C.9

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Lorenzo





No me sentía demasiado emocionado con la idea de que Azul se quedará al cuidado de una chica lobo. No tenía nada en contra de ellos, pero ellos si tienen algo en mi contra.
Ellos querían matarme a mi y a mi hija y eso era algo que no podía obviar, al contrario, estaba presente en mi cabeza aún mientras dormía. Una clara prueba de ello, eran las pesadillas que a veces tenía.

Pero ahora confiar en Laurie, la novia del dueño de infierno, la chica amable que me servía cada vez que iba al bar, era la única opción que me quedaba.
No podía llevar a mi hija a la comisaría y exponerla, ella debía permanecer escondida de todos.

-No entiendo mucho de niños y no nací con el don de la paciencia, pero les prometo que la cuidaré, no saldré, no le abriré a nadie y la atenderé a todo momento. Bueno, con ayuda de Beau. -al voltear hacía esté, solo levantó su mirada y la taza de café en su mano.

-Será como una especie de entrenamiento para cuando tengamos a nuestros propios hijos.

-No te adelantes Beau, aún no hemos empezado a hablar sobre ello. Ya tengo muchas cosas con la boda, entre las invitaciones, el vestido y el catering, siento que me volveré loca en cualquier jodido minuto.

-Solo digo que será un entrenamiento pececito, no que los tendremos mañana mismo, aunque si sucediera estaría feliz.

-Lo que sea, lo importante es que cuidaremos muy bien a la niña, así que ustedes pueden ir y tomarse su tiempo -no me perdí la mirada picara que nos dio.

Era como si Laurie de alguna manera supiera el enorme nerviosismo que su amigo me provocaba, no sabía cual era la razón, pero siempre que estaba cerca de Uriel, me sentía de cierta forma ansioso.
Pero no tenía el tiempo, ni las ganas para tratar de descubrir el motivo de ello. Tenía otros problemas mucho más graves en los cuales centrarme ahora mismo y ellos necesitaban que les dedicará cada maldito segundo.

-Solo manténganla segura, estoy confiando en ustedes, porque él lo hace. -dije señalando a Uriel. -Pero aún me preocupa, los lobos la quieren y tú eres una.

-Pero yo no la quiero, de eso puedes estar seguro. Acabo de decirle a Beau que no es momento para hijos y si te refieres a matarla, nunca haría algo tan bajo. No te voy a negar que si alguien intenta lastimarme, me defenderé, pero ¿Qué podría hacerme alguien tan pequeñito? ¿Atacarme con su súper ataque de baba? -ironizó, antes de estallar en carcajadas.

-Volveremos cuando terminemos con esta mierda. -Mientras antes diera mi maldita declaración, antes volvería.

-Beau cualquier cosa llámame. -Uriel comenzó a caminar hacia la puerta, mientras yo le entregaba a Azul a Laurie.

-Estaremos bien, no te preocupes por nosotros hombre. -¿Por qué lo tranquilizaba a él? Aquí era yo el padre preocupado.

Despidiéndome, lo seguí hasta el ascensor y mientras bajábamos al primer piso, volvió a repetir lo que debía declarar.

-Recuérdalo porque es importante. Comenzaste a recibir amenazas a la par de tu compañera de trabajo, por lo que te viste en la necesidad de conseguir protección para ti mismo. No se te ocurra mencionar al lobo o te creerán un loco, solo di que alguien entró a la casa por la ventana del baño y atacó a tu novia.

-Ella no era mi novia, nunca lo fue.

-Bueno, lo que sea que fuera. La cosa es que debes decir eso. Entonces tomaste a tu hija y corriste, nos encontramos fuera y te lleve a un lugar seguro.

-Esta bien, lo recuerdo todo y no me equivocaré. Exceptuando el que yo te haya contratado, cosa que no hice, pero que sin dudas le agradezco a Rubí, es toda la verdad. No soy un imbécil, sé que en caso de mencionar a los hombres lobos podría terminar en una maldita institución mental.

-Que bueno que lo sepas.

Al llegar a la estación de policías, lo que suponía que sería algo rápido, se convirtió en un interrogatorio que duró cerca de dos horas y medias.
Me preguntaron todo, desde el tipo de relación tenia con Laura, hasta si sospechaba de quien podía estar detrás de esto. Repetí las palabras que Uriel me dijo a la perfección, tratando de persuadirlos de que desconocía al responsable de las amenazas y el ataque. Me mostré sumamente preocupado, algo que no simulaba, ya que temía que lleguen a Azul.

Ellos intentaron ofrecerme entrar al programa de protección a testigos, pero rechacé la oferta cuando comprendí que podía haber algún lobo infiltrado y eso me pondría en serios problemas.
Aunque no me gustará aceptarlo, aún con la sensación de ansiedad y nerviosismo que me provocaba, no estaba seguro en otro lugar que junto a Uriel.

Para cuando salimos, lo hicimos en completo silencio, hasta llegar al auto, donde Uriel fue el primero en hablar.

-Espero que te hayan creído, no quiero que me metas en problemas.

-Solo dije la verdad. -Bueno, a medias, pero verdad en fin.

Encendió el auto y comenzó a conducir, pero no se dirigía a la casa de Laurie, lo vi desviarse y mirar reiterada veces por el espejo.

-¿Qué sucede? -Pregunté un poco asustado de que nos hubieran encontrado. Talvez esto era una trampa para atraernos y aquí estábamos, habíamos caído directo a la boca del lobo.

Uriel no me respondió, solo comenzó a pisar el acelerador y girar en algunas calles.
No tenía tanta experiencia en esto como creía, pero si algo había aprendido estos dos años trabajando junto a Rubí y luego de ver todas esas películas de acción, a lo largo de mi vida, es que esto no era para nada bueno.

-¿Qué mierda pasa Uriel? -repetí y esta vez soné bastante fuerte.

-Nos están siguiendo, eso pasa. Ahora cállate y déjame concentrarme en perderlos, lo único que logras con tus preguntas es darme un maldito dolor de cabeza y este no es el momento. -gruñó hacía mi, antes de girar el volante hacía la izquierda.

Sabía que no sería buena idea, pero me habían puesto contra la maldita pared. Era venir y decir mi versión de los hechos, poniéndome en su jodido campo de visión. O meterme en serios problemas y quedar como el asesino de la madre de mi hija.
Sea como fuera, me sacarían del medio.



Pocas pulgas    Donde viven las historias. Descúbrelo ahora