C.10

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Uriel




—Si sigues conduciendo como un loco, terminaremos muertos— gruñí, ya que esta era la tercera vez que se quejaba del exceso de velocidad, pero si lo reducía, sería peor.

—Cállate un poco, solo un poco. —pedí y giré hacía la derecha.

Este camino nos llevaba a mi casa, conocía ese vecindario y nadie creería que fuera tan tonto como para llevarlos allí, además estábamos escapando, por lo que solo tomaría calles al azar hasta que logrará perderlos.
En un momento, cansado de los constantes reclamos de Lorenzo, reduje la velocidad, pero eso llevo a que casi nos atrapen y que mi compañero no dejara de quejarse.

—¿Qué esperas para acelerar? Solo pisa el maldito acelerador, anda.

Si la Diosa no me daba paciencia, estoy seguro de que terminaría por arrojarlo hacia afuera.

—Lorenzo si sigues presionándome, no dudes que terminaré por entregarte yo mismo. Estoy tratando de conducir, arriesgando la vida de ambos y lo único que haces es apretar cada maldito botón dentro de mi.

—Esto estaba planeado, fue una trampa. Es que yo lo sabía y aún así me expuse, ¿Acaso no soy un verdadero idiota? Ellos me están dando la maldita soga y yo no dudo en ponerla en mi cuello y esperar a que terminen de dar el golpe final. —quería ignorarlo, esto no era sino otro tonto llamado de atención. —Pero al menos Azul no venía en el auto, o con tu maldita manera de conducir, imbécil, la hubieras traumado por lo que le resta de vida. Lo que por desgracia no será mucho si seguimos así.

—¡Ya cállate! Solo cállate al menos por diez jodidos minutos. ¿Crees que eres capaz de hacerlo?

—Imbécil. —Bufó y creí que por fin se mantendría en silencio.

Logré llegar a la autopista y allí comencé a perderme entre el montón de autos, hasta que aquel viejo Ford gris, quedo bastante atrás. Solo entonces suspiré, ahora estábamos seguros por un tiempo.
Ahora tendría que ir a la empresa y cambiar de auto, conocían mi matricula y podrían encontrarme de lo contrario.

—Es que no me puedo quedar callado cuando mi vida pende de un hilo, ¿Quién fue el maldito inconsciente que te dio el jodido registro? No tienes que conducir, eres un peligro para la humanidad. —una de sus manos se apoyaba en el vidrio de la ventanilla a su lado y la otra, se apoyaba en mi hombro. —¿Al menos perdimos a esos desgraciados, o siguen detrás de nosotros?

—Ya los perdimos, deja de quejarte. Ahora tienes que saber que iremos a la empresa, necesito un auto de respaldo y mantener este oculto.

—Ya deben tener el número y no tardaran en venir por nosotros. Lamento haberte metido en esto,

—Yo sabía en lo que me metía, aunque a medias porque insistes en mantener el secreto sobre que diablos les hiciste para que te quieran muerto. Aunque sea lo que sea, no es algo que pasará pronto.

—¿Crees que no lo sé? Estoy considerando el mudarme. —alce una ceja hacía él. ¿Desde cuando lo consideraba?

—¿Y a donde piensas ir? —pregunté, tratando de sonar tranquilo, pero sé que se me escuchó algo demandante.

—No lo sé, lo único que sé es que lo haré lejos de mi familia. Ir con ellos solo serviría para que me remarcaran, constantemente mis errores en mi rostro y no tengo ganas.

No volví a preguntar, me mantuve en silencio durante todo el camino hacia la empresa. Eso no significaba que el ambiente estuviera relajado, ya que tenía a Lorenzo parloteando como un maldito perico en mi oído.
Nada le parecía, quería irse, pero no muy lejos, quería quedarse, pero tenía demasiado miedo y no se atrevía a admitirlo. Trataba de aparentar una valentía de la que era evidente que carecía.

¿Qué más tenía que suceder para que finalmente decida abrirse y contarme eso tan grave que ha hecho?
¡Demonios soy su maldito compañero! Soy en el que debe confiar, en quien debe apoyarse, pero no, lo único que hace es crear excusas tontas que no llegan a ningún lado.

Hablaba con uno de mis hombres de confianza, pidiéndole que se encargue del auto, mientras llevaba a Lorenzo en el nuevo, sin dejar de pensar en la reciente persecución que habíamos vivido.
Cuando regrese con mi malhumorado compañero, no pude evitar escuchar los tres bufidos seguidos que soltó.

—¿Qué demonios te sucede ahora? —pregunté subiendo al auto.

—Estoy pensando en Azul. ¿Qué clase de vida tendrá conmigo huyendo constantemente? ¿Cómo rayos le explicaré esto?

—Esto no durará para siempre.

—Por supuesto que no, nos mataran en cualquier momento. Hoy tuvimos demasiada suerte.

Conduje hacia el edificio de Laurie pensando en lo que me había dicho. Era verdad que tuvimos suerte, pero fue porque estaba preparado para una situación como esta, de otra manera el resultado podría haber sido lamentable.
Desde ahora tendría que redoblar las cámaras y las alarmas en casa, intentar salir lo menos posible y estar más atento a Lorenzo y a la pequeña niña.

Al entrar, Laurie se encontraba sentada frente a la niña y Beau lucia demasiado divertido.

—Le gusto mucho más de lo que admitirá, de hecho creo que no me costará tanto convencerla de tener un hijo pronto. —nos explicó Beau con una sonrisa. Pero la alegría de este, no fue tan compartida por Laurie, quien al vernos entrecerró los ojos.

—Lo de tómense su tiempo era una forma de decir, abusivos. Tres horas tardaron, tres. —Gruñó hacía nosotros levantando tres de sus dedos. —Por la Diosa, esa niña es el demonio. No dejaba de corretear de aquí para allá.

—No corretea, si apenas esta empezando a caminar. —Lorenzo defendió a su hija.

—Yo la vi corretear y Beau también. ¿Verdad Beau?

—Solo caminaba.

—Lo siento Laurie, de regreso tuvimos unos cuantos problemas. —aclaré, sin querer entrar en muchos detalles.

—¿Qué sucedió?

—Nos siguieron, por lo que nos llevo tiempo perderlos y cuando lo hicimos, debí ir a la empresa y cambiar el auto. Pero ya no pensemos en ello, ahora tenemos que volver a casa y preparar el nuevo protocolo de seguridad. 

—Aún hay tiempo, pueden encargarse de eso luego. ¿Por qué no se quedan y encargamos algo? —negué hacia mi amiga y miré a Lorenzo.

—No tengo cabeza ahora Laurie. Solo pienso en todas las cosas de las que debo encargarme.

A pesar de querer quedarme, habían prioridades y mientras más tiempo pasaba, más cosas habían para mejorar.
Sin dudas mi día iba a estar completamente agitado hoy.


Pocas pulgas    Donde viven las historias. Descúbrelo ahora