C.4

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Lorenzo




A pesar de que mi intención era que Laura solo se quedará una noche, no fue así. Ella simplemente se instalo y ya van tres días, largos, tortuosos y muy asfixiantes.
Quería pero no podía arrepentirme de haber estado con ella, de ese pequeño desliz nació mi hija y lo vale todo. Pero no había manera de que Laura y yo podamos tener una relación algún día, éramos muy diferentes.

Me gustaba la aventura, los retos y aunque con ella vivir es una aventura y un reto, sobretodo el de no permitir que me maten, no teníamos esa dichosa chispa.
Ahora mientras la observo pasearse con Azul por la sala, tratando de conseguir que esta se quede dormida, me pregunto que me atrajo de ella en un primer momento.

Aunque se veía bonita, podía ser caprichosa y mal humorada, debí imaginar que traería consigo problemas, pero no, me deje llevar y aquí estamos, escapando de su familia.

—Por fin se quedo dormida, creí que nunca lo haría. —La vi recostar a Azul encima del sofá.

—Los bebés tienen mucha energía, ya deberías saberlo.

—No empieces a darme mierda Lorenzo.

—No lo hago  ¿O lo hice? —bufé y negué— Deja de tomarte todo como una agresión Laura, eres la madre de mi hija y por ello te respeto. Relájate y tranquilízate, no puedes vivir preocupada por todo.

—Creo que no tengo que recordarte que nuestras cabezas tienen un limite y que en cuanto mi hermano nos encuentre, no deberé volver a preocuparme, porque estaré muerta.

  —¿Lo ves? Muerte esto, muerte lo otro. ¿Por qué no dices vida esto y vida lo otro?

—No puedo creer que estés jugando con respecto a esto.

—¿Si me preocupo y me asusto dejaran de buscarnos? No. Así que no me haré problemas por algo que no puedo evitar.

—Te juró que no se que mierda vi en ti. Desde que te conocí solo fueron problemas y ni siquiera lo valieron, porque no pudiste quererme. —y ahí estaba de nuevo…

—Ya lo hablamos Laura, me gustaría quererte, sobretodo por Azul, pero no puedo. Tienes que aceptar que no tenemos esa chispa.

El silencio cayó entre ambos, tal y como yo lo sabía, ella comprendía que nunca íbamos a formar un nosotros.
Me preocupaba su bienestar, pero no por algún sentimiento oculto, sino por ser la mujer que me dio el mejor regalo que puedo  tener: mi hija.

Tomé mi teléfono y me vi tentado a escribirle a Rubí y comprobar como se encontraba, ya hacían varios días no la veía y me preocupaba.
Ángela, siendo siempre la misma bruja, enviaba correos deseándonos un “Pronto regreso”, cuando la verdad es que solo nos mantenía allí por conveniencia. Rubí es su periodista estrella y a mi solo me soporta por ella, soy su mano derecha y nadie más la seguiría en sus locuras del mismo modo que lo hacía yo.

Pero preferí evitarlo y tomar un poco de distancia, al menos hasta que todo esto se tranquilizará. Ella estaría más segura lejos de mi.

—¿Quieres que te preparé algo  Laura? ¿Un te, un café? —pregunté levantándome de mi asiento para buscar una cerveza.

—No, iré a tomar una ducha antes de que se despierte. ¿Puedes cuidarla?

—Siempre. —sonreí mirando a mi hija, se veía tan relajada.

Entré a la cocina y tomé una cerveza y un paquete de papas fritas.
Mañana llevaría a Laura al aeropuerto, lo mejor sería que se alejará del país por un tiempo y mis padres seguro la recibirían felices.

Les había contado un poco lo que sucedía  y aunque estaban preocupados, no me presionaron para que acepte irme para allí también.
Aunque lo hubieran hecho no podría irme, mi vida estaba aquí y no iba a permitir que unos malditos locos, ya sean humanos o lobos, me intimidaran.

Con ese pensamiento volví a la sala, sentándome frente al sofá, pero toda la tranquilidad que tenía, se fue a la mierda cuando Laura gritó.
Por un momento esperé que sea por algo superficial como haber visto alguna araña o una cucaracha, pero cuando los vidrios rompiéndose también se escucharon, supe que era momento de correr.

No sabía por donde podría sacarlas, en el frente seguro nos estarían esperando y claramente por la puerta trasera también.
Corrí hacía el baño y observe como dos lobos peleaban, ambos lanzaban mordiscos sin parar.

Pero no podía quedarme, tenía que llegar a Azul cuanto antes, volví a la sala y tomé a la pequeña entre mis brazos, tenía que sacarla de aquí y tenía que ser ahora.
No dejaba de debatir hacía adonde podía ir, cuando uno de los lobos aulló de dolor. No entendía mucho al respecto, pero imaginaba que uno de los dos había acabado con el otro. Solo rogaba que Laura haya sido la vencedora.

Apretando a Azul contra mi pecho, caminé con cuidado hacía el baño, encontrándome con una horrible escena, la cual parecía ser de una película de terror.
El lobo jugaba con el cuerpo de Laura, lo sacudía de un lado a otro, como si este fuera solo un trapo, algo sin valor.

Empecé a retroceder, tratando de no llamar su atención, pero fue en vano, ya que no tardo en levantar la cabeza hacía mi. Sin esperar más tiempo, empecé a correr, abriendo la puerta principal y saliendo al jardín.
Si allí había alguien, se estaba ocultando muy bien, ya que no lo veía y no lo escuchaba, solo podía oír al que venía detrás de mi. Una vez que llegué a la calle, me sorprendí al casi ser atropellado por un automóvil negro, pero más me sorprendió cuando la ventanilla se bajo y la cara del socio de Gael apareció.

—¡Sube ahora! ¿Qué mierda estas esperando idiota? —ordenó y no tarde en obedecer su orden. No sabía porque estaba aquí, pero daba gracias por verlo. —¿Cuántos había?

—Solo vi uno, pero creo que podrían ser muchos más.

—¿Y por qué lo crees? —lo observé, aún no confiaba en él, no confiaba en nadie. Por lo que no sabía si debía contarle las cosas que sabía.

—Nos están cazando, asesinaron a Laura, solo les falto yo. —y azul, pero no se lo diría.

—¿Quién es Laura?

—La madre de mi hija.

—¿Hija? —preguntó en un tono un poco demasiado alto.

—Sí.

—Nadie mencionó una hija. —eso de cierta manera me alerto. ¿Quién lo había enviado?

—¿Quien tendría que haberlo mencionado?  —inquirí, dándole una mirada dudosa.

—Gael, cuando me llamó para pedirme que me encargue de tu seguridad. —suspiró y apretó el volante con fuerza. — Seguro debes estar enterado de que tu amiga esta siendo buscada por personas un poco especiales.

—Si claro. —bufé y acomodé a Azul para que estuviera más cómoda. —Hombres lobo querrás decir. Sé todo sobre ellos.

—¿Lo sabes?

—Sí, lo sé.

—Entonces cuéntame.

—Es una larga historia. —bueno no tan larga, pero quizás eso menguara su curiosidad.

—Pues es mejor que empieces a hablar entonces, ya que al parecer pasaremos mucho tiempo juntos.

Él no sabía en el peligro que se metería al no escapar de esto ahora que aún podía.

Pocas pulgas    Donde viven las historias. Descúbrelo ahora