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Aysel


Esto tenia que ser una broma, no podía estar frente a  mi compañero.
¿En qué maldito momento pasé de estar golpeando al imbécil que intentó asaltarme, a estar mirando la brillante sonrisa del chico frente a mi?

Ese maldito olor a cerezas me estaba volviendo loca, haciéndome sentir disgustada con el destino y con la Diosa Luna por este burlesco giro en mi vida.
Un día termino con quien había sido mi pareja los últimos meses y a las pocas horas, mi compañero, mi mate, aparece frente a mi.

—¿Cómo demonios sabes mi nombre? —no quería sonar tan agresiva, pero esto era como una emboscada del destino y no me sentía muy cómoda.

Mis palabras lejos de borrar su sonrisa, la hizo aumentar, mostrando un pequeño hoyuelo en su mejilla izquierda. Era lindo, debía admitirlo, muy lindo. Pero no estaba lista para el compromiso que su presencia me advertía.

—Eso es fácil, eres mi compañera. —respondió como si fuera suficiente.

—Eso no explica nada, yo no sé nada de ti, no creo que tú solo por ser mi compañero lo sepas. —mientras lo decía, el hombre debajo de mi se removía y quejaba, tratando de ser liberado.

—De acuerdo, llevo el último par de semanas acosándote Aysel, buscando el momento perfecto para acercarme a ti .

—¿Estas loco?

—No, para nada. —pero la diversión en su expresión no me disuadía de mi primer pensamiento sobre él.

—¿Quieren dejarme ir? Por favor, dejen que me vaya. —rogó el hombre debajo de mi, logrando que esta vez si lo mirara.

—Estaré tras de ti, no te dejaré en paz, cada vez que intentes hacer algo como esto, piénsalo dos veces. Esta vez te dejaré ir, pero la próxima, te mataré y no bromeo. —me levanté y pateé su pierna, instándolo a levantarse.

En cuanto se puso de pie, corrió sin mirar, ni una sola vez, hacia atrás.
Lo comprendía, yo estaba decidida a desquitar con él toda mi frustración, pero ahora tenía un tema más importante que tratar.

—Eres un poco sanguinaria, si tuviera que adivinar, tuviste un mal día. —deje de mirar la calle por la cual corrió el loco y observe al chico junto a mi.

—Deberías saberlo, después de todo dices que has estado acosándome.

—No lo he hecho, la verdad es que escuche tu discusión con otra chica hace momentos y ella mencionó tu nombre en varias ocasiones. — eso tenía mucho más sentido. Él no se estaba alejando de mi, de haberlo sabido antes, se habría presentado como mi compañero en ese mismo instante.

—Esta bien, escucha, sé que somos compañeros, pero no estoy preparada. Me gusta mucho la libertad que tengo y siento que contigo la perdería… —no entendía como lograba decirlo, más cuando la atracción golpeaba con fuerza en mi pecho.

La loba en mi quería a su compañero, quería saltar sobre él y besarlo, marcarlo y entregarse, pero la poca resistencia, que aún quedaba, me impedía hacerlo.
Siempre creí que al encontrarlo, sería capaz de rechazarlo, pero en su lugar con cada palabra me sentía más culpable. Tenía miedo de decir algo que provocará que se aleje definitivamente. 

—¿Me estas rechazando? —sí, no, ya no lo sabía. Estaba por volverme loca.

—No lo sé, me tomaste por sorpresa, no sé como debería comportarme.

—Deberías dejarte llevar y caer en los brazos de tu compañero, esa idea me encanta.

—No puedo hacer eso.

—Esta bien, soy alguien paciente. —Entonces hizo lo que no espere, el maldito se giró y comenzó a alejarse de mi.

—¿Te vas? —me fue imposible no preguntarlo, no se suponía que esto sucediera de esta manera.

—¿Quieres que me quede? ¿Cambiaste de opinión sobre saltar sobre mi? —ni me miraba, pero su voz se escuchaba divertida.

—No, pero… — ¿Pero qué? ¿Qué quería que hiciera? ¿Qué rogará? ¡Diablos no! —Solo olvídalo.

—Nos vemos Aysel, mucho más pronto de lo que imaginas. — y solo así se alejo, riéndose de mi.

No sabía que hacer, si quedarme o irme. Si no entraba a la dichosa fiesta, Carmen y Laurie iban a matarme, pero no tenía ganas de festejar, solo de volver a encontrar a mi compañero y borrarle la diversión de su rostro.
Soltando un suspiro, decidí entrar a casa de Faith. Esperaba que la música, la comida y definitivamente la bebida, me hicieran olvidar este vergonzoso encuentro.

Al entrar, vi solo a un par de conocidos, pero no tenía idea de quien era el futuro alfa, el primo consentido por Laurie. Pero a quien sin dudas vi, fue a mi hermana, quien caminaba hacía mi.

—Creí que solo serian diez minutos, estuviste fuera cerca de cuarenta. Por un momento creí que te habías ido. —murmuraba entre dientes, consciente de que podía escucharla a la perfección.

—Pues no me fui, solo resolvía algunas cosas. —que de seguro a ella le disgustarían.

Si mi hermana sospechará que estuve junto a mi compañero y lo deje irse, no solo eso, sino que hasta ahora me daba cuenta de que me había olvidado de preguntarle su nombre, me mataría.
¿En que demonios pensaba? Lo tuve enfrente y no se lo pregunte.

Pero de todas formas, mi hermana, me encerraría hasta nuevo aviso si lo supiera.

—Esta bien. Ahora ven, vamos a hablar con Faith, te ha estado buscando. —comenzó a arrastrarme del brazo, pero la detuve.

—¿Dónde esta el futuro alfa? Tengo curiosidad de conocer al responsable de tanto alboroto

—Laurie me dijo que estaba por aquí, pero no lo he visto desde que llegue. —miró a los lados, pero yo no podía, porque a escasos pasos, se encontraba la fuente del olor más delicioso, pero la sonrisa más provocadora que he conocido. —¿Qué ves? Oh allí esta, ven.

Caminamos hacía él, directamente hacía él.

—Hola Carmen, me alegro de volver a verte y a ti también Aysel, te dije que te sorprendería lo pronto que sería. —forcé una sonrisa, tratando de que mi hermana no notará mi disgusto.

—Hola Cedric ¿Se conocen?

—Empezamos a hacerlo. —y me di cuenta de que no fue solo una respuesta rápida para mi hermana, en esas palabras me lanzaba una advertencia, una que decía “no me rendiré”.

Y si alguna duda quedaba, la mirada que estaba dándome, mejor dicho, que estábamos dándonos lo confirmaba.
Como todo alfa, él iba a planificar un plan, tratar de llegar a mi y eso me asustaba. No lo conocía y no sabía de lo que era capaz. Pero él tampoco me conocía a mi.

Lo malo es que yo si lo hacía y sabía que mi impulsividad, me haría caer.






Pocas pulgas    Donde viven las historias. Descúbrelo ahora