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Faith


Había sido una tonta, aunque no estaba dispuesta a admitirlo. Pasar la transformación sola, fue una verdadera mierda, justo como Nika me había dicho.
No es que no hubiera confiado en lo que él me dijo, era mi cuñado y lo adoraba, ya que desde que él llego mi hermana es mucho más feliz y eso es algo que siempre le agradeceré. Pero creí que sería lo suficientemente fuerte como para no necesitar a nadie.

Fui tan ingenua y era por ello que ahora me encontraba verdaderamente adolorida. Pero podría soportarlo, claro, después de un analgésico.
Esto no era nada, el dolor físico pasa, pero si les permitía venir, no podría superar el dolor del alma. No quería admitirlo, ni siquiera a mi misma, pero temía que Gael apareciera. Tenía tanto miedo de resucitar todo lo que sufrimos, y ahora que estaba saliendo adelante, no quería retroceder.

Había pasado un año, me encontraba a mitad de terminar mi último año de secundaria, cuando todo cambio. El día que él terminó conmigo, fue como si me arrancará el corazón y lo rompiera frente a mi. Totalmente horrible.
Pero no podía culparlo o guardarle rencor, no era tan hipócrita. Cuando lo nuestro comenzó, ambos sabíamos que existía la posibilidad de no ser compañeros y ahora mirando atrás, él solo me dejo para no lastimarme de más. Sin embargo, el dolor que sentí, aún estaba dentro. Pero no era culpa de ninguno, imaginaba que al igual que yo me sentía mal, también él lo hacía.

Es por eso que me niego a ser una loba, no quieto tener que aceptar a alguien porque el destino así lo quiere. Quiero ser mi propio destino y elegir a quien me acompañe y me quiera.
Lo malo es que para hacer esto realidad debí alejarme de todos, mis amigos, mis padres y sobretodo de él.

Empezar en la ciudad, sola, fue una mierda, pero ahora que los meses habían pasado, logré adaptarme. Me había mudado a la residencia de estudiantes y compartía apartamento con Simona, una chica del interior al igual que yo.
A diferencia de mi, ella pasaba más tiempo con el idiota de su novio, que haciendo algo útil. No estoy en contra de las relaciones, soy feliz cuando los demás encuentran el amor, pero estoy segura de que Dante esta golpeándola.

Con el pasar de las últimas semanas he visto moretones en sus brazos, que inútilmente trata de cubrir con mangas largas y maquillaje. He intentado convencerla de dejarlo, pero ella excusa todo con haberse caído o golpeado con algo. Ni un niño de diez años creería eso, pero no insistía, no quería presionarla, ella era mi única compañía aquí.
Sin ir más lejos, esta misma mañana, antes de salir camino al trabajo, la encontré y no pude dejar de observar como su blusa a rayas se había levantado, revelando un enorme moretón violáceo, adornando su cadera. Cuando me vio, comenzó a cubrirse, pero aunque lo tapara no se borraría, al igual que la hinchazón y el rojo de sus ojos. No debía ser adivina para saber que había llorado por haber peleado con Dante.

Ahora camino al apartamento, solo esperaba no tener que encontrarlo, era difícil retener las ganas de romperle la cara.
A pocos pasos, mi teléfono comenzó a sonar y metí la mano en mi bolso, sacándolo para responder.

—Hola papá, te prometo que estoy bien. —sabía que se encontraría preocupado, era mi transformación y en lugar de pasarla en familia, me encontraba sola.

—¿Dolió mucho pequeña? Y no trates de mentirme, recuerda que pase por lo mismo. —no quería preocuparlo, pero me estaba doliendo todo, solo quería llegar y recostarme.

—Un poco, nada que un analgésico no pueda solucionar. Ya no te preocupes papá, estoy caminando a casa, ahora me acostaré y mañana estaré mejor.

O eso esperaba…

—Debimos estar contigo, apoyándote como la familia que somos.

—Es mejor así, además ahora que ya paso, no tengo que volver a hacerlo.

—Faith…

—Estoy orgullosa de ser tu hija, pero no quiero ser una loba. No pude evitar lo que sucedió, pero puedo elegir no volver a convertirme. —además con el dolor que sentí, no tenía ganas de repetirlo.

Él suspiró. — Con el tiempo comprenderás que hay cosas de las que no puedes escapar. Confía en mi, también traté de dormir a mi lobo y no pude.  

Nuestras historias eran diferentes, él había pasado por la muerte de su primer esposa, algo que no podía ni siquiera imaginar. Pero el encontrar a mamá le dio la determinación para volver a ser quien era.

—Eso el tiempo lo dirá. —llegué a la puerta del apartamento y la encontré abierta. No entendía que había sucedido, quizás Simona olvido cerrarla. —Te amo papá, hablamos mañana.

—Descansa cariño. —en cuanto terminé la llamada, dude entre guardar el teléfono o mantenerlo en mi mano. Algo me decía que sucedía algo malo. Llamémosle sexto sentido o paranoia.

Dentro, varios de los muebles estaban tirados y destrozados, como si un tornado hubiese pasado y dejado los estragos. Seguí el rastro del desastre hasta el cuarto de mi amiga y dude si ingresar o quedarme aquí plantada y llamar al portero.
No sabía que podía esperarme detrás, esperaba que nada. Esperaba que Simona hubiese salido y en serio olvidado cerrar la puerta, incluso prefería que un ladrón haya entrado a robar y no lo que mi cabeza estaba imaginando.

 —¿Simona? —pregunté ingresando de a poco en su habitación. —Por favor no estés aquí, por favor no lo estés.

La luz se encontraba apagada, y aunque presione el interruptor, este simplemente no se encendía. Solo veía formas, gracias a la poca luz que venía de la sala.

—Simona, por favor no juegues, no es divertido. —me acerqué cuando vi sus piernas sobre la cama. —¿Tienes idea del susto que tenía?

Entonces encendí la lámpara de su mesa de noche y lo perdí, perdí todo el maldito aire que había en mis pulmones.
Me tiré hacía atrás, chocando con el mueble y cayendo sobre una pila de ropa amontonada.

No podía dejar de ver, sentía que era una alucinación. Pero cuando la comprensión se abrió paso en mi preocupada cabeza, no pude evitar gritar.
Crecí siendo la hija de un comisario, se suponía que debía estar preparada para esto, pero nunca había visto un cadáver. Claro esta que no esperaba que el primero sea el de mi nueva amiga y compañera de apartamento.

Pero así era, ella se encontraba acostada boca arriba, con las piernas y brazos extendidos a los lados, ella parecía que estuviese dormida. Pero no. El cuchillo enterrado en su pecho y la cantidad de sangre en esté, me decía la verdad.
El ruido chillante en la habitación se repetía una y otra vez, mientras un par de ojos verdes sin vida me miraban, entendí que el ruido lo provocaba yo. Estaba en shock, no podía parar, no me podía mover.

Creí que era valiente, creí que era fuerte, pero no estaba lista para esto. Mucho menos cuando levante mis manos y las encontré llenas de sangre. Llenas de su sangre.

Pocas pulgas    Donde viven las historias. Descúbrelo ahora