97. El diario de Jimi

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Me desperté temprano, con ganas de no levantarme de la cama. Miré hacia abajo, instintivamente. Ahí, junto a mi cama, Evan dormía en un de esos sacos para dormir que se usaban en los campamentos. Parecía muy tranquilo. Todo se sentía así en ese instante. Me encontraba un poco confundido pero el dolor de mi cuerpo me hacía recordar que las cosas en verdad pasaron así. Mi mente me mostró que todo era real.

Miré mi reloj despertador sobre el buró junto a mi cama. No, ese día no tenía ganas de ir a la escuela. De todas formas, hacía mucho que mi asistencia perfecta ya no me importaba.
Estaba sentado en mi cama, mirando las marcas de mis muñecas cuando mi mamá entró de la nada.

— Ya deberían levantarse para ir a la escuela— dijo en voz baja.
— Creo que no iré hoy— dije.
— ¿Por qué? ¿Te sientes mal aún?
— No, estoy perfectamente... sólo no quiero ir. Prefiero quedarme y hablar con Evan.

Ella me sonrió. Me alegré porque no supiera nada de lo que pasó.

Evan se levantó mientras se frotaba los ojos.

— Buenos días— dije.
— Buenos días Jimi— dijo adormilado—, ¿Qué hora es?
— Poco más de las 6:00 am— dijo mi mamá.
— No iremos a la escuela, ¿Cierto?— preguntó.
— No— dije.
— Qué bueno porque no quiero ir— dijo él.
— Entonces avísenle a Zac o a Laura que no irán hoy— dijo mamá—. Para que no se preocupen.

Salió y cerró la puerta. Iba a buscar mi teléfono cuando recordé que lo había dejado en el auto de Will.

— No tengo mi teléfono— dije.
— Pero yo sí— dijo Evan—. Le marcaré a Zac.

Eso hizo pero no contestó.

— Quizá después— dije.

Nos observamos.

— ¿Cuándo llegará tu papá?— me preguntó.
— Hoy. Se supone que sólo se quedaría a hacerle compañía a mi abuela por la noche— dije.
— Me agrada tu papá— dijo.
— Tú también le agradas— dije—, en el fondo sé que sí, sobre todo últimamente.
— Tú... ¿Vas a decirle a tus padres lo que pasó?— preguntó.

Lo observé. Me sentí consternado.

— No lo sé— dije—. No quiero hacerlo porque no pasó nada realmente pero... no quiero mentirles.
— Entonces piénsalo— dijo—. Decide qué quieres hacer.
— ¿Qué crees que debería hacer?— pregunté.
— Robarle un arma a tu padre, dármela y yo ejecutaría a ese tipo con mucha violencia, como si fuera una película de Quentin Tarantino. Luego podrías casarte conmigo y vivir feliz para siempre.
— No podría hacer eso— dije.
— ¿Ni siquiera lo de vivir feliz para siempre? Podríamos tener una casa de jengible y una carroza de calabaza. Deberíamos buscar una hada madrina primero.
— Eso sí me gustaría— dije—. Aunque no completé el cuento ayer. Llegué al baile pero no conquisté al príncipe.
— ¿Príncipe? ¿Qué príncipe?
— Tú— dije—. Tú eras el príncipe.
— Ah, menos mal, por poco pensé que estabas hablando de otra persona— dijo—. Además, no necesitabas hacer nada... me conquistaste desde la primera vez que te vi.

Era demasiado temprano para que mi corazón estuviera latiendo como loco pero era imposible detenerlo, estaba muy enamorado de Evan.

— Ven aquí— dijo mientras extendía sus brazos.

Me levanté de la cama y fui a abrazarlo. Extrañaba eso.
Me sentía completo si Evan estaba conmigo. Las cosas aún no estaban totalmente resueltas entre nosotros, lo sabía. Pero todo se sentía mejor. Era como si acabáramos de cruzar un obstáculo muy grande y sólo quedáramos nosotros.

— Pensemos en cosas buenas únicamente— dije—. Sé que todo estará bien a partir de ahora.
— Yo también lo creo— dijo.

Por unas horas sí fue así. Como si el día anterior no hubiera sido una pesadilla. Desayunamos, vimos televisión, mi papá llegó, se sorprendió por ver a Evan ahí, lo miró con desconfiaza un rato hasta que se pusieron a hablar de música. Luego papá nos enseñó su colección de cds antiguos. Todo se sentía bien.

Hasta que Jason le llamó a Evan. Fuimos a mi habitación para poder poner el altavoz.

