175. El diario de Laura

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Las semanas pasaban volando. La boda sería en unos días. Yo me sentía extraña. Principalmente porque debía estar con Zac mucho tiempo haciendo cosas divertidas y después ir con Will como si nada. Aún cuando sabía todas esas cosas. Quería decirle a Will. Me mataban las ganas. Pero cada vez estaba más segura y cada vez Zac parecía estar más cerca de la verdad.

Le gustaba Will. Al fin estaba dándose cuenta.

Quizá le tomaría un tiempo. Jason decía que debíamos dejar que él se diera cuenta si es que al final iba a pasar algo. Pero Zac era lento y hasta cierta parte reprimía lo que le parecía tonto. Yo me moría por gritarle que todas esas cosas de las que pasaba horas hablando eran síntomas de amor. Pero también recordaba lo que Jason creía y tenía razón. Si no era Zac el que se daba cuenta de eso, no funcionaría.

Por eso una tarde cuando acompañé a Will a la tintorería por su traje, me percaté de algo que hizo que tomara una decisión.

— Todos deben estar enloqueciendo por la boda— dijo Will mientras regresábamos al auto—. Ya falta poco.
— Yo no puedo dormir por las noches— dije—. Quiero que todo salga perfecto. Ya amenacé al fotógrafo y a los niños que serán pajes.
— ¿Amenazaste a unos niños?— me preguntó.
— Esos niños son un desastre. Sólo tienen que arrojar flores mientras se ven adorables, ¿Por qué no pueden hacerlo bien?— dije.
— Quizá porque los tienes muertos de miedo— dijo él.
— Si creen que doy miedo ahora entonces no van a querer equivocarse— dije—. O verán lo que en verdad es terror.
— Laura, son sólo niños.
— Traté de que Jimi fuera paje pero se negó— dije—. Es una pena porque hubiera sido perfecto.
— ¿No es un poco grande para eso?
— Es tan adorable como los otros niños bobos— dije—. Y estoy segura de que él no lloraría si le dijera que está haciendo todo mal.
— ¿Los niños que serán pajes lloran?
— Mucho. Son unos cobardes— dije.
— Laura, ojalá nadie te demande por abuso infantil— dijo él.

Llegamos a su edificio. Bajamos del auto. Caminamos hacia adentro. Entramos al ascensor.
Will me contó de como Madie entró en pánico porque el último botón de su vestido de dama de honor no cerraba. Posiblemente había subido de peso por tanto comer.

— Pero se puede solucionar— dije—. Creo que la visitaré después.
— ¿Segura? ¿No tienes que ir a gritarle a unos niños?— dijo él.

Lo observé. Se veía feliz. Le regresé la sonrisa.

— Creo que ya he dicho lo que tenía que decir— dije.
— Pero debes estar muy cansada— dijo.
— No realmente— dije—. Me gusta organizar cosas. Además me han ayudado bastante. Sobre todo Zac, últimamente le ha gritado a gente por mí y eso es increíble.

Lo observé para ver su reacción. Parecía tranquilo.

— Qué bien... parece que ustedes son amigos de verdad otra vez— dijo.
— Siempre hemos sido amigos— dije.
— Sí pero de alguna manera me pareció que no eran del todo sinceros— dijo él—. No como antes, cuando solías pasar mucho tiempo con él.
— Eres muy observador— dije.
— Tú quieres mucho a Zac— dijo—. Casi no hablabas de él. Pensé que era porque querías ser considerada conmigo pero luego Madie me contó que en verdad las cosas no estaban bien entre ustedes. Posiblemente por mi culpa. Así que me agrada que lo hayan arreglado.

Lo miré. Will era muy listo.

— Creo que es imposible que nos odiemos— dije—. Zac y yo somos amigos.

Llegamos a un pasillo. Bajamos del ascensor. Caminamos un poco hasta llegar a su departamento. Abrió y me invitó a pasar. Eso hice.

— Hace frío aquí— dije.
— La calefacción está descompuesta— dijo él.
— ¿Qué le pasó? Estaba bien la última vez— dije.
— Le arrojé un zapato— dijo él.
— ¿Por qué?
— Es un larga historia— dijo—. Todo empezó cuando encontré una cucaracha.
— Creo que entiendo qué pasó— dije—. Eso explicaría porqué parece que aquí hubo un tornado.

Problemas de PasilloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora