Rubí
Pese a lo que creí, vivir con Gael no era tan malo. Llevábamos solo una semana y me sentía más animada, más tranquila, de cierta manera un poco más descontracturada de lo habitual.
A él no le importaba que siempre despertara de buen humor, ni lo cortante que fueran el ochenta porciento de mis respuestas, cada mañana. No, él se encargaba de ponerme de buen humor con sus constante locas ocurrencias.Siempre tenía una historia diferente, que sus tíos y sus padres, hicieron esto o lo otro. Quería creerle, porque sin dudas él sonaba bastante convincente, pero algunas historias como la de su tío Robert, quien supuestamente era el padre de Uriel, el otro hombre que se encargaba de la seguridad en la revista, eran demasiado inverosímiles, que se me hacía difícil.
También tenía sus propias historias, todas adquiridas luego de renunciar a su trabajo como un policía federal. Me sorprendió enterarme de ello, es como si quisiera hacerse un nombre, al igual que yo, solo que él lo haría poniendo seguras a otras personas. Valiente y arriesgado, era una buena combinación, aunque ahora tenía otros adjetivos para describirlo. Loco, soberbio, divertido, dominante, extremista, trabajador, atento, a veces un poco fanfarrón, definitivamente extrovertido, entre otros.Pero también había contras, no todo siempre puede ser color de rosa, aunque para algunos pudiese ser bueno y no malo. Gael tenía la costumbre de dormir en ropa interior, eso es algo que descubrí la mañana siguiente que se mudara.
Recuerdo verlo parado junto a la cocina, vestido solo con un par de bóxer negros. Demonios si no morí en ese mismo instante, era imposible que alguien más pudiera matarme. Pero era tan injusto que un hombre tuviera un trasero como el de él, por lo que solo pude contemplarlo, aunque por un momento creí que perdería mi maldita lengua, no sabía si me la tragaría o esta caería hasta el suelo, ambas opciones peleaban cabeza a cabeza.Aunque mayor fue mi pena cuando me atrapo viéndolo. El muy descarado tuvo la osadía de sonreírme y guiñarme un ojo, antes de preguntarme como quería mis huevos. Debería haber sido una ironía, ya que el único desayuno que quise en ese momento era él, de la manera en que quisiera ofrecerse a mi.
—¿En que piensas pequeño terremoto? —el no imaginaba cuanto odiaba ese maldito apodo.
—¿Cuándo dejaras de llamarme así? Es muy poco profesional de tu parte. —Señalé, pero como siempre, a él no le importo.
—Mi trabajo es cuidarte y lo hago, eso me hace profesional, pero eres como un terremoto en mi vida Rubí, llegaste a ponerlo todo patas arriba.
—No es mi culpa, es más, tú te mudaste porque quisiste, yo estaba totalmente en contra.
—Pero niégame que no alegro tus días. Vamos, te aburrirías si no estuviera aquí.
Lo haría, sobretodo desde que Ángela, al enterarse a través de Lorenzo, sobre mi reciente altercado, me ordenó trabajar unos días desde casa.
Eso era algo bueno ya que tenía libertad para buscar información sin interrupciones, pero llegaba un punto en que me frustraba la falta de datos sobre estos seres y me ponía a hacer algo distinto.—Lo que sea. ¿Qué estas mirando? —Me senté a su lado, robando algunos snacks del bol sobre sus piernas.
—Dibujos animados, no me preguntes el nombre, porque no lo sé, pero son divertidos.
—Eres como un niño. —bromee, empujando su hombro con el mío.
—Me declaro culpable, pero prefiero ser un niño y no un idiota.
—También lo eres.
—Pero no tanto. ¿Te quedaras a mirar conmigo? —me miro con tanta esperanza que era imposible decirle que no.
—Esta bien, pero solo un poco porque aún tengo bastante trabajo. —le sonreí, relajándome contra el suave sofá.
—¿Y que investigas ahora? ¿Más senadores corruptos, trafico de armas, de droga tal vez? —preguntó llevando un puñado a su boca.
Era fácil distraerse observándolo, él no solo era atractivo, tenía un carisma increíble y eso era lo más peligroso para mi.
