Laurie
Llegar a la ciudad era todo lo que desde hace meses quería hacer, sentir la libertad, esa independencia, la cual ahora solo parecía un sueño. Era tan diferente a la manada, más ruidoso, más llamativo y quizás más peligroso, pero yo también lo era, así que estaríamos iguales.
Miraba cada tienda, cada casa y cada plaza en mi camino, como si fuera la primera vez. Aunque hace un año, todo se veía diferente, muchas cosas habían cambiado por aquí. Pero no podía quedarme admirando todo, hoy tenía planes. Debía ir a Infierno y conseguir el trabajo.Encontrar mi futuro apartamento fue complicado, una cosa era encontrarlo en la computadora y otra muy diferente en persona. Pero en cuanto lo hice, me alegre de comprobar que era tal cual lo mostraban y no que ponían imágenes falsas, con el fin de atrapar incautos.
Claro estaba, que necesitaba unos retoques que le dieran mi propio sello, pero me encargaría de ello más tarde, ahora debía prepararme para dar una buena impresión.Luego de bañarme, me preparé, logrando un estilo atrevido, después de todo iba a un bar de solteros. Me puse un vestido rojo, el cual era ajustado en la parte superior y caía suelto en mi cintura, lo acompañe con unos tacones no muy altos del mismo tono, pero con pequeñas rayas doradas. En cuanto al maquillaje me encargue de delinear bien mis ojos, dándole un tono misterioso, junto al labial rojo pasión.
Me veía algo fuera de mi zona de confort, pero ahora nacería una nueva yo, una que hace tiempo germinaba y no permitía liberar.—Muy bien, no estoy tan mal. Entre casual y atrevida, supongo es lo que se busca en esos lugares, ¿No? —pregunté como si mi reflejo a través del espejo, fuera a darme una respuesta.
Sin esperar más tiempo, me dirigí hacia mi próximo, si la diosa así lo quería, lugar de trabajo.
Si encontrar mi apartamento había sido complicado, encontrar el dichoso bar, fue enserio una pesadilla. Me perdí y debí buscar tres veces en la misma calle, porque según el GPS, me encontraba en mi jodido destino. Intente preguntar, pero nadie tenia tiempo para responder. Solo lo encontré, gracias a una vendedora de dulces.
—Lo siento señorita, aún no esta abierto. —rodé mis ojos, ¿Acaso debería esperar hasta la noche? Eran solo las cinco y veinticinco.
—Tengo una entrevista con Aníbal, lo último que supe es que debía venir lo antes posible.
—No lo ví entrar, pero puedes pasar y preguntar por él. —asentí, caminando decidida, no le demostraría la inseguridad que comenzaba a crecer en mi interior. —Oh espera ¿Cuál es tu nombre?
—Laurie Adams.
—Mucho gusto Laurie, soy Taylor Haghman. Suerte, no te dejes intimidar, no te harán nada. —eso no me hacia sentir muy segura.
—Gracias Taylor.
El lugar se veía bastante bien, las paredes color carmín y las mesas y sillas negras, creaban un ambiente exótico. Había cuadros que nunca pensaría en colgar en mi pared, algunos por el precio y otros por el mal gusto ¿Quién ponía cosas tan explicitas?.
Me acerque a la barra donde una mujer de aproximadamente unos treinta años, limpiaba botella por botella, mientras bailaba al ritmo de la música.—Hola, estoy buscando a Aníbal ¿Sabes donde puedo encontrarlo? —me evaluó con detenimiento, antes de sonreír amablemente.
—Soy Carmen, mira hoy no lo he visto, pero si llego, tiene que estar en la oficina. ¿Ves aquella puerta oscura del fondo? Ve hasta allí y compruébalo. Si no esta puedes volver aquí y esperarlo o volver más tarde, tu decides… ¿Cuál era tu nombre?
—Laurie.
—Te decía Laurie, si no esta allí puedes esperarlo aquí. Creo que antes estaba Beau, pero él no tiene el poder para contratar aún. —asentí, no entendiendo quien era el otro hombre.
—Iré a comprobar, gracias.
Caminé hacia el final del pasillo y cuando llegué a la puerta del fondo, todo en mi se congelo, no podía creer que aquí estuviera mi compañero.
Ese olor a romero lo invadía todo, me volvía loca y me instaba a patear la puerta y entrar, pero no podía hacerlo, no quería. ¿Qué si se trataba de un viejo? Diosa, espero que no me des de compañero a alguien de la edad de mis padres y mis tíos.A pesar de los nervios por saber quién se encontraba tras la puerta, me miré en uno de los espejos más cercano, comprobando que estuviera correcta.
Podía ser un viejo, pero era mi compañero, no podía huir de ello.Golpeé una vez y al no oír respuesta abrí la puerta y me encontré a un joven más o menos de mi edad con una pelirroja, ambos arreglándose la ropa. No había que ser muy inteligente para saber lo que ambos acababan de hacer, aunque por la expresión de ambos, no había sido muy bueno.
Estaba molesta, pero no tenia razón, él no me conocía, por lo que no podía pedirle fidelidad desde antes. Pero eso debería cambiar, nunca fui buena con la paciencia.—Creo que me equivoque. Siento mucho la interrupción, aunque ya parecen haber acabado. —comenté, al ver que ninguno de los dos apartaba la mirada de mi.
No tarde en volver a salir y acercarme a la barra, vine aquí por un trabajo y no me iría sin él, ni siquiera después de comprobar que mi compañero era un descarado.
—No lo encontraste ¿Verdad? —miré a Carmen y negué.
—No, pero encontré a un joven, acabando de tener sexo con una pelirroja. Me estoy sintiendo muy avergonzada— y furiosa, pero no podía decirlo o creería que estaba loca.
—Ese es Beau, hijo de Aníbal y la pelirroja debe ser Christa. No puedo creer el descaro de esa chica, él ya le dijo que no quiere nada con ella varias veces y sigue intentándolo
—Siento discernir contigo, pero eso—señale a la puerta tras la que se encontraba mi compañero —no se veía como nada.
—Eso quiere decir que ella fue más hábil. Pero él hace un jodido buen trabajo rechazándola. Pero ahora dime ¿Esperaras a Aníbal aquí o volverás más tarde?
—Lo esperaré, necesito el trabajo. ¿Me sirves algo fuerte? Creó que lo necesito.
—Claro, ¿Whisky? —asentí y volví a mirar hacia atrás.
—Gracias—acepte el vaso y lo bebí de un solo sorbo.
Vine a la ciudad por tranquilidad y libertad, y lo primero que hago es encontrar a mi compañero. Pero a diferencia de lo que siempre creí que sería encontrarlo, no me siento muy bien , sino con muchas ganas de acabar con él y con la pelirroja.
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Pocas pulgas
LobisomemLibertad... Laurie Adams había ansiado llegar a la ciudad desde pequeña. Las cortas escapadas que hacia junto a sus padres para visitar a sus abuelos, no eran suficientes para satisfacerla. Pero ahora con dieciocho años recién cumplidos y lista para...