16.

5K 686 58
                                    

Faith





Eran las tres de la madrugada cuando la puerta finalmente sonó. Sabía que se trataba de Jonás, su olor se filtraba por cada lugar que podía y llegaba a mi.
Me levanté, decidida a abrir , pero fui detenida por mi padre.

—Siéntate, yo iré. —dijo sosteniendo mi muñeca, impidiéndome correr hacía la puerta.

Entendía su miedo, era la segunda vez que irrumpían en el edificio, demostrando que la seguridad del lugar era una verdadera mierda.
Pero yo sabía que no había peligro, no al menos tras la dura madera de color caoba.

Una vez se acerco y abrió, pude ver a un Jonás cansado, abatido y me animaría a decir que hasta culpable.
Su uniforme estaba arrugado, su cabello despeinado y las manchas negras bajo sus ojos, me decían el nivel de cansancio que estaba sintiendo. Pero lo que más me aseguraban era que él, a pesar de todo, no había dudado en volver.

—Perdonen la hora, solo quería comprobar que estuvieran bien. —se disculpó, dudando entre entrar o retirarse.

No estaba lista para dejarlo ir, hoy lo necesitaba. Necesitaba sentir ese apoyo incondicional que él me había entregado desde el primer día.
Caminé y me paré junto a mi padre, con la mirada fija en mi compañero.

—Pasa. —dije tomando su mano y comenzando a jalarlo hacía el interior. —Mi padre nos dijo acerca de tu compañero, lo siento.

—Gracias cariño, pero no lo sientas, nada de esto es tu culpa. Cuando comenzamos en este trabajo sabemos a lo que nos exponemos, Cruz lo sabía.

—De todas maneras es una situación espantosa. ¿Quieres tomar algo? —mi pregunta lo asombro. ¿Acaso me creía una verdadera bruja?

—No, solo quería saber como estaban, eso es todo. —llevo su mano a un costado de mi cabeza, apartando un mechón de cabello, sin alejar sus ojos de mi ni un momento. —Ahora debería irme y dejarlos descansar, o al menos intentarlo.

—Quédate— dije de golpe, no lo pensé, solo actué según lo sentí.

Seguía aferrada a su mano, no iba a soltarlo y demás estaba decir que no iba a dejarlo ir. No podría descansar sin él cerca. Al menos hoy, lo quería junto a mi.
Sentía los ojos de mis padres en nosotros, principalmente en mi. Seguro no entendían porque me comportaba de esta manera y ni yo lo sabía, lo único que sabía era que lo necesitaba y no podrían, ni él, alejarme.

—Debes descansar, mañana temprano vendré a comprobarte antes de ir al trabajo.

—No podré descansar, por favor quédate conmigo. En estos momentos te necesito y sabes lo difícil que es para mi pedírtelo, no te niegues. —cambié mi mirada hacia la de mi padre, rogándole en silencio que me ayudará. No sabía si funcionaría, no era tan liberal, pero esperaba que pudiera dejar el papel de padre celoso, una vez más.

—Quédate muchacho, es tarde para que conduzcas y mi hija no podrá estar tranquila si no estas cerca.

—¿Seguro me quieres aquí contigo Faith?

—Sí.

Estaba segura y creó que por primera vez en mucho tiempo, era verdad. Jonás me daba esa seguridad que ansiaba y sin pedirme nada a cambio. No, él me aceptaba incluso con mi mal humor habitual.

—Entonces me quedaré contigo, pero antes quiero hablar de algo con todos. —eso pareció poner alertas a mis padres, quienes se enderezaron en sus asientos. —Es la segunda vez que ingresan al edificio y esta vez esta claro que venían por Faith. Estoy pensando en trasladarlos a un lugar seguro, al menos hasta que las cosas se tranquilicen y podamos dar con el responsable.

—También pensé en esa posibilidad, no quiero tener a mi mujer y a mi hija en este lugar. De hecho, ya he realizado unas llamadas. —voltee con el ceño fruncido hacía mi padre.