He estado con hombres atractivos y solo buscan una cosa: sobresalir aún más. Pero Gael no lo necesitaba, él sobresalía por sí solo con la locura que se cargaba.—No, ojalá fuera eso, de seguro tendría más información. Esto es, bueno es mucho más complicado ya que hay muy pocos registros y la mayoría solo parecen ser cuentos antiguos. —la frustración goteaba de mi voz, no tenía nada bueno aún.
—En mi experiencia, todo cuento antiguo esconde su verdad. —resoplé una carcajada, él no tenía idea de que estaba investigando, esto parecía ser solo un cuento para asustar a los niños.
—Me gustaría tener tu optimismo, pero vengo de días buscando algo relevante y no lo consigo. Esto es algo grande, enorme, porque puede ocultar la cura para enfermedades terminales, pero también puede ser malo y por eso esta bien escondido. Pero sin dudas será una noticia que revolucionará al mundo como lo conocemos. —conocía lo bueno y lo malo en esto, pero tarde o temprano saldría a la luz y quería ser yo quien lo expusiera.
—No tengo ni la menor idea de lo que puede ser, pero si es tan difícil de conseguir tal vez sea mejor dejarlo en la oscuridad.
—A veces me digo que debo buscar otro tema y olvidarme de este, pero entonces recuerdo lo sucedido y el bien que puede hacer y vuelvo al ruedo.
—Ya no soportó la intriga, dime de que se trata. —Lo dude unos minutos, pero ¿Qué mal podría hacer?
—Bueno estoy investigando acerca de…—fui interrumpida por el suave, pero insistente, golpeteo en la puerta. —Llevo dos años viviendo aquí y no recibo visitas, seguro es tu admiradora, ve.
Voltee, viéndolo caminar hacia la puerta y abrirla. Allí podía distinguirla a ella, aunque Gael le sacaba cerca de dos cabezas.
Me preguntaba que traería hoy. Ayer habían sido brownies y antier galletas de limón.—Buenas tardes señora bonita. ¿Cómo se encuentra hoy? —él era un maldito conquistador y no respetaba ni a las abuelas.
—Muy bien cariño, solo vine a traerte esto. Estas muy delgado, debes decirle a Rubí que debe alimentar bien a un hombre como tú. —puse los ojos en blanco, ni que fuera mi esposo para hacerlo.
—Yo se lo diré, aunque ella se preocupa por mantener satisfecho a su hombre. —la mano que cepillaba mi cabello de repente se detuvo y solo quería utilizarla en su contra.
¿Mi hombre? No tenía un maldito hombre, quisiera, pero no lo tenía.
No solo eso, acababa de decírselo a radio popular, no me sorprendería que en dos horas sea noticia nacional.—Me alegra escucharte decir eso, ahora debo volver, el señor Nuggets odia estar solo.
Espere a que se acercara a mi para mirarlo con los ojos entrecerrados.
—¿Eres mi hombre?
—¿Quieres que le explique a la cotilla de tu vecina que soy tu guardaespaldas y que quieren acabar contigo? Decirle que estamos juntos es menos peligroso. —Asentí, en eso tenía razón. Prefería que creyeran que tenía una vida amorosa buena a que supiera que querían exterminarme.
—Esta bien. Ahora ¿Quién demonios es el señor Nuggets? —eso era la peor locura que escuche jamás. ¿Acaso la anciana ya estaba senil?
—Es su gato. ¿Es qué no sabes nada de tus vecinos? ¿Qué clase de periodista eres?
—Una sería y no cotillera. Me centro en cosas importantes y no en la vida privada de las personas.
—Lo que digas terremotito. ¿Quieres pastel? Mira tiene merengue. —bueno, al menos su coqueteo me conseguía cosas ricas.
—Iré a preparar un te. Tú siéntate y no te lo termines hasta que regrese.
—Siempre te espero Rubí.
Me apresuré a la cocina, no confiando demasiado en que no le ganara la golosidad y se lo terminara.
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Pocas pulgas
WerewolfLibertad... Laurie Adams había ansiado llegar a la ciudad desde pequeña. Las cortas escapadas que hacia junto a sus padres para visitar a sus abuelos, no eran suficientes para satisfacerla. Pero ahora con dieciocho años recién cumplidos y lista para...