— Hola— dijo Evan—, ¿Qué tal todo?
— ¿Están bien?— dijo Jason.
— Perfectamente— dijo Evan.
— Qué bien. Me alegra escuchar eso— dijo—, ¿Podrían pasarme a Zac? Necesito hablar con él. Lo he estado llamando y no contesta.
— ¿Zac?— pregunté.
— Él no está aquí— dijo Evan.
— ¿Qué?— dijo Jason sorprendido—, le llamé a Jill y dijo que no está en su casa pero tampoco vino a la escuela hoy, pensé que estaba con ustedes.
— No, aquí no ha venido— dijo Evan.

Intercambiamos miradas. Empecé a preocuparme.

— Quizá está con Laura— dije.
— Espera— dijo él—, ¿Laura tampoco está con ustedes?
— No, definitivamente no— dijo Evan.
— Quizá está con Will— dije.
— Pero, ¿Y Zac?— preguntó Evan—, ¿En dónde está?
— No lo sé pero...— Jason se quedó en silencio unos segundos.

Escuchamos el sonido del timbre de la puerta de mi casa.

— Quizá es él— dije.
— Te llamaremos en unos minutos— le dijo Evan a Jason—, creo que Zac acaba de llegar.

Terminó la llamada y salimos rápidamente de mi habitación. Bajamos las escaleras. En la puerta, vimos a Will, mamá le había abierto. Ella nos dejó para que habláramos.

— ¿Will?— dije sorprendido.
— Hola— me dijo—. Te traía tu abrigo. Tu teléfono está adentro y sonó muchas veces así que pensé en venir a dejártelo.

Miramos a Will asustados.

— ¿Qué pasa?— preguntó él.
— ¿Dónde está Zac?— pregunté.
— ¿Zac?— dijo Will confundido.
— No hay que asustarnos— dijo Evan—, llamaremos a Jason, seguramente ya sabe algo... todo estará bien, no te preocupes...
— ¿Qué está pasando?— preguntó Will.

Subimos a mi habitación, no podíamos discutir eso enfrente de mis padres.
Le contamos a Will lo que pasó.

— ¿Creen que haya ido a enfrentar a Derek?— preguntó Will asustado.
— No, estoy seguro de que no— dijo Evan—. Sobre todo porque si quisiera hacerlo sin duda me llevaría con él.
— ¿Entonces dónde está?— dije.
— Llamaré a Jason— dijo Will.

Eso hizo. Esperamos un momento. Jason contestó. Pusimos el altavoz.

— Jason, Zac no vino aquí, era Will quien llamó a la puerta— dijo Evan.
— Lo sé— dijo Jason—, ya sé en dónde está Zac.
— ¿Hablaste con él?— pregunté angustiado.
— No, no contesta llamadas ni mensajes— dijo Jason.
— Pero está bien, ¿No?— preguntó Will.
— Debe estar en la universidad de Derek ahora— dijo él.
— ¿Qué?— dije completamente horrorizado, sentía que el mundo se me venía encima.
— No puede ser— dijo Evan.
— Fue a pedirle prestado su auto a George hoy por la mañana— dijo Jason—. Él se lo dijo a la profesora.
— ¿Y George le prestó su auto?— pregunté.
— Sí, al parecer estuvo de acuerdo con la idea de venganza de Zac— dijo Jason.
— Hay que ir a detenerlo— dijo Will.
— Creo que ya es tarde para eso— dijo Jason—. Sea lo que sea que planeaba hacer, seguramente ya lo hizo.
— ¡Pero eso es terrible!— dije—, ¡Él podría estar en problemas!
— Estamos tratando de contactarlo— dijo él—, pero no podemos. Lucille está haciendo hasta lo imposible por contactar a alguien en la universidad que pueda ser de ayuda.
— Todo es mi culpa— dije—, Zac está en problemas por mi culpa.
— No, no es tu culpa— me dijo Evan—. Tú eres la víctima aquí, no lo olvides.
— ¿Qué hacemos ahora?— dijo Will—, ¿Cómo puedo ayudarlo?
— Pues...— dijo Jason, se quedó en silencio un momento—... Will, ¿Laura no está contigo?

Miramos a Will.

— No— dijo él—, ¿Por qué?
— Laura no está en su casa y tampoco vino a la escuela— dijo Jason.
— ¿Significa que se fue con Zac?— dije.
— No, cuando Zac fue por el auto de George, le dijo que haría eso solo— dijo Jason.
— ¿Entonces dónde está ella?— preguntó Evan.

Nos miramos. ¿Qué estaba pasando? ¿Por qué ocurrían todas esas cosas?

Problemas de PasilloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora