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Rubí




—Por fin volvieron, ya estaba muy nervioso. ¿Pudieron solucionar las cosas?

No alcanzamos a dar un solo paso dentro de la casa, antes de ser asaltados por el interrogatorio de Michael.  Al parecer Gael no se equivocaba, por lo que su padre en realidad estaba considerando la idea de ir a buscarnos.
No entendía si era su comportamiento habitual o era solo la emoción de ver a su hijo volver a casa acompañado, pero sea lo que sea, no podía involucrarse.

—Sí papá, lo hicimos. —respondió Gael, con una sonrisa.

—¿Lo hicieron? ¿Qué hicieron? Porque cuando salieron de aquí hablaban de sexo y no puedo evitar pensar que pronto tendré un bebé en la casa. —¿Qué demonios?

—Solo solucionamos las cosas, nada más. —respondí de manera apresurada.

—¿Solo eso? No lo creo, tardaron mucho.

—Ahora estamos en una relación papá, o por lo menos lo intentamos. —Esa era la palabra clave, intentar, ya que no sabíamos si iba o no a funcionar.

Lo cierto es que aún ambos tenemos muchas cosas por conocer del otro, cosas que podían llegar a alejarnos o acercarnos.
Aún tenia nervios, no sabía si había tomado la decisión correcta, pero Gael tenía mucha razón, no lastimaba a nadie con intentarlo, al contrario, podría ganar apoyo y un poco de buena compañía.

Pero la reacción de Michael si que me sorprendió, porque él no sabía si era o no peligrosