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Cedric

No podía creer que se atrevieran a ocultarme algo tan grave, se trataba de la salud de mi madre. Podía entender que no quisieran preocuparme, pero tenía derecho a saberlo.
En cuanto Aysel me lo dijo, no podía creer que mi madre estuviera internada, ella siempre había tenido una jodida salud de hierro. No sabía que diablos le ocurría, si era grave o algo leve, pero oraba porque nada malo pasará

Manejaba al hospital, lleno de enojo, con mi padre, con Benjamín, con Summer y con cualquiera que supiera y no me lo hubiera dicho. Esta vez, se habían pasado.

—Ya cálmate Cedric, si sigues manejando así, nosotros también terminaremos ingresados en ese bendito hospital y no se tú, pero yo no tengo ganas de pasar unos días allí. —no voltee a mirar a Aysel, aunque ella lograba calmar a la bestia, esta vez no estaba resultando muy bien.

—No digas tonterías, conduzco desde hace años y jamás tuve ni un solo accidente, no empezaré ahora. —ella venía conmigo y ella era mi prioridad. No se lastimaría.

—Espero que no empieces ahora. Por favor Cedric, baja la velocidad.

La miré y decidí que debería hacerlo, disminuí solo un poco la velocidad, pero no demasiado, tenía la urgencia de llegar y saber que sucedía.
El hospital no estaba cerca, por lo que debía apurarme, pero Aysel tenía razón, con ella en el auto debía ser cuidadoso.

—No puedo creer que no me dijeran algo tan importante, es mi madre. ¿Qué mierda estaban esperando? —pregunté en voz alta, más para mi que para ella.

—Tranquilo, de cierta manera los entiendo…—¿Qué los entendía? ¿De qué lado estaba ella?

—¿Entiendes que me ocultaran algo tan importante? ¿Es enserio Aysel? —apreté el volante, sintiendo como mi ceño se fruncía.

—No me gruñas, aún no me caes del todo bien y el que te aceptara como compañero, no quiere decir que no pueda enviarte a la mierda, idiota. —perfecto, ella se ponía de su parte y se molestaba conmigo, cuando debería ser al revés. —Solo digo que puedo entender que no quisieran preocuparte, sé que es tu madre y es obvio que te vas a preocupar. Pero Benjamín tenía razón al decirme que de haberlo sabido, habrías comenzado tu camino hacía allí. Mírate sino, estas violando varias señales de trafico, como un verdadero demente, y eso que sabes que ahora esta siendo atendida y que la tienen controlada.

—¿Y tú en mi lugar no lo harías? No seas hipócrita Aysel, de estar Carmen internada, nada te detendría de llegar a ella.

—Nunca dije lo contrario, solo estoy tratando de que entiendas que lo hicieron por una razón. Se preocupaban por ti Cedric, estas lejos y no podías estar allí en un abrir y cerrar de ojos, como si ellos estuvieran aquí.

—En eso tienes razón y es mi culpa , nunca debí alejarme de la manada, ellos me necesitan.  ¿Qué  clase de alfa abandona a los suyos?  Mi deber es ver por ellos, procurarlos, pero cómo lo haré a tantos kilómetros.

Nunca debí alejarme, mis padres me necesitaban allí, debí quedarme y estudiar en la universidad de la manada en lugar de venir a la ciudad. Fui demasiado egoísta al solo pensar en mi y ahora veía las consecuencias de mis actos.

—Tú no los abandonaste, tienes derecho a formarte profesionalmente. Tus padres quieren verte estudiar, ellos jamás te hubieran pedido que te quedes y dejes tus sueños.

—¿Mis sueños? No importan ahora, lo único que me importa es mi madre, que se encuentre bien. Quizás si yo no hubiera venido y me hubiera quedado allí, mi padre la hubiera traído a la ciudad mucho antes.

—No hagas eso Cedric, no te culpes. Esto no es culpa de nadie, en serio necesitas calmarte. —comenzó a acariciar mi hombro, pero nada haría que la culpa se esfumara de mi.

(***)

—Buenas tardes ¿En qué puedo ayudarlos? —Preguntó la recepcionista sin apartar la mirada de la computadora.

—Estamos buscando a la paciente Megan Williams.

Luego de unos momentos de buscar, finalmente dio con la habitación en la que se encontraba mi madre. Estaba en la 345, por lo que no me detuve hasta llegar al ascensor. Aysel venia junto a mi, pero se encontraba molesta, se notaba que no le había gustado el intercambio en el auto.
A mi tampoco me gustaba, al contrario, ahora me sentía incluso peor, pero en ese momento me sentí atacado.

—Ahora la veras, pero por favor Cedric, no armes una pelea con todos. Las discusiones es mejor guardarlas para otra ocasión y otro lugar.

No dije nada, no tenía nada que decir, no podía prometerle no discutir o reclamarle a los demás, pero lo intentaría.
Sabía que estaba incomoda con la situación, ella no quería que asumieran cosas de nosotros, como que estábamos juntos. Esta situación nos exponía frente a  todos y no podía ser empático, una vez más estaba siendo egoísta.

Cuando llegamos al pasillo, Benjamín fue el primero en verme y venir hacía mi.

—Ella esta bien, no fue nada grave , gracias a la Diosa. —su tranquilidad me lo confirmaba, pero no sabía si confiar en él. —Solo fue apendicitis, pero ya la operaron.

—¿Puedo verla?

—Ahora tu padre esta hablando con el médico, cuando regrese nos dirá si ya puede recibir visitas. —Asentí y me encaminé a una de las paredes alejadas de ellos.

—¿Dónde estabas? Estuvimos llamándote y no podíamos comunicarnos.

—No trates de dar vueltas las cosas Laurie, sabían muy bien en donde me encontraba. Pero ¿Por qué esperaron para decirme algo así? No hablo de dos o tres horas, que seguro es el tiempo que trataron de comunicarse conmigo, hablo de los tres días en los cuales mi padre venía hacía aquí con mi mamá porque se sentía mal. ¿No pensaron que me gustaría saber algo así?

—Cedric…—empezó, pero no tenía nada que decir, ella en mi lugar estaría peor.

—Ahora no Laurie, estoy aguantando las ganas de decirles lo que pienso de cada uno, así que no me provoquen. Esto no lo hago por ustedes, sino porque no quiero armar un escandalo y preocupar a mi madre.

Ella estaba por responderme, claro que lo haría, necesitaba tener la última palabra, pero Aysel se acerco a ella.

—Laurie, mejor ven conmigo, necesita un momento a solas para calmarse. —a pesar de resistirse, Aysel logró alejarla, llevándola con los demás.

Ella tenía razón, debía calmarme, pero no sucedería hasta que no viera a mi madre.



Pocas pulgas    Donde viven las historias. Descúbrelo ahora