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Rubí





Suaves besos eran esparcidos por mi espalda, dándome tantos placenteros y deliciosos escalofríos, por donde pasaran.
 Yacía sobre la cama, boca abajo, con él a mi lado. Su cuerpo me transmitía una calidez, que hacía que no tuviera ganas de moverme. Esto de seguro es a lo que llaman un maravilloso despertar.

—Buenos días terremotito. —gemí al escuchar su voz. Era como si con ello también pudiera acariciarme, del mismo modo que su boca acariciaba y besaba mi piel.

—Buenos días. ¿Qué hora es? —pregunté, frotando el sueño de mi rostro.

—Aún es bastante temprano.

—¿Y por qué me despiertas? —su respuesta pinchó contra mi muslo. Él quería más sexo.

Su mano no tardó en comenzar a acariciar mi entrepierna, sus dedos ahora mojados, trazaban círculos, acariciaban y se hundían sin piedad. Si esta era su forma de despertarme, me tendría aquí cada noche.
Cuando su mano se retiró, su brazo tomó mi cadera y me levantó, poniendo debajo de esta una almohada, logrando que mi trasero quedara bastante elevado.

Me agarré con fuerza de las sábanas cuando volvió a tocarme, era inútil tratar de describir cada sensación que su toque me causaba, solo me dejaba ser, disfrutaba de ello, como si pudiera acabarse en cualquier momento.
No pude evitar gemir decepcionada cuando alejo su mano, pero rápido me calme al escuchar el crujido del preservativo. No podía decir que desde atrás fuera mi posición preferida, pero cuando su pene toco mi vagina, me presioné con fuerza contra él, deslizando todo su miembro dentro de mis canales.

Sentí sus manos acariciar mi espalda, antes de que comenzara a moverse.
Lo sentía jadear detrás de mi, entrando y saliendo rápidamente, mientras seguía aferrándome a la tela, como si fuera un salvavidas.

—Eres una chica golosa en las mañanas. —Gael no dejaba de entrar con fuerza en mi.

—Tú solo sigue moviéndote así, no pares. —gruní, quizás demasiado fuerte, haciéndolo reír.

Sus manos se aferraron a mi trasero y comenzó a moverse más rápido y con más fuerza, haciendo que él nudo en mi interior comenzará a formarse. Estaba cerca, faltaba poco para que estallé nuevamente.
Lo sentí extenderse sobre mi, mordiendo mi lóbulo y me vine un minuto después, gritando su nombre.

—¿Lo ves terremotito, puedo cuidarte muy bien? —Dijo saliendo de mi.

—¿A dónde quieres llegar? —estaba recuperándome de los espasmos del orgasmo, pero no soy tonta, él estaba tratando de decirme algo.

—Solo quiero que me des unos días. Mira Rubí, podemos ir a mi pueblo y allí estarás segura, solo por unos días. Luego volveremos y podrás volver a tu rutina. —se acostó a mi lado, atrayendo mi cuerpo al suyo. — Confía en que cuidaré tu seguridad del mismo modo que cuide tu cuerpo.

Si lo pensaba bien no me vendrían mal unos días, además podría saber que tanto escondían allí, no olvidaba que siempre cambiaban de tema al nombrarlo.

—De acuerdo, pero solo unos días. —cedí. Sintiéndome bien con la constante caricia de su mano.




                 (***)




—¿Entonces que dijiste? ¿Iras o no? —preguntó Lorenzo, demasiado serio y distante. 

Lo había estado llamando casi toda la mañana, pero cuando por fin respondió, comenzó a portarse así.
No sabía que lo tenía tan molesto, pero quería descubrirlo.

—Sí. Estoy convencida de que Ángela aceptará. ¿Tú qué dices?

—¿Qué digo de qué? Rubí no necesitas mi permiso para poder irte.

—¿Qué anda mal contigo? —pregunté, cansada de su malhumor.

—No es nada, solo dormí mal.

—¿Seguro?

—Sí Rubí, deja de intentar entrevistarme, soy tu amigo, no otra de tus investigaciones.

—Esta bien lo siento, pero no necesitas portarte de esa manera conmigo.

—Lo siento, no estoy de buen humor para hablar. Pero no dudes en viajar, necesitas vacaciones y alejarte un poco de la revista y de toda la mierda que esta te ocasionando. —Sin decir más nada me colgó.

Me quedé observando el teléfono con la boca abierta, él nunca me había cortado, siempre fui yo quien lo hizo.
Mordí mi labio, caminando hacia la sala, donde Gael me esperaba.

—¿Pudiste hablar con tu amigo?

—Sí, pero por alguna razón no estaba de muy buen humor que digamos. —estaba insufrible, tan diferente a como era normalmente.

—Entonces ¿Viajamos o no?

—Sí, si aún crees que es lo mejor, lo haremos. —mientras más lo pensaba era mejor, ya que también lo tendría a él. Unos días de placer y relajación, me vendrían muy bien, antes de volver al caos.

—Lo creo. Bueno, si aceptas nos vamos mañana mismo, tenemos tres días de viaje. —Lo miré, ¿Tres días? Eran bastantes para viajar sentada.

—Bueno, pero necesitaré ir a casa. Tengo que preparar mi ropa, mis papeles, mi investigación. No creas que porque la palabra vacaciones este involucrada, no me aburriré y querré volver al trabajo.

—Estoy seguro de que no tendrás tiempo para aburrirte, estoy planeando muchas cosas para hacer juntos. —no se porque, pero desee que sus palabras tuvieran doble sentido.

No tenía tiempo para relaciones estables, pero él ya sabía que solo quería sexo y apagar este deseo que sentía hacía él.
Éramos personas físicas y la química entre ambos era demasiado evidente, como para dejarlo pasar.

—Eso espero Robocop.

Pasamos las siguientes dos horas hablando de un protocolo de seguridad que él implementaría, hasta que lleguemos al pueblo. Accedí a todo, solo serían unas horas más y viajaríamos, pero a lo que no accedí fue a dejarlo ir solo a mi casa.
Él debería entender que hay cosas que una mujer debe preparar por si misma y esa es una maleta. Por ejemplo, tenía la ropa interior sexy, que sin dudas iría a la maleta y la ropa interior normal, que se quedaría guardada en el cajón del armario.

Así que no le quedo más remedio que aceptar mis términos.
Pero lo que no salía de mi cabeza, era la duda de cómo sería su pueblo. Ellos evitaban hablarme sobre él y ahora Gael decidía que lo mejor para mi era ir allí. ¿Qué lo hizo cambiar de opinión de esta manera? ¿Por qué me llevaba allí y no me hablaba abiertamente?

Eso solo me daba más ganas de conocer el dichoso lugar y ver que misterios había allí.

Pocas pulgas    Donde viven las historias. Descúbrelo ahora