177. El extraño diario de Zac (y una conversación sobre besos)

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Mi papá estaba nervioso. Se casaría en unos días. Generalmente él no aparentaba cosas como esas pero esa vez cuando George, Evan y yo lo acompañamos a que se midiera el traje que usaría, parecía en verdad afectado. Tanto que el sastre que le estaba ajustando el traje lo notó.

— Papá, no puedo creer que estés así— le dije—. No es tu primera boda.
— Técnicamente sí lo es— dijo él—. Tú madre y yo nunca nos casamos en una iglesia con muchos invitados. Sólo fuimos tu mamá y yo. Ella ni siquiera estaba usando un vestido de novia. Mi padre estuvo ahí. Tú también, para ese entonces ya existías. Pero nadie más.
— Ahora estará toda la familia de Jill— dije—. Lo que incluye a la abuela que se ha dedicado a quejarse de básicamente todo.
— Es una mujer problemática— dijo George que apareció de la nada—. Tengo la teoría de que es un espectro del más allá que tomó forma de mujer.
— No deberías hablar así de tu madre— le dije—. Además, ¿No estabas ayudando a Evan con su traje?
— Me aburrí y lo abandoné— dijo él.
— Iré a buscarlo— dije.

La tienda era grande. Estaba bastante vacía, posiblemente porque era temprano. Encontré a Evan en los vestidores. Tenía un traje azul puesto.

— ¿Eso es lo que vas a usar?— le pregunté.
— No, pero quise probármelo. Es el traje número seis que me pruebo— dijo.
— Con razón George se fue— dije.
— Es divertido— dijo él—. Deberías hacerlo tú también.
— Yo ya tengo lo que usaré— dije—. Desde hace mucho en realidad.
— Le quitas la diversión a las cosas— dijo él—. Ojalá Jimi estuviera aquí.
— Apuesto a que también te diría que no le hagas perder tiempo a los vendedores— dije.
— Sí pero ver su cara es mejor que ver la tuya— dijo.
— No me ofenderé por eso— dije—. Por cierto, ¿A dónde fue?
— A visitar a su abuelita— dijo Evan—. Yo quería ir pero la última vez que estuve ahí las enfermeras se enojaron porque organicé una carrera clandestina de abuelitos en silla de ruedas.
— Me sorprende que no te hayan echado por eso— dije.
— Querían pero Jimi me defendió. Y todos quieren mucho a Jimi ahí.
— Jimi es adorable— dije.
— Y es todo mío— dijo él feliz.
— Claro que no— dije.
— Tiene que ser así. Si no entonces me sentiría tonto— dijo él.
— ¿Por qué?— pregunté.
— Porque yo soy suyo— dijo él.

Pareció de lo más normal al decirlo. Eso era lo que me sorprendía mucho porque en él y Jimi todo parecía muy natural... imposible que yo pudiera sentir algo así.

— Evan, debemos hablar— dije.
— ¿Vas a regañarme?— preguntó.
— No.
— ¿Podemos ir por helado?
— ¿Helado en invierno?— pregunté.
— Yo quiero.

Minutos después, los dos estábamos sentados en el suelo al lado del auto de papá. Él y George aún no regresaban.

— ¿De qué querías hablar?— dijo él mientras comía su helado.
— Es... sobre cuando alguien te gusta— dije.

Él me observó.

— ¿Por qué? ¿Te gusta alguien?— preguntó sorprendido.
— No... no lo sé— dije.
— ¡Oh por dios, puedes sentir amor! ¡No eres un robot!— dijo feliz.
— Dije que no sabía— dije molesto—. Si vas a seguir molestándome, ya no quiero hablar contigo.
— Por favor, tú siempre me molestas— dijo—. A mí y a los demás.

George apareció solo con varias bolsas.

— ¿Qué hacen ahí?— dijo mientras abría la puerta del maletero y arrojaba las bolsas adentro.
— A Zac le gusta alguien— dijo Evan—. Así que lo estoy molestando.
— Yo me quiero unir— dijo él mientras se sentaba al lado de Evan—. A mí también me molesta así que es hora de la venganza.
— No los molesto tanto— dije.
— Claro que sí— dijeron ambos al mismo tiempo.
— Posiblemente no te das cuenta porque es algo que te sale muy natural— dijo Evan.
— No puedo evitarlo, los veo y me nacen unos instintos homicidas incontrolables— dije.
— Ahora temo por la integridad de la persona que te gusta— dijo George—. ¿Y bien? ¿Quién es? Pero sobre todo, ¿Tú le gustas? Y si es así, ¿Qué está mal con esa persona?

Problemas de PasilloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora