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Cedric


Todo lo que recuerdo de la fiesta, fue clavar mi mirada en cierta chica esquiva, observándola intentar pasar desapercibida y esconderse, como si eso fuera posible.
No dejaba de divertirme, ya que ella era una loba y también debería saberlo, ahora que la encontré haría hasta lo imposible para conquistarla.

Pude notar su reticencia a emparejarse, pero no me presentaba un problema, esperaba algo parecido. De hecho, estaba preparando una lista de planes en mi cabeza, con el único fin de tenerla junto a mi.
Debía ser algo un poco descabellado, ya que ella estaba completamente loca, pero yo me había criado entre ellos y algo aprendí.

—¿En qué piensas? Y no te atrevas a decirme que en nada, porque te conozco mejor que tú mismo. —giré mi cabeza, mirando a Laurie, quien se arrojo a mi lado.

—Pienso en las personas locas, tú eres una de ellas.

—¡Tonto! —se quejó, golpeando mi brazo—¿Por qué piensas en eso?

—Hoy conocí a una chica que casi mata a alguien fuera de la casa de Benjamín, fue divertido porque luego se molesto conmigo.

Aunque más que molestia, era miedo, ella tenía miedo de que les dijera a todos sobre nuestro reciente descubrimiento.
La verdad es que si fuera por mi, ya lo hubiera gritado, para que todos lo supieran, pero ella no lo quería así y debía ser paciente.

—¿De quien se trataba? ¿La conozco? Aunque si estaba en la fiesta es evidente que si lo hago. —ella ya empezaba a decir cosas sin sentido, lo que era normal.

—Sí la conoces, ya que hubo un momento en que las vi abrazadas. —no olvidaría su rostro en ese momento, ella se veía relajada, a diferencia del encuentro conmigo. —Aysel, es su nombre.

—Debí haberlo imaginado. Pero no te quedes solo con esa imagen, Aysel puede ser un poco  impulsiva, pero cuando la tratas, notas lo dulce y cariñosa que es. Aunque lucha por no demostrarlo, prefiere mostrarse como una bruja.

De eso no debía preocuparse, por mi parte, la encontraba completamente adorable. Ella solo necesitaba cariño y eso podría darle en grandes cantidades.

—¿Y qué me puedes contar sobre ella?

—¿Por qué quieres saberlo?

—Me pareció una chica bonita—respondí encogiéndome de hombros, no iba a negar eso.

—No vayas por ahí Cedric, podría lastimarte

—¿Por qué lo dices?

—Aysel lleva meses saliendo con alguien, no es su compañero, pero ella parece quererlo. Su hermana ha hecho hasta lo imposible porque lo deje, pero no lo ha logrado. —ahora entendía porque me dijo que no podía aceptarme. — No creo que sea algo que perduré, tarde o temprano ella encontrará a su compañero y además…

—¿Además qué? —Pregunté al ver que no continuaba.

—Su pareja es alguien mucho mayor que ella, alguien que podría causarle problemas en su carrera.

—¿Lo conoces?

—Solo su nombre, sé que se llama Pablo y nada más. El resto lo conozco de cosas que me han dicho Carmen o la misma Aysel. Pero ya dejemos de hablar de ellos, simplemente no intentes nada con ella, me cae bien Cedric y no quiero que te lastime.

No podría alejarme, ella era mía, solo debía hacer que por fin lo notara.
Todas estas revelaciones me llevaron a descartar varios planes, dejando uno muy arriesgado, pero que esperaba que funcionara.

Si algo salía mal, podría encasillarme como un amigo para siempre, pero si movía bien mis fichas, lograría mi propósito.

—Solo intentaré ser su amigo, siento un poco de atracción por su personalidad. Además va a ser bueno conocer a más personas aquí.

—Esta bien, porque tienes que centrarte en encontrar a tu compañera, no puedes jugar con los sentimientos de alguien, sino mira a Gael y Faith.

—Créeme que estoy muy centrado en mi compañera, pienso como la conquistaré todo el tiempo.

—Para eso debes encontrarla. —eso estaba hecho.

—Si, lo sé.

Mordí mi labio mientras evaluaba si sería tan malo confesarle a Laurie la verdad, pero luego de sus palabras, creía que sí.
Ella consideraba que Aysel sería perjudicial para mi, y aunque tenía razones para hacerlo, no lograba convencerme de alejarme.

—Conocer a Aysel me hizo pensar en que haría si mi compañera fuera como ella. No sería fácil, pero la Diosa sabe que no me rendiría.

—Enserio te impresiono ¿Verdad?

—Lo hizo. —me esta volviendo loco su imagen en mi cabeza. — ¿Crees que puedas darme su teléfono?

—No lo creo.

—Que mal, bueno entonces vayamos a infierno, tengo que ver a mi diablesa rubia.

—¿Me estas tratando de manipular idiota?

—Por supuesto que no. Solo quiero distraerme, podría molestar por mensajes a Aysel o podría ver que me ofrece la dulce Christa. Pero tratas de bloquear todas mis opciones.

—Me estas haciendo enojar Cedric.

—Entonces ya no te diré nada, simplemente lo guardaré para mi.

Pretendí levantarme, consciente de que eso lograría hacer que se rindiera, la conocía bien.
No llegue a dar dos pasos, cuando me llamo.

—Le llegas a decir que yo te lo di y te mataré, no creas que he olvidado que lo mismo te pedí el día que explotó el microondas y lo primero que hiciste fue correr y decírselo a mi padre.

—Fue un accidente, no planeaba decírselo.

—Ajá, bueno yo tampoco lo planeaba. —Negó y sonrió de golpe. — Diablos Cedric, me marcó a las cuatro de la madrugada, listo con lo que fue un discurso sobre la responsabilidad.

—¿Lo siento?

—No lo digas como una pregunta, tonto, siéntelo de verdad. —apretó un par de veces su teléfono y suspiró. —No hagas que me arrepienta de esto.

Cuando mi propio teléfono sonó, supe que me había enviado el número de mi compañera.

—Te debo una.

—Recuerda Cedric, no jueguen con los sentimientos del otro, me importan mucho los dos. Ella es mi amiga y tú eres mi primo, no quiero perderlos.

—No quiero jugar con sus sentimientos, en verdad lo haré sin malicia.

Y no mentía, lo único que quería era que me aceptara. Algo que lograría, aunque me llevará bastante tiempo.







Pocas pulgas    Donde viven las historias. Descúbrelo ahora