C.15

3.5K 541 28
                                    

Uriel





Debí imaginar que luego de dejarme llevar y finalmente entregarme al beso de Lorenzo, las cosas comenzarían a complicarse. Con el pasar de los días, nada era más llevadero, sino, que todo parecía hacernos chocar.
Esto era definitivamente la maldita tensión sexual entre ambos.

—Buenos días. —dijo ingresando a la cocina, provocando que un estremecimiento se extendiera por toda mi columna.

—Buen día. —respondí, tratando de no mostrar lo mucho que escucharlo me afectaba.

Terminé de servirme el café y me apresuré a la silla más cercana, tratando de evadir, nuevamente, alguno de sus “Inocentes” roces.
No sé si creía que al hacerlo me haría perder el control y terminaría por ceder y joderlo aquí mismo sobre la mesa de mi maldita cocina, pero él estaba sobrevalorando mi autocontrol.

Lo deseo, la Diosa sabe lo mucho que deseo a Lorenzo, pero aún trato de aclarar este desastre que es mi cabeza.
Sin embargo esta actitud que él esta tomando no es de ayuda, necesito pensar, no ser presionado constantemente.

—¿Azul ya despertó?

—Aún no lo hizo, de todas maneras no tardara. —asentí hacia él, antes de volver a llevar la taza a mi boca.

Hoy tenía que arreglar algunas cosas, ir a la empresa y preparar los pagos de los trabajadores, lidiar con los nuevos clientes y tratar de contratar al menos tres nuevos hombres.
Había llamado a Jorge, quien llegaría dentro de veinte o treinta minutos. Eso me daba tiempo para tomar una ducha, cambiarme y marcharme, logrando tener un día para pensar, alejado de mi tentación personal.

—Pareces apurado. ¿Tienes planes para hoy? —no levante mi rostro, mientras asentí.

—Tengo trabajo, trataré de hacerlo lo más rápido posible, no quiero descuidarlos a ti y a Azul tanto tiempo.

—¿Vendrá Jorge? —A pesar de que el hombre estaba felizmente casado, no pude evitar sentir el aguijonazo de celos al escuchar la alegría en su voz.

Sabía que se llevaban bien, que Jorge era alguien fácil de tratar, a diferencia de mi, pero estaba comportándome como un cachorro pasando por su primer temporada de calor. Tenía que pasar unas horas lejos y calmarme, de lo contrario podría hacer algo de lo que me arrepentiría más tarde. O no…

—Estará llegando en veinte minutos, pero no te acostumbres demasiado, hoy mismo debo asignarlo a otro cliente y no tendrá tiempo para socializar contigo.

—Que sorpresa viniendo de ti.

—¿A qué te refieres? —pregunté un poco a la defensiva.

—¿Y tú que crees? Tratas de alejarme, es más, desde que nos besamos no has hecho sino alejarte de mi y siempre que me acerco te apartas como si fuera a contagiarte de rabia. Pero sientes que me llevo bien con otro hombre y también lo tratas de alejar, desde donde lo veo esos son celos, pero eres demasiado orgulloso para hacerte cargo. —sus palabras me hicieron sentirme repentinamente débil, expuesto, intentaba no ser tan obvio y al parecer estaba fallando miserablemente.

—No estoy celoso.

—Claro, lo que digas, tampoco estas atraído por mi. —Soltó una risa amarga, antes de negar y ponerse de pie. —Aunque al verte interactuar conmigo esta semana, lo dudo. ¿Te arrepientes Uriel?

—¿Si me arrepiento de qué?

—De todo. De besarme, de confesarme lo que sientes, de ceder a tus malditos instintos. ¿Lo haces? ¿Te arrepientes?

No lo hacía, no me arrepentía, solo dudaba que hubiera sido el momento correcto. Quizás debimos esperar a que esta situación se encontrará un poco más tranquila.
De cualquier manera, no tenía derecho a hacer que mi compañero se sintiera mal por mi jodida cobardía.

—No, no me arrepiento. Lo habría hecho tarde o temprano.

—¿Entonces?

—Ya te lo dije, tengo miedo, Esto es nuevo para mi, todas estas emociones que me provocas me hacen sentirme vulnerable, es… es simplemente frustrante. No sé que sucederá, no sé si hago bien, mal, si debo o no, no sé nada. —trague saliva— Lo único que tengo en claro es que me gusto lo que sucedió, pero no es el momento perfecto.

Él no dijo nada, solo me observó. Podía entenderlo, me veía como un cobarde y lo era, pero aún habían muchas cosas por entender.

—Nunca será el momento perfecto, me persiguen los lobos. Uriel, no se cuanto más viviré y créeme que no me voy a poner a evaluar si es el momento o no, haré lo que sienta.

—Yo no. Aunque quisiera hacerlo, aún no confió en ti.

—¿Qué no confías en mi?

—He sido sincero contigo Lorenzo, me he abierto y te he contado hasta mis dudas hacia ti, pero no recibo lo mismo de tu parte. No sé nada de ti, solo obtengo información a cuentagotas.

Para tener una relación se debía confiar abiertamente en el otro.
¡Por un demonio! Le había confesado que soy un hombre lobo, a pesar de conocer todo lo que esa confesión conlleva. Había expuesto a todos mis secretos, pero él no era capaz de decir que es lo que esconde bajo tantas cerraduras.

¿Esto era algo justo? Por supuesto que no lo era.
¡Esto era una maldita mierda!

—Sabes mucho sobre mi. —se atrevió a decir, provocando que suelte una amarga risa.

—¿Por qué te persiguen? ¿Por qué quieren dañar a Azul? Los lobos no se exponen tanto a no ser que sea algo grave. ¿Quieres que confié? Pues empieza por confiar tú también.

—¿Estas tratando de manipularme? ¿Quieres que te cuente esto a cambio de un poco de sexo? —esto era inútil, él no lo comprendía.

—No. Lo que quiero es ver que esto, lo que sea que este surgiendo entre ambos, tiene el mismo compromiso de los dos. —no podía solo esperar que cubra mis ojos y lo siga, sin saber a que mierda me exponía. —No busco solo sexo, puedo salir y encontrar a alguien dispuesto a joder, creo que lo sabes. Lo que quiero es ver que confías en mi, como yo confió en ti. Te dije que soy un lobo, te dije que me atraes, te considero inocente, a pesar de la cantidad de secretos que tienes, pero tú no haces lo mismo. No confías en mi, a pesar de decir lo contrario y por esa razón no te abres a mi.

No dijo nada y no hacía falta, él sabía que le estaba diciendo algo real.
Cansado de esto, caminé hasta el baño, encerrándome allí. Ambos necesitábamos pensar.




Pocas pulgas    Donde viven las historias. Descúbrelo ahora