Lorenzo
Desperté por el llanto desconsolado de Azul, al principio tarde en ubicarme, está claramente no era mi casa, ni estos eran mis muebles, pero eso paso cuando todo lo sucedido la noche anterior regreso a mi.
No quería mostrarme vulnerable, pero aún me sentía mal por la muerte de Laura, podía no estar enamorado de ella, pero no quería que nada malo le sucediera. Había tratado de mantenerla segura, buscando lugares, pero lamentablemente mis esfuerzos fueron inútiles y no alcanzaron para lograrlo.Pero ahora ya no podía hacer nada más por ella, nada a excepción de cuidar a nuestra hija y eso sí podía prometérselo, nadie pondría ni siquiera un dedo en Azul.
La tomé en brazos y traté de calmarla mientras caminaba hacia la cocina. Tenía la intención de no molestar a Uriel, ya suficiente había tenido con que invadiéramos su casa. No solo eso, al enterarse de que venía con ella, no pareció muy feliz, incluso su descripción sobre los bebes dejo en claro que no son algo que le guste mucho.Pero al cruzar la puerta de la cocina, me encontré al susodicho, apoyado contra la barra, bebiendo un café.
Se lo veía relajado, como si nada hubiera pasado. Como diría Rubí, algunas personas tenían la sangre bastante fría y nada los perturbaba.—Lo siento, seguro debe estar sucia y hambrienta. —me había olvidado que él se encargo de comprar esas cosas.
—No importa, llevo rato despierto. La hubiera atendido, pero no entiendo una mierda de niños. Y al parecer tú tampoco, me costo una jodida eternidad descubrir cual de todas las malditas marcas de leche era mejor.
—Mierda, ni siquiera yo sé eso. La encargada de todo era Laura.
Había tantas cosas que tendría que aprender y no sabía si podría ser un buen padre. ¿Quién me aseguraba que no sería una mierda en esto? ¿Qué no fracasaría olímpicamente?
La relación con mi padre había sido buena, pero no pasábamos mucho tiempo juntos, ya que él se la pasaba más tiempo en su trabajo que en la casa.No quería darle eso a Azul, quería que sienta que su padre quería estar con ella, que se alegraba de tenerla, pero no terminaba de acostumbrarme a la idea. Ahora solo me tenía a mi, por lo que ya no había lugar para las dudas.
Pero el problema es que tampoco podía centrarme de lleno en esta tarea, ya que primero debería resolver el problema actual. Teníamos a una manada de lobos detrás de nosotros, una que no se detendría hasta que terminaran con nosotros, algo que ya nos habían dejado claro.—Se nota que te has preocupado entonces —este imbécil no tenía idea de lo que estaba diciendo.
—Me preocupé y me hubiera preocupado más si me lo hubieran permitido. No me conoces y no conoces las cosas por las que he pasado, así que no te atrevas a cuestionar mi rol de padre, porque estoy haciéndolo lo mejor que puedo. —Gruñí y lo señalé, no me importaba que me hubiera ayudado, no iba a tolerar mierdas de nadie.
—En eso tienes razón no se nada de ti, lo siento si mis palabras te ofendieron. Pero vamos, al parecer sabes tanto de niños como yo y eso es mucho decir. —no podía contradecir eso, pero ahora tenía que aprender.
—Tienes razón, pero a diferencia de ti estoy dispuesto a aprender. Ahora soy todo lo que ella tiene y debo esforzarme.
Ahora se terminaba la vida de soltero que había tenido hasta ahora, estaba listo para cambiar las fiestas, las mujeres y el alcohol, por pañales, mamaderas y canciones infantiles.
Laura cada día le ponía esas canciones de la granja con las que Azul parecía divertirse en verdad. Tenía que recordar hacerlo más tarde.Preparé la mamadera de Azul y comencé a dársela, bajo la atenta mirada de Uriel. Sabía que su interrogatorio continuaría, lo veía en toda su actitud y no podría hacer nada para impedirlo.
—Tienes que decirme la verdad Lorenzo. ¿Qué hicieron para que los lobos los persiguieran de esta manera? Porque solo por verlos no harían algo como esto. —sabía que no me creería lo que había dicho y estaría esperando la verdad, pero no era momento para contarlo, no aún al menos.
—¿Por qué no? Están temiendo que su secreto salga a la luz y harán lo posible por callar a todos los testigos.
—No. Sé que hay algo más y sé que estas mintiendo. Es mejor que hables para saber contra que luchar.
—Ya te lo he dicho, hay que luchar contra lobos. ¿Crees que no son lo suficientemente peligrosos?
—Sé que lo son y sé como es su comportamiento, ningún alfa le permitiría a su manada atacar a los humanos por algo como haberlos visto. Así que empieza a contarme la verdad. —Me quedé en silencio, si lo hacía podía ser perjudicial para mi.
—No entiendo porque crees que hay algo detrás de esto.
—Porque te acabo de decir que conozco a los hombres lobo y sé cual es su comportamiento. Son agresivos, pero solo cuando deben serlo y por más que verlos pueda atentar contra su clandestinidad, no matarían por ello.
Froté mi rostro con fuerza, esto solo parecía girar en un maldito circulo. Uriel no se estaba comiendo la maldita mentira que trataba de decirle y yo cada vez tenía más dudas con respecto a él.
—¿Cómo puedes conocer tan bien a los lobos? —pregunté alzando una ceja.
—Quien esta en problemas eres tú, no yo. —Me recordó de manera cortante.
—Esperas que te cuente mis secretos y tú no haces lo mismo. Que mierda.
Tras un largo silencio en el que ninguno bajo la mirada, sino que al contrario, no dejábamos de desafiarnos, Uriel habló.
—Tienes razón, es hipócrita de mi parte. ¿Quieres saber como sé tanto sobre los hombres lobo? De acuerdo, te lo diré, solo quiero que mantengas la calma. —No hice ningún gesto. ¿Qué podía ser tan grave?
—Las últimas semanas mi vida se ha convertido en una mierda, así que nada que me digas me asustará. —mentí, ya que no solo eran las últimas semanas, sino los últimos meses.
Uriel me observo sin expresión, antes de encogerse de hombros y enderezarse un poco.
—Sé tanto de los hombres lobo, porque yo soy uno. No solo yo, Gael también.
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Pocas pulgas
WerewolfLibertad... Laurie Adams había ansiado llegar a la ciudad desde pequeña. Las cortas escapadas que hacia junto a sus padres para visitar a sus abuelos, no eran suficientes para satisfacerla. Pero ahora con dieciocho años recién cumplidos y lista para...