—Yo no me iré. Por si lo olvidan este es mi hogar.

—Faith es inseguro que te quedes aquí, escucha a tu padre y a Jonás, solo quieren lo mejor para ti. —Podría ser que mi madre tuviera razón, pero no quería alejarme. No sin saber a donde me llevarían.

 —¿Y a donde se supone que iré? Porque se los digo, no estoy volviendo a la manada.

—Nos quedaremos en un hotel, mientras busco algo más.

Mordí mi labio y voltee a ver a Jonás.

—¿Seguro que es necesario que me vaya?

—Sí. Sé que no quieres, que este es tu hogar, pero no es seguro, ni para ti, ni para tus padres.

—De acuerdo, pero espero que no sea por mucho tiempo. —mi respuesta provoco que la comisura de sus labios temblara. Él sabía que iba a aceptar, solo quería ver cuanto resistía.

—Nosotros iremos a dormir, no se queden mucho tiempo levantados. —Asentí y agradecí las palabras de mi madre, necesitaba hablar con él y era mejor si estábamos a solas.

Una vez que mis padres se perdieron en el pasillo, volví a jalar a Jonás, solo que esta vez lo llevaba a mi habitación.
Mi padre podía parecer estar de acuerdo, pero lo conocía demasiado bien y sabía que esta noche estaría controlándonos.

Cuando entramos a la habitación, hice una señal para que se acueste, mientras daba la vuelta hacia el otro lado. Cuando por fin lo hizo, me acosté a su lado, apoyando mi cabeza en su pecho.

—Hoy descubrí un par de cosas. —comencé, acariciando su abdomen. —La primera es que no soy tan valiente como creí. Toda esta situación me asusta, me hace sentir pequeña e insegura y siento que en cualquier momento me aplastara.

—¿Enserio crees que dejaré que algo te pase cariño?

—No puedes protegerme de todo. No soy tonta, vi a los oficiales, llevaban semanas siguiéndome y sé que se los pediste.

—Lo hice, pero veo que no estas molesta por ello.

—No. Esa acción me hacía sentir que aún te importaba.

Lo había corrido de mi casa, apartándolo de mi, pero él seguía cuidándome y aunque no se lo pidiera.  
El que hiciera eso, me hacía ver que no me estaba dejando atrás y que seguía esperando a que abriera los ojos y lo viera ahí.

—Me importas, te quiero Faith. ¿Crees que harás que eso cambie solo por mostrarte difícil? Demonios cariño, te dije que me encanta tu actitud. —sonreí aún contra su pecho.

Ninguno de los dos nos estábamos moviendo. Era como si al hacerlo pudiéramos presionar un botón y arruinar esta burbuja en la que nos encontrábamos.

—También me importas Jonás y estoy tan cansada de luchar contra todo. Me cuesta estar lejos de ti, tengo ganas de besarte, de abrazarte y de estar contigo. Pero no es sencillo decirlo, no quiero salir herida y aunque sé que es más probable que yo te lastime a ti, no dejo de sentir este miedo absurdo.

—Al menos ahora me lo estas diciendo.

—Hoy murió uno de tus compañeros, no quiero que algo te suceda. No puedo esperar a que te lastimen para admitir que te quiero. —Me quedé en silencio cuando noté que por fin admitía lo que sentía por él. La verdad es que no esperaba decírselo de esta manera, pero fue como pude.

Jonás comenzó a removerse, hasta que pudo verme a los ojos.

—También te quiero cariño y no me pasará nada, no te libraras de mi de manera tan sencilla. Pienso seguir oscureciendo tu vida con mi presencia, más ahora, que sé lo que sientes.

Me acerque y uní mis labios a los suyos, llevaba semanas de desearlo y por fin lo podía hacer. En este instante parecía no existir nadie más, solo éramos él y yo.

Pocas pulgas    Donde viven las historias. Descúbrelo ahora