158. El extraño diario de Zac (y una decisión)

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Sin saber bien cómo era que me había dejado convencer, llegué a la fiesta de cumpleaños de Jason con él. Me había dicho Evan que sería una fiesta grande, pero la música incluso se escuchaba desde el otro extremo de la calle. Ansioso, veía la casa de Will cada vez más cerca. Hasta que una vez más pude atravesar la puerta como solía hacerlo, cuando todo estaba bien.

Me abrumó ver tanta gente. Todos felicitaban a Jason y yo simplemente me quedé detrás de él mientras algunas personas le hablaban. El lugar estaba oscuro, a penas iluminado con muchas pequeñas luces de colores. Las personas bebían, bailaban, hablaban. El ruido inundaba mis oídos. Afuera hacía mucho frío. Pero adentro todo estaba tan cálido... posiblemente esa casa nunca antes había estado más llena de personas. Y de tantas personas que estaban ahí a mí sólo me importaba una.

Ojalá no vea a Will esta noche, pensé. Por favor, no quiero verlo, recé.
Como si el universo pudiera escuchar mis súplicas.

Estuve un rato con Jason hasta que Evan y Jimi aparecieron.

— ¡Zac!— dijo Jimi feliz.
— Me alegra verte— dije.
— ¿Qué?— dijo él.

La música estaba muy fuerte. Lo tomé de la mano y me lo llevé a la cocina. Adentro habían personas, botellas y más.

— ¿Qué pasa aquí?— dije.
— Es Erick— dijo Evan—. Su papá tiene un bar. Es bueno preparando bebidas.
— ¿Vas a dejar que adolescentes beban?— dije.
— ¿Quieres detenerlos?— preguntó.
— Soy presidente del consejo estudiantil— dije.
— Will está aquí, necesitas beber algo— dijo él.

Nos miramos. Fueron unos cuantos segundos pero entendí el mensaje.

— Erick, dame lo más fuerte que tengas— le dije.
— A la órden señor presidente— dijo él.
— ¡Qué bien!— dijo Evan.

Jimi me observó preocupado.

— ¿En verdad estás bien?— dijo.
— Claro— le dije—. No te preocupes por mí. Preocúpate por ti, hay una foto pegada en la pared con tu cara.
— ¡Evan, quita eso de ahí!— le reclamó.

Empezaron a hablar de eso. Erick me dio mi bebida. Me la tomé de golpe. Salí de ahí sin decir nada. Reconocí un par de caras de chicos de mi escuela. Pero no estaba de humor para nada. Pensé en subir las escaleras, buscar una habitación y encerrarme ahí hasta que todo pasara. Descarté la idea porque posiblemente podría encontrarme a gente rellenándole la cajuela a otras personas y ya estaba lo suficientemente traumado como para agregar más cosas a mi lista.

Jason apareció.

— Sé que estás deseando desaparecer— me dijo.
— No exactamente— dije.
—Qué bien, porque hay una razón por la que quería que estuvieras aquí.

Lo observé.

— ¿Perdón?— dije confundido.
— Hay alguien que quiere hablar contigo— dijo él.

Lo miré atentamente con los ojos abiertos.

— Ya me voy— dije y estaba por irme cuando él me detuvo.
— No es quien tú piensas— dijo.

Lo cuestioné con la mirada.

— Sígueme— dijo.

Subió las escaleras. Temeroso, lo seguí. Giramos en un pasillo. Él abrió la puerta. Me ofreció entrar primero. Lo hice. Adentro estaban Lucille y George.

— ¿Qué?— dije sorprendido.
— ¿Qué hace él aquí?— preguntó ella.
— Ustedes dos van a hablar y resolver lo que pasa— dijo Jason.
— ¿Me engañaron para traerme aquí?— dijo ella.
— Ustedes deben hablar— dijo George—. Yo estaré aquí afuera por si me necesitan.
— ¿Ni siquiera en tu cumpleaños te puedes tomar un descanso?— le dije a Jason.
— El deber llama— dijo él.

Problemas de PasilloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora