19.

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Jonás

 

La mañana no había comenzado como esperaba. Mis planes eran despertar junto a Faith y quedarme con ella, al menos, hasta mediodía antes de ir a trabajar. Pero al parecer mis compañeros no querían lo mismo, ya que a las ocho y media habían comenzado a llamar, para solicitar mi presencia inmediata en la comisaría.
El cartel al cual estábamos investigando, había descubierto a dos de los infiltrados, acribillándolos y exhibiéndolos en mitad de la plaza principal.

Los jefes estaban molestos, los demás oficiales y sobretodo yo, también, ya que últimamente todo parecía venirse abajo.
Tenía al bastardo que no dejaba de perseguir a mi compañera, un maldito que se ensañaba con sus victimas y al que no le permitiría llegar a Faith. Por otro lado, Sosa y los suyos solo seguían burlando nuestros intentos de exponerlos, siempre parecían ir un paso por delante.  

—Dicen que el amor nos hace felices, pero por tu rostro amigo, veo que es una puta mentira.

Daniel no tenía manera de saberlo, pero hoy, no tenía humor para sus tonterías.
Me habían frustrado los planes, arruinado lo perfecto de la mañana  y dado pésimas noticias. Ni siquiera la magnifica noche podía ayudarme a sobrellevar este infierno.

—También dicen que el silencio es una virtud, pero veo que no conoces el significado de ello.

—Oye, oye, bájale al mal humor.

Suspiré y volví a reordenar los papeles frente a mi. Daniel tenia razón, debía empezar a tranquilizarme, no ganaba nada cabreándome con el mundo.
Pero mientras repasaba uno a uno los informes, un nombre se repetía y sabía que no podía ser casualidad. Aldo Morgan, no solo había estado presente la noche del asesinato de Orlando, quedando como un testigo visual de la escena, sino que también aparecía hace dos noches a pocas calles del apartamento de Faith.

Podía ser una casualidad y en verdad estarse dirigiendo al bar “Little sin”, pero con todo lo sucedido, no estaba mal dudar un poco.
Aún vacilando un poco, escribí “Morgan, Aldo” en la barra de búsqueda  de la base de datos nacional. Cuando la información empezó a aparecer frente a mi, no pude evitar quedarme congelado, ante la cantidad de antecedentes que tenía.

¿Cómo es que nunca lo habíamos investigado? ¿Qué diablos había nublado nuestra visión para no verlo como un maldito sospechoso?
Los cargos contra él no dejaban de sumarse, aunque no pasaban de robo a mano armada, estafa y venta de estupefacientes. Ninguno lo vinculaba ni a Sosa, ni a Faith, al menos hasta que apareciera el último ítem.

Hace dos meses se había presentado una denuncia por su desaparición, a nombre de Cristina Schütz, su esposa. Esta, había asegurado que venían recibiendo amenazas y acusaba directamente a Leopoldo Sosa, pero no había mucha información al respecto. Alguien al parecer, había hecho un buen trabajo escondiendo todo esto.

—Quiero que me traigan a Aldo Morgan. —declaré, atrayendo la atención de varios oficiales a mi alrededor. —No me importa lo que deban hacer, pero lo quiero hoy mismo en la maldita sala de interrogaciones. ¿Entendido?

Hubo un sonido colectivo de afirmación. Al menos ahora las fichas estaban empezando a ponerse en su lugar.

—¿Qué pasa con el tal Morgan? No recuerdo haber leído sobre él en los informes. —Daniel se paró detrás de mi, mirando directamente a mi pantalla.

—Un testigo recurrente, demasiado, para seguir siendo casualidad.

—¿Crees que tuvo algo que ver con lo de Cruz?

—No lo sé, pero quiero averiguarlo y para eso, necesito verlo cara a cara.

—Esto esta saliéndose de control, cada día es una cosa nueva. Tenemos que atrapar a los malditos antes de que terminen con nosotros.

 —No puedo creer que después de tantos años tengas miedo.

—No temo por mi, sino por mis seres queridos. No se que haría si un día me despierto y me dicen que estas basuras han ido por mi madre o por alguna de mis hermanas. —podía entender eso, no soportaría que tocaran a los míos, podría matarlos si lo hicieran.

—En eso tienes razón. —Dije y continué la investigación.

Un rato despues me levanté de mi asiento, quería comprobar a Faith, saber que estaba bien. Talvez la conversación con Daniel despertó mi lado protector y sentía esa imperiosa necesidad de saber de ella.

—¿Estas decidido a no dejarme dormir? —escuchar su voz adormecida, me tranquilizó.

—Me gusta verte despertar. ¿Pero dormías?

—Sí. Mis padres salieron a comprar algunas cosas y hoy no trabajo, así que aprovecho. ¿Tú cómo estas?

—¡Gutiérrez! —giré para ver a Montenegro esperándome en la puerta.

No tenía ni siquiera cinco minutos de paz, cada vez me convencía más.
Le hice un gesto y esperé a que vuelva a entrar.

—Estresado. Parece que todos se han puesto de acuerdo para joder mi día, no me dejan respirar, pero este es mi trabajo.

Algunos días eran tranquilos y otros como hoy, eran una verdadera mierda.

—Lo siento, la verdad es que me gustaría ir a ayudarte, pero quizás sea un problema más.

—Nunca serás un problema, pero concuerdo contigo en que no sería conveniente venir. —Pude escuchar su suspiro a través de la línea y desee estar allí con ella. —Debo volver, te llamo más tarde Faith.

—De acuerdo, estaré esperando. —y sin dejarme decir algo más, me colgó.

Sin poder evitarlo mis labios se extendieron en una sonrisa, nunca terminaría de descifrar el comportamiento de Faith. Cuando creía haberlo hecho, me demostraba que me equivocaba.
Entonces recordé la interrupción de Montenegro y volví a entrar, buscándolo con la mirada entre todos los oficiales. Cuando pude dar con él, me dirigí a saber para que me buscaba.

—No te gustará. —dijo cuando llegue a él.

—¿Y ahora qué? —Ya me estaba cansando de escuchar excusas, negativas o malas noticias. Necesitaba una maldita certeza.

—Encontramos a Morgan.

—Perfecto. ¿Ya esta en interrogatorios?

—No.

—¿Qué quieres decir con no? ¿Se negó a venir? Pudieron traerlo de todas maneras, no sería la primera vez.

—No pudo negarse. Llegamos a la dirección que figuraba, ya sabes la que nos dio hace dos noches. Se suicidó. —al ver que no dije nada, continuó. — Lo encontramos colgado en el baño.

Eso me hizo comprender tres cosas, la primera, no me equivoque al creer que Morgan participaba de estos hechos. La segunda, no sabía si el asesinato de Simona Ortega tenía algo que ver, pero el último atentado al edificio de Faith, fue organizado por Sosa y los suyos. Y tercero, volvía a estar en cero, ya que no podía interrogar a un muerto.

Pocas pulgas    Donde viven las historias. Descúbrelo ahora