2.

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Jonás




-Solo creo que deberías controlar mejor a tu equipo Alvares, si no llegamos a tiempo, esta noche hubieras perdido a tres hombres. ¿Es eso lo que quieres? -pregunté, empezando a molestarme.

Se suponía que era mi maldito día libre y no pude disfrutarlo, tenía planes, le había prometido a Elisa pasar el día con ella y debí cancelar. ¿Y por qué? Porque los únicos a cargo de una maldita guerra de pandillas, eran unos inútiles.

-Las calles estan seguras Gutiérrez, ¿No es lo que todos quieren?

¿Es que acaso era imbécil? ¿No se daba cuenta de todo lo que estaba sacrificando?

-¿A que costa? ¿Prefieres sacrificar a tus hombres en lugar de pensar bien tu plan? Inepto, no entiendo como demonios llegaste al lugar donde estas. -cansado de seguir hablando con Alvares, voltee a los otros dos oficiales en la oficina. - Ustedes dos, vayan a visitar nuevamente a la novia de Sosa, vean que pueden sacarle. No sé que se inventaran, pero motívenla a que abra la boca.

Froté mi frente, sintiendo como el dolor comenzaba a instalarse justo en el medio.

-No puedes ordenarles nada a mis hombres, ahí tienes a los tuyos para que hagan lo que quieras. -no le preste atención, mi mirada seguía puesta en la pizarra frente a mi. En ella estaban las fotos y los últimos movimientos del grupo que investigábamos. -¿Acaso estas prestándome atención?

-No. La verdad no tengo tiempo para tus tonterías, por si lo olvidas esto es tu trabajo, concéntrate. -preferí dejarlo solo. Me daba igual lo que pensará, yo haría lo posible por salir de aquí cuanto antes.

Caminé hasta mi cubículo, empezando a marcar el número que siempre me calmaba cuando, nuevamente me vi frustrado.

-Agente Gutiérrez, recibimos un llamado de la residencia de la universidad Romstay, un aparente homicidio. -pase la mano impacientemente por mi cabello y asentí.

-De acuerdo. -arrastre la silla, levantándome. -Robles y Santillán, vengan conmigo.

Odiaba los crímenes universitarios, siempre eran lo mismo, un par de chicos pasados de drogas o alcohol. Rara vez también se trataba de un robo o un despecho. Pero significaba gritos e histeria, justo lo que el dolor de mi cabeza necesitaba.
Quería pasar más tiempo con Elisa y Julián. Desde que mi hermana enviudo no había vuelto a ser la misma y en vez de pasar tiempo con ella y mi sobrino, estaba esclavizado en el trabajo.

Me sentía responsable y la culpa podía ser la peor mierda que enfrentar. Como cada vez que veía a mi sobrino y en él veía a su padre, al cual no pude cuidar.
Orlando no era un lobo, a diferencia de mi hermana y de mi. Y aunque le había prometido a ella que nada le pasaría, basto solo un breve descuido para que los hombres de Sosa terminaran con él. No olvidaría ese día, no olvidaría el dolor y la decepción cuando me toco darle la noticia, era algo que aún ardía en mi pecho.

Pero ahora debía concentrarme en descubrir que había sucedido con estos chicos. Esperaba que no fueran integrantes de ninguna fraternidad, esas chicas veían diversión en crear falsas denuncias.
¿Qué le veían de divertido? Solo ellas lo sabían.

-Solo espero que no sea una maldita broma. Esta vez no dudaré en arrestarlas. -Me quejé, apoyando la cabeza en el asiento. Tenía que tomar algo y rápido.

-Seguramente es la intención con estos llamados, que las esposes. -intento bromear Santillán y si no me doliera la cabeza, me hubiera parecido divertido.

Bufé y restregué mis ojos. -Con este maldito dolor que tengo, les conviene no provocarme.

-Por lo que escuche este es real, una chica fue apuñalada. Y para que conste, no es una fraternidad.

-¿Qué más sabes Robles?

-No mucho, solo que la encontró la compañera de apartamento y que aún esta en shock. Eso nos informó el guardia de seguridad al llamarnos.

-Ella puede ser una sospechosa, céntrense en sacarle la mayor cantidad de información posible. ¿Me escucharon?

Ellos asintieron y pasaron el resto del viaje en silencio, algo que agradecía.
Al menos hasta que llegamos y vimos que el lugar era lo más parecido a un hormiguero y varios adolescentes curiosos estaban aglomerados, dificultándonos el paso.

Cuando finalmente pudimos ingresar, me encontré con varios oficiales dando vueltas por el edificio.
Esperaba que no solo estuvieran caminando, sino haciendo su maldito trabajo.

-¿Qué saben? -pregunté ingresando al apartamento.

-Hasta ahora sabemos que la victima se trata de Simona Ortega, veinte años. Recibió siete heridas en el torso, provocadas por un objeto punzante, el cual termino incrustado en su esternón. Es una de las inquilinas, junto a...-comprobó el anotador en su mano y continuó. -Faith Ordoñez, quien la encontró.

-¿Dónde esta ella ahora? -inquirí, paseando mi vista por el lugar.

-Ahora esta en la cocina con un oficial y un paramédico, aún no ha dicho nada, parece estar aún impactada.

-Veremos si no logro sacarle algo. -empecé a caminar hasta donde el oficial me había señalado, pero a mitad del caminó me paré en seco.

Miré a la chica que lloraba hecha una bola y olvide el dolor de cabeza, el día de mierda que había tenido, olvide incluso porque demonios estaba aquí. Solo podía observarla y aspirar el olor a almendras, que solo me indicaba una cosa. Mi compañera estaba frente a mi, destrozada, con sangre sobre ella y hasta ahora era mi única sospechosa.
Cuando llegué a su altura, conseguí que levantará la cabeza y me mirará. Estaba asustada, como un venado frente a un camión. Y no la culpaba, estaba aquí para tomarle declaración, para forzar cada recuerdo e indagar en cada cosa que había hecho. Y en caso de que sus respuestas no sean las correctas, podía detenerla.

Solo esperaba que no fuera una asesina. No quería arrastrar a mi compañera a una celda sucia y fría.

-Faith Ordoñez, soy el oficial Jonás Gutiérrez y necesito que comiences a hablar. -al ver que seguía mirándome sin emitir sonido o movimiento, les hice un gesto a los demás para que salieran y me acerqué a ella, provocando que saltará en el lugar. -Muy bien cariño, esta es la cosa, estas cubierta de la sangre de tu amiga y a menos que me des una buena explicación, no me quedará más remedio que arrestarte ¿Entiendes eso?.

Ella pareció salir del trance en que se encontraba y negar, antes de alejarse un poco de mi.

-No vuelvas a llamarme cariño. Entiendo lo que sucedió, pero yo no soy la culpable. ¿Estoy cubierta de sangre? Por supuesto que lo estoy, caí sobre el charco en la habitación, sino mira mi espalda. -caminé hasta poder mirar su espalda y vi que decía la verdad. -Conozco el procedimiento, solo estoy un poco impresionada. Ella era mi amiga y quizás si hubiera llegado antes podría haber hecho algo. Creo que voy a vomitar.

La vi intentar ponerse de pie, antes de volver a caer en la silla. No había duda que ella estaba en verdad destrozada o era una magnifica actriz.
No me importaba, solo podía concentrarme en su olor y en luchar con las ganas de tomarla en mis brazos.

-O quizás no... -volvió a decir poniendo una mano en su frente.

-No me gusta tener que hacer esto en este momento, pero necesito tu declaración.

-Hazlo. -dijo suavemente.

-Dime lo que paso. -ordené y esperaba en verdad que no tuviera nada que ver. Dudaba poder encerrarla, no cuando la veía tan frágil, a pesar de querer mostrar otra cosa.


Pocas pulgas    Donde viven las historias. Descúbrelo ahora