Capitulo 4

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Laurie

—Exacto, acabo de mudarme y es todo muy loco, de hecho estuve casi una hora dando vueltas por el mismo lugar, porque según mi GPS ya había llegado al bar , lo cual era erróneo, me encontraba a más de veinte calles.  Lo bueno es que una señora se compadeció o se asusto de verme pasar una y otra vez y me ayudo con las direcciones. —expliqué a Carmen, quien no dejaba de hacerme preguntas. En un momento creí que me veía como una criminal o algo parecido.

—Es complicado, cuando me mudé aquí también fue un caos adaptarme, al punto de que creí que debería volver por donde vine.

—¿Y de donde vienes Carmen? —pregunté, pero ella no respondió enseguida, sino que miro a ambos lados antes.

—De una manada como tu cachorra, solo que la mía queda más al sur. ¿A que has venido tu? —eso no me lo había esperado, pero no me hizo sentirme incomoda.

—Empezaré la universidad en unos meses y quería sentir la libertad y adaptarme al lugar, las personas y sus costumbres. —buscar a mi compañero, quien por desgracia, estaba en la oficina con la pelirroja buscona.

—Y encontrar a tu compañero ¿Verdad?  Y no trates de mentirme, todos venimos a lo mismo. Yo lo encontré hace tres años, pero aún no vuelvo a la manada, mi hermana pequeña Aysel, esta estudiando arquitectura y buscando a su compañero, no la dejaré sola en esta enorme ciudad.

—Me gustaría conocerla, así no me sentiría tan sola y supongo que ella conoce mucho mas que yo. —sería bueno tener una amiga con la cual no fingir mi naturaleza.

—Ella estaría de acuerdo, aún trata de acostumbrarse y digamos que no esta tomando las mejores decisiones. Pero bueno, ya te lo contará ella en algún momento, ahora cambiemos el tema que viene el jefe.

Y lo sabía, no podía ignorar aunque quisiera ese hipnotizante olor a romero, el cual en este preciso momento me volvía loca y me enfurecía de igual manera.
Estaba tan cerca, que el cabello en mi nuca, comenzaba a erizarse.

—Carmen, la próxima vez que te pida un café quiero que me lo lleves tu y no que envíes a Christa. No soporto su actitud y en cualquier momento patearé fuera su maldito trasero. —lo que me faltaba, tenía una bonita voz grave, que infundía respeto.

—Eso hacía pero la conoces, si no puedes controlarla tú que eres el jefe ¿Qué puedo hacer yo? Además tardaron bastante ahí dentro, se ve que tan mal no te cae su actitud. —escondí mi sonrisa detrás del vaso, Carmen me agradaba mucho.

—Recuerda con quien estas hablando, deja de suponer que sucedieron cosas. — mentiroso, pero si yo lo había visto. Rodé mis ojos, mordiendo mi lengua, este era uno de esos momentos donde callar era lo mejor.

—Tranquilo Beau ¿Quieres un trago?

—Es un poco temprano para ello. —Entonces su mirada cayo sobre mi, pero hice mi mayor esfuerzo por ignorar sus ojos. — ¿Y tu quien eres?

—Laurie

—¿Qué Laurie? ¿Trabajas aquí?

—No, de hecho estoy aquí para una entrevista con Aníbal. —respondí aún sin mirarlo.

—Él no esta aquí, aún no llega.

—Me di cuenta de ello. ¿Puedo pedirte un favor? ¿Me puedes ignorar? Ya me siento muy avergonzada por lo que vi en la oficina.

—Eso te pasa por no golpear, si lo hubieras hecho, ahora no te sentirías así. —se escucho bastante divertido, pero eso me hizo enojar, yo lo había hecho.

—Si golpeé, pero estabas tan ocupado que no lo oíste. Todos me indicaron que esa es la oficina de Aníbal y creí que si me retrasaba más no me recibiría.

—De todas formas no te recibió.

—Aún, pero estoy segura de que lo hará. Por cierto, abrochaste mal tus botones, mira este queda fuera del ojal. —le mostré a que me refería, si bien él intentaba avergonzarme, podía hacer lo mismo.

—¿Por qué estas tan segura pececito? —¿Qué mierda?

—¿Por qué demonios me comparas con un pescado, jodido imbécil? —¿Acaso me consideraba tan fea como para compararme? Esto era horrible, mi compañero me creía un pez.

—No lo tomes personal, pero cuando entraste en la oficina solo boqueabas como un pez fuera del agua y tus ojos parecían que iban a salirse de un momento a otro. Enserio me divirtió tu expresión.

—Me alegro, ahora soy un pez payaso, genial.

—¿Qué tipo de entrevista tendrás con mi padre, Laurie? —alcé una ceja ¿Por qué no se iba tras la chistos?.

—Es claro que una de trabajo, estoy aquí por un puesto de mesera. —volví mi atención a Carmen, quien no despegaba la mirada de ambos, mientras seguía limpiando los vasos.

—No creo que te contraté ahora, pececito. Por lo que ves aún no llegó y cuando lo haga traerá un humor de perros. No lo digo con maldad, pero le acabo de informar un problema y no tendrá cabeza para ti.

—Aún así prefiero esperar. —No confiaba en él, compañero o no, era un idiota.

—Ese es tu problema entonces, pero no olvides que te avise.

No le respondí, preferí centrarme en la puerta, por donde entraba el hombre de cabello largo y traje bordo. Era un poco de mal gusto, pero sobre gustos no había nada escrito, o eso decían.

—¿Llegó Esteban? —ni un saludo, ni un gesto de reconocimiento a ninguno, solo una pregunta casual.

—Aún no, pero la verdad no creo que venga sino hasta la noche. —respondió mi compañero, cuyo nombre no recordaba.

—Maldito inútil, no se porque aún sigo trabajando con él. —entonces se quedo callado unos momentos y me miró—¿ Tu quien eres?

—Laurie Adams. —extendí mi mano hacía él, que no tardo en tomarla.

—¿Por qué tu nombre me suena conocido? No recuerdo tu rostro y créeme soy bueno en eso.

—Habló con mi tío Michael hace días y le dijo que debía presentarme lo más pronto posible, bueno acabo de llegar a la ciudad hace menos de cinco horas y aquí estoy.

—Sí, te estaba esperando. Ven, vamos a charlar un poco, debes contarme como están hace mucho no vienen a la ciudad. —me llevo a una de las mesas cercanas.

—Pero tenemos trabajo que hacer. —sonreí hacía mi compañero ¿No que no me recibiría?

—Beau para eso debe estar Esteban presente y no lo esta, déjame hablar con Laurie en paz.

Y solo así lo vencí. Beau cero, Laurie uno. Ya vería como nadaba este pececito.


Pocas pulgas    Donde viven las historias. Descúbrelo ahora