27.

4.4K 654 26
                                    

Faith





Luego de que dispararan a la cabeza del hombre frente a mi, todo a mi alrededor se volvió un caos. Fue como si alguien hubiera activado alguna alarma de incendios y todos trataran de salvarse, corrían, empujándose unos a otros.
Pero luego vi, que en realidad corrían buscando armas con las cuales devolver el ataque.

Sosa se encontraba agachado a pocos pasos de mi, clavando su mirada envenenada directamente en mi. Sabía que me culpaba por esto y seguro que era responsable, ya que no habrían venido todos estos policías, si no fuera la compañera de Jonás.
No era tonta, vi como muchas veces mi padre prefirió no exponer a sus hombres por una rehén, era lo que llamaban un daño colateral. Pero en este caso, no iban a elegir perderme, aunque eso les costará.

Lo malo de esto es que mientras el fuego cruzado comenzaba, yo seguía atada en un rincón de este frio lugar, expuesta a ser alcanzada por las balas. Claro, si Sosa no disparaba directamente hacía mi, antes.

―Tiren las armas ahora. Los doblamos en número y no dudaremos en ponerles una maldita bala, antes de que traten de sorprendernos. ―escuchar su voz me daba tranquilidad, aunque sabía que estaría en serios problemas cuando me sacara de aquí.

No solo debería escuchar el regaño que me tenía preparado, sino también luego debería escuchar lo mismo de mis padres.
Pero ahora no me importaba, solo quería que me saquen de aquí.

―¡Miren a quien tenemos aquí, la policía local! ―dijo Sosa, sonando algo molesto, pero también divertido. ―Pero se olvidan de algo, no importa cuantos sean, nosotros tenemos a la chica. De haber sabido cuan importante era, hace tiempo hubiera callado para siempre esa maldita boca suya.

Sentí a alguien caminar hacía mi y ponerse a desatarme. Al principio creí que se trataba de Jonás o alguno de los suyos, pero esa creencia murió, cuando un brazo aprisionó mi cuello y el frio metal del arma, tocó mi cien.
Cualquier movimiento que hiciera en este momento significaría una muerte segura, pero no podía seguir sin hacer nada. Traté de golpear con mi codo a quien me sostenía, pero aún no estaba del todo recuperada y mi golpe fue algo lamentable, que lo único que ocasionó, fue que este me golpeará con la culata del arma.

―¡Quieta perra! ―gritó en mi oído, mientras yo gemí adolorida ―¿No crees que has ocasionado suficientes problemas?

―¡Vuelve a tocarla y te arrepentirás! ―gruñó mi compañero hacía mi atacante, pero eso solo provocó que el ataque volviera a comenzar.

Mientras los disparos volvían a sonar, estaba siendo arrastrada fuera del lugar.
No sabía a donde me estaban llevando, pero sabía que no quería ir. Pero todos mis intentos por resistirme eran inútiles, seguía débil y eso se notaba.

Grité, cuando una bala me rozó en el brazo. Quizás no fuera destinada hacía mi, pero estábamos en medio de una lluvia de balas que de seguir así nos matarían. Algo que comprobé, cuando de golpe caí hacía atrás, arrastrada.
Cuando voltee el hombre que me sujetaba tenía un disparo en el cuello, al parecer tampoco había sido tan ágil para evitarlo.

Me comencé a arrastrar con intención de ponerme a salvo, hasta que esto cesara, pero mientras lo hacía alguien me levantó del cabello haciéndome gritar.

―¿A dónde crees que vas? ―la voz malhumorada de Sosa se clavo en mi como un cuchillo. ―Me has ocasionado muchos problemas, antes y ahora, pero si yo caigo tú te vienes conmigo.

―Si me llevas, nunca te dejaran salir de aquí.

―Lo harán, después de todo han organizado toda esta fanfarria solo por ti.

Él podía tener razón, pero podía darse una tormenta de nieve en el infierno, antes de que Jonás lo dejará salir conmigo de aquí.
No iba a seguir diciéndoselo, porque estaba convencida de que no me escucharía. Pero mientras caminábamos hacia la salida, mi compañero se paró frente a nosotros, con una expresión de furia y no sabía si el destinatario de este enojo era Sosa o yo.

―Suéltala Sosa, no vas a salir de este lugar. ―Jonás no me miraba, solo apuntaba hacía mi, ya que Sosa estaba usándome como escudo humano.

―Si no salgo, ella tampoco lo hará. ¿Estas dispuesto a sacrificarla?

Por primera vez mi mirada chocó con la de Jonás y negó hacia mi. No sabía si trababa de decirme que no haga nada, que no estaba en peligro, que no me asuste o que no podía creer que hubiera hecho lo que hice. Sea lo que sea, comprobé su enojo conmigo.

―No lo estoy. ―fue su única respuesta antes de escuchar el disparo.

Cuando Sosa cayó, empecé a mirar a los lados, encontrándome a Daniel a nuestra espalda.
Respiraba agitada como si hubiera corrido en una maratón, pero solo era por la seguridad de que finalmente todo había terminado. Volvía a ser libre, ya nadie estaría detrás de mi y sobretodo, ya no estaba secuestrada.

―¿Están bien? ―Preguntó Daniel.

Negué, asentí y volví a negar. No sabía que hacía, pero si no salía ya mismo de aquí comenzaría a llorar y no quería hacerlo.

―Lo estoy, aunque Faith esta bastante lastimada. ―respondió Jonás, aunque no me hablaba a mi, sino a su amigo. ― No esperaré a la ambulancia, la llevaré ahora mismo al hospital.

―Creo que es lo mejor. Tranquilo, nos encargaremos de esto.

No los miraba aunque fui consciente de que Jonás caminó hacía mi y se paró solo a un pie de distancia.

―Vamos Faith, deben atenderte. ―me comenzó a guiar hasta su auto.

―Estoy bien, no hace falta ir al...―empecé a decir una vez que estuvimos dentro.

―No digas que no hace falta ir al hospital, estas gravemente herida. ―traté de mirarlo a los ojos, pero él evito mi mirada, mientras arrancaba el auto.

―Jonás...

―No digas ni una maldita palabra Faith. Si a ti no te importó escucharme antes, a mi no me importa lo que tengas que decir ahora. ―entonces apretó un botón en su teléfono y lo llevó a su oído. ―La tengo, no esta mal, pero esta herida, la llevaré al hospital y luego a mi casa. Mañana temprano la llevaré con ustedes, hoy debe descansar. Los llamó luego Benjamín.

Preferí no escuchar la respuesta de mi padre, si estaba la mitad de molesto que Jonás, tendría suerte.
Pero ahora tenía un compañero verdaderamente molesto junto a mi. Uno que no sabía como contentar, ni siquiera sabía si lograría hacerlo y aunque quería explicarle porque había salido, el musculo que marcaba su mandíbula, me advertía que no era el momento.

Pocas pulgas    Donde viven las historias. Descúbrelo ahora