15..

3.9K 580 52
                                    

Gael






Conté un total de dieciséis disparos, antes de que los guardias aparecieran. Una vez que solo quedo el ruido de las personas gritando alrededor, me levanté y la observé.
Rubí se encontraba con los ojos cerrados, aún en estado de shock.

—Rubí, mírame. ¿Estas bien? —tomé su rostro entre mis manos y lo aproximé al mío. —Mírame Rubí.

Lentamente abrió los ojos y se concentró en mi, aunque sus ojos estaban gigantes y descontrolados.
Quería encontrar una palabra para tranquilizarla, pero necesitaba descubrir a los responsables de esto.

—¿Estas bien? ¿Estas herida? —volví a preguntar.

—No. —una cosa era lo que decía su boca, pero su cabeza asentía fervientemente. —No estoy herida.

—¿Estas segura Rubí?

—¿Y tú? ¿No te dieron? —empezó a tocarme, tratando de comprobar que no estuviera herido— Mierda Gael, ¿Cómo puedes arrojarte sobre mi? Pudieron matarte maldito idiota.

—Es mi trabajo Rubí, estoy para protegerte de cualquier peligro.

Ella estaba más preocupada por lo que me paso a mi, en lugar de preocuparse por ella. Sin dudas, a pesar de que me caía mal, en esta ocasión debía agradecerle a su jefa el habernos contratado.
Rubí era impredecible, ella no iba a cuidarse, ella era capaz de correr detrás de sus agresores.

—Tampoco es justo que hagas que te maten por mi. Gael, una cosa es que me protejas y otra muy distinta que te conviertas en mi escudo humano.

—Voy a hacer lo que sea necesario para que estés a salvo. —ella estaba lista para continuar la pequeña discusión, cuando Beau se agachó a nuestro lado.

—¿Están bien? ¿Qué demonios paso aquí?

—¿Recuerdas que te dije que estaba en la lista negra de muchos? Pues ya me quieren tachar. —Rubí hizo un gesto hacia la calle, tratando de que este entendiera a que se refería.

—Vamos adentro, Laurie esta muy preocupada y ustedes están exponiéndose.

Ayude a Rubí a levantarse y a entrar nuevamente a infierno, antes de alejarme un poco y sacar mi teléfono.
Tras marcar cuatro veces el número de Uriel sin recibir respuesta, volví a intentarlo una última vez. No tenía ni siquiera una idea de que pudo suceder para que se marchará de esa manera, pero necesitaba saber de él.

Acabábamos de vivir un atentado contra mi compañera y mi socio no se reportaba, no sabía si algo le había sucedido, si habían ido también detrás de él.
Ahora tenía que poner a salvo a Rubí, pero no por ello dejaría de intentar comunicarme con Uriel.

—¿Dónde esta? —inquirí al llegar hasta Beau y Laurie.

—En el bar, bebiendo, completamente asustada. ¿Quién les disparó?

—Quisiera saber lo mismo Laurie, pero aún no lo sé. Por su trabajo, Rubí ha conseguido un buen número de enemigos. Esto va desde senadores, narcotraficantes, hasta coyotes de la frontera. —pasee mi mirada, hasta que la vi, bebiendo de un trago un vaso de whisky. —Hace días se metieron a su casa y ella los recibió a balazos, así creo que esta fue una devolución de favores.

—Esto ya es peligroso, no puede volver a su casa.

—Lo sé, por eso hoy no la llevaré allí. Al menos esta noche debería poder descansar.

—¿Y qué pasará mañana, pasado? Dijiste que es tu compañera, llévala a la manada.

—No creó que sea lo correcto pececito, ella esta bastante al limite ahora. ¿Cómo crees que reaccioné al saber de los lobos? —Beau tenía razón, no podía hacerle algo así.

—Mira, si yo fuera ella y unos locos me persiguieran para matarme, no me importaría descubrir que existen los hombres lobos, solo querría estar a salvo.

—Puede ser, pero debería preguntárselo. Iré a ver como sigue.

Caminé hacía la barra y me senté a su lado, pero siguió con la mirada clavada en su vaso vacío.

—Eligieron el peor momento para atacar, en serio me estaba divirtiendo.

—Pero no debes dejar que esto te asuste…— ella era fuerte, debía afrontar esta situación para lograr salir adelante.

—Es que no estoy asustada, estoy furiosa. Un día que salgo, me divierto y decido mandar a la mierda el protocolo y por fin ceder a mis deseos carnales, pasa esto. En cuanto descubra a esos bastardos me las pagaran, ¿Entiendes que me arruinaron un polvo? Estaba lista, excitada y expectante, ahora eso fue reemplazado por enojo, frustración y amargura.

No pude evitar reírme de ello, ambos estábamos iguales, pero si esta noche no podíamos estar juntos, ya lo haríamos en otra ocasión.
Nos quedamos así hasta la policía llegó y nos tomó la declaración a ambos. A pesar de que no había mucho para decir, estuvimos casi una hora y media hablando de lo sucedido.

Rubí no se movió de la barra en ningún momento, así que cuando el policía terminó de interrogarla, me senté a su lado, dejándola tomar otros dos tragos, antes de intervenir.
Había pasado una noche demasiado agitada y con muchas sorpresas como para también terminar alcoholizada.

—Vamos terremotito, debes ir a descansar, fue un día bastante complicado. —Comencé a levantarme, pero ella simplemente me observo.

—Mi vida es complicada Gael, yo soy complicada y lo peor es que me encanta seguir sumando complicaciones. Porque me las sumo yo sola con cada locura que comienzo a investigar, pero así soy y no quiero cambiar.

—Y esta bien, es parte de ti. Pero ahora debo mantenerte segura, así que vamos. —dejó el vaso sobre la barra y se puso de pie.

Saludé con un gesto a Beau, mientras llevaba a Rubí a la salida. Si ella y Laurie volvían a ponerse a hablar, seguiríamos aquí hasta mañana.
No iba a llevarla a su casa porque no era un lugar muy seguro en este momento, ya lo conocían bien.  Así que una vez dentro del auto empecé a conducir hacia el camino contrario.

—Este no es el camino a mi casa Gael, ¿A dónde vamos ahora?

—Estuve pensando y lo mejor es no ir a tu casa, conocen bien la dirección y pueden aparecerse.

Aún no había logrado comunicarme con Uriel, no sabía como demonios se encontraba, pero esperaba que estuviera bien.
Teníamos decisiones que tomar, pero en este momento, me tocaría tomarlas a mi solo y por eso, no volvería allí.

—¿Entonces adonde iremos?

—A mi casa.

En estos momentos era el lugar más seguro, estaba completamente resguardado y nadie la buscaría allí.

—Perfecto, me llevas directo a la cueva del oso. —Sonreí de lado ante su burla.

—No terremotito, te llevo a la guarida del lobo.

—Sería lo único que me falta en este momento, ver a un lobo. —sonrió y miró por la ventana.

Ella se estaba volviendo loca, de eso no había dudas.

Pocas pulgas    Donde viven las historias. Descúbrelo ahora