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Rubí



Cuando Michael y Abby lograron salir del asombro, comenzaron a interrogar a su hijo. Le preguntaban si estaba seguro, si no había cometido algún tipo de error, yo esperaba que este equivocado, pero él solo decía que en esto no había margen de error.
¿Cómo podía estar tan seguro? ¿Por qué no podía equivocarse? Siempre había, por pequeño que sea, un pequeñísimo margen que dejaba lugar a estar equivocado. Pero Gael estaba completamente seguro.

-Papá tú mejor que nadie sabe como funciona esto. Es imposible equivocarse cuando su olor lo es todo. Desde el momento en que su aroma vino a mi, solo puedo pensar en ella. -No tenía idea a que se refería, solo esperaba que sea un olor bueno y no algo desagradable.

Ya podía imaginarme a alguien preguntándole: ¿Qué es lo que más recuerdas de Rubí Beck? Y a Gael respondiéndole: Sin dudas su olor, olía a orina de animal.
Simplemente perfecto. No podían estar hablando de esto y no especificar.

-¿Qué aroma? Necesito saber. -dije, sin resistir un momento más la incertidumbre.

-Hueles a pera terremotito, es tan natural y solo me instas a acercarme y probarte. -en algún otro momento que me dijera esto frente a sus padres, me hubiera hecho sentirme bastante apenada, pero no ahora, al menos quería probarme y no estaba pidiéndome ir a darme un baño.

Aunque no podía evitar leer entre líneas, pera, campanita, seguían con las referencias a cosas con una cadera ciertamente prominente. ¿Acaso trataban de decirme indirectamente que debería comenzar a hacer dieta? Si era esa su intención estaban siendo muy groseros y claramente, no les haría caso.

-Mis cachorros emparejados, solo me queda Jade, nadie se acercara a mi pequeña. -Voltee a mirar a Michael, preguntándome que tan celoso podría ser.

-Deja a Jade en paz. -advirtió Abby, parándose, con ambos brazos como jarras.

-Es mi pequeña, debo protegerla fosforito. ¿No sientes eso? Es el nido vaciándose. -no sabía si reírme o llorar, de la actuación dramática que estaba presenciando.

-Así es la vida fortachón-Abby palmeó su espalda, tratando de consolarlo, pero por lo poco que había visto de él, no creía que fuera suficiente.

-No. Lo he decidido, quiero que tengamos otro bebé.

-No lo creo, ya estoy mayor para eso.

-No lo estas fosforito, sino mira a Scrappy-yo me sentía tan perdida en este momento, no entendía absolutamente nada.

-Haley es Haley y yo soy yo.

-Te convenceré. -si yo fuera Abby le creería, sus palabras sonaban como una promesa.

-¿Tiende a ponerle apodos a todo el mundo? -pregunté, no sabiendo que hacer o donde meterme.

-Es de cariño. Tengo a caperucita, pomponcito, ricitos, Scrappy, Bambie, gruñoncita, Bo peep, Woody, polvorita, Aladino, venenito, mi bichito de luz, pequeño demonio junto a su inspector Gadget y ahora tú, campanita. -dijo contando con los dedos, como si pudiera olvidarse de alguno.

-Wow, si que te gustan los apodos.

-Claro que no puede faltar mi amada fosforito. Y no es por eso, es que al darle a alguien un apodo lo haces sentir querido, no lo niegues, vi tu rostro al llamarte campanita. -Creo que no lo había visto bien, ya que no estaba para nada de acuerdo con eso.

-Si, seguro lo vio. -ironicé, antes de reírme.

Pero mi risa se termino, cuando la puerta principal volvió a abrirse y un chico idéntico a Gael, a excepción de los ojos, ya que Gael los tenía celestes y este verdes, apareció.
No sabía a donde me trajo, pero no me quejaba, estaba lleno de hombres bastante atractivos.

-Hola. -saludo mirándonos -Hermanito que sorpresa tenerte por aquí. ¿Por qué no avisaste que vendrías?

-Queríamos darles una sorpresa.

-Y lo hicieron. Aryeh, saluda a campanita, la compañera de tu hermano. -Y volvíamos a ese tema...

-¿Compañera? -preguntó el tal Aryeh, con una gran sonrisa en su rostro.

-Hola soy Rubí. -me presenté, no me sentía muy cómoda con la presentación de Michael.

-Mucho gusto, soy Aryeh. Creo que esta demás decir que soy hermano de Gael, ya que somos idénticos.

-A excepción de los ojos.

-Sí y el carácter, ya nos iras conociendo.

-Eso puede ser.

-Aryeh, campanita esta en peligro, la persiguen los lobos. No lobos buenos como nosotros, sino lobos malos, que quieren silenciarla. Y eso no es lo mejor, nunca adivinaras-mordí mi labio, no iba a reírme de la emoción con la que contaba mis desgracias. - ¡Sabe disparar! Así como lo oyes, se defendió a balazos cuando entraron a su casa.

Era una lastima que ni Aryeh, ni Gael compartieran su emoción, ya que ambos lucían serios y preocupados.

-¿Gael?

-Ella descubrió sin querer a dos lobos transformándose, desde entonces esta en la mira de estos. Su jefa nos contrato para protegerla, el primer día que la vi descubrí que era mi compañera, por lo que estoy decidido a no permitir que nada malo le suceda.

-Sabes que te apoyo en esto, no dejaremos que nada le pase a mi cuñada.

-Creo que están apurándose. Gael y yo no estamos saliendo, no entiendo bien aún esto de los "compañeros" pero al parecer ustedes se lo toman un poco bastante a pecho.

-Discúlpame Rubí, creí que mi hermano al traerte aquí, ya había comenzado una relación contigo.

-Trabajo en ello-respondió Gael y no tarde en voltear a verlo.

¿Cómo que trabaja en ello? ¿Dónde quedo el sexo casual? Por el amor de Dios, ¿Desde cuando los hombres quieren compromisos tan serios?

-¿En serio? ¿Desde cuando lo haces? -pregunté, en verdad intrigada. No era ajena a su interés, pero algo muy diferente era trabajar para una relación estable.

-Desde que te conocí, eres un poco lenta terremotito. Te he dicho hasta el cansancio lo mucho que me importas.

-Claro, pero creí que lo hacías para meterme en tu cama.

-¿Ya tuvieron sexo? -preguntó Michael, quien nos observaba entusiasmado.

-Creo que lo mejor es que hablemos de esto a solas. -gruñí hacía Gael, demasiado molesta como para importarme que pudiera pensar su padre, su madre e incluso su hermano.

-También lo creo, vamos, conozco un lugar. -Comencé a seguirlo, hacia afuera. Teníamos que aclarar esto cuanto antes.

Pero no podía acallar los reclamos de Michael detrás de nosotros.

-¡Son unos desalmados! No pueden irse y dejarme así. No importa yo sé que si tuvieron sexo, lo veo en sus lujúrienos ojos -se quedó callado unos momentos y creí que había terminado, pero me equivoqué porque continuó. -¡Fosforito eso dolió! No puedes golpearme, tengo derecho a conocer la vida sexual de mis hijos, ellos me darán mis nietos.

No pensaría en eso, de hecho, fingiría que no lo había escuchado. Lo único en lo que debería concentrarme es en caminar y no mirar atrás. A ver si no se atrevía a seguirnos...







Pocas pulgas    Donde viven las historias. Descúbrelo ahora