pregunté.
— Y no cualquiera— dijo Evan—. Es un walkman de edición limitada.
— Parece que se usaban hace mucho pero en realidad a principios de los 2000 eran muy comunes— dijo Zac.
— ¿En el 2000? Parece otra década y pensar que sólo han pasado unos cuantos años...— dije.
— Mamá tenía uno idéntico a este— dijo Zac—. Yo lo amaba hasta que en un ataque de ira mamá lo arrojó al suelo y se rompió. Busqué un reemplazo por años pero ni en internet lo encontré.
— Por eso eres un hombre con suerte— dijo Evan.
— ¿Cómo sabías que Zac tenía uno así?— le pregunté a Evan.
— Una vez me contó esa anécdota por teléfono— dijo Evan.
— ¿Por teléfono?— dije.
— Quería preguntarle algo sobre un trabajo de la escuela así que lo llamé desde el teléfono de mi trabajo— dijo Evan—. Hablamos por horas.
— Me sorprende que no te hayan despedido— le dijo Zac—. Pero me alegra haberte dicho eso. Gracias.

Evan sonrió feliz. Entonces yo empecé a pensar en lo raro que era saber que él hablaba con otras personas. No me sorprendía que no me contara todo lo que hacía todo el tiempo pero... me molestaba que se hubiera pasado horas hablando con Zac cuando nunca me hablaba a mí.

— Yo también tengo un regalo para ti— le dije a Zac, decidí concentrame en el presente y dejar esos pensamientos de desconfianza para después.

Le entregué una bolsa. Él la tomó. Me sentía nervioso por su reacción. Sacó el contenido.

— ¿Un libro?— dijo Evan.
— Un álbum— dijo Zac, que empezó a hojearlo.
— No puedo darme todo el crédito— dije—. La presidenta me dio muchas de las fotos que hay ahí. Quería que tuvieras algo con lo que pudieras recordarnos cuando no estuviéramos cerca.

Zac no le quitó la vista de encima. Parecía confundido.

— Gracias— dijo después de un rato, me observó y me sonrió—. Creo que realmente necesito esto y no me sorprende que no lo supiera.

Me acerqué y lo abracé.

— ¡Abrazo grupal!— dijo Evan y se acercó a abrazarnos.
— Evan, nos estás aplastando— dijo Zac.
— Es que es un abrazo de oso— dijo Evan—. Debí especificar.

Después de eso, Evan quiso ver el álbum. Mientras tanto Zac empezó a contarnos extrañas historias sobre su madre y su walkman que sólo me hacía pensar que él debió tener una infancia difícil con una mamá tan complicada.

Recordé que debía ir a la fiesta de Will que Laura estaba planeando.

— Debo irme— dije—. Prometí que le ayudaría a Laura.
— Yo voy contigo— dijo Evan—. Seguramente Laura necesita ayuda. La casa de Will es muy grande.
— ¿La casa de Will?— dijo Zac.
— Le haremos una fiesta sorpresa a Will por su cumpleaños— dijo Evan—. Lo sorprenderemos cuando llegue del trabajo. Seguramente le dará un infarto. Será divertido.
— Los infartos no son divertidos— dije.
— Creí que sí. Entonces no entiendo por qué le estamos haciendo una fiesta sorpresa— dijo Evan.
— Había olvidado que también es su cumpleaños— dijo Zac.

Parecía muy serio.

— Ven con nosotros— dijo Evan—. A Will le gustará verte.

Zac lo observó. Bajó la mirada al suelo.

— No lo creo— dijo.
— Claro que sí— dijo Evan—. Will es un sujeto muy sencillo. Si finges que lo que sea que haya pasado entre ustedes no pasó, él te seguirá la corriente. Entonces podrán volver a ser amigos.
— No puedo hacer eso— dijo Zac.
— Te ayudaremos— dijo Evan.

Observé a Zac. No sabía qué pasaba pero entendía que debía ser complicado.

— No es tan fácil— dijo Zac.
— Claro que sí— dijo Evan—, sólo debes...

Le toqué el hombro a Evan y él dejó de hablar. Me observó. Al parecer entendió que no debía insistir con eso.

— Zac, debemos irnos— le dije.

Él nos observó. Su semblante cambió.

— Entiendo— dijo.
— ¿Estarás bien?— le pregunté.
— Claro— dijo.
— ¿Seguro que no nos necesitas?— dijo Evan.
— Estoy bien— dijo Zac—. Estoy seguro de que papá y Jill van a querer llevarme a algún lugar a festejar mi cumpleaños. Además, tengo el álbum.
— Si nos necesitas puedes llamarnos— dije.
— Tranquilos, estaré bien— dijo él—. Así que dénse prisa y vayan con Laura.

Nos despedimos. No me agradaba tener que irme así.

Mientras caminábamos por la calle miré a Evan. A él en verdad le molestaba esa situación.

— No confía en nosotros— dijo al fin.
— Tal vez un día lo haga— dije—. Hay que darle tiempo.
— No me gusta.
— Estará bien.
— Todos piensan eso— dijo él—. Pero Zac no es tan fuerte como parece. Por eso yo no puedo aceptar que está bien.
— Nadie es tan fuerte como parece— dije—. Tratamos de ser fuertes. De decirle a la gente que lo somos para que quizá de esa forma terminemos creyendo que es cierto.
— ¿Eso no es mentir?
— Lo es— dije.
— Aunque si en verdad nos volvemos fuertes entonces ya no sería una mentira— dijo.
— Esa es la cuestión— dije—. Nunca lo somos. No totalmente.

Pensé en el álbum. Quizá Zac podría ser más fuerte al verlo. O no. De cualquier forma, esperaba que le ayudara.

Problemas de PasilloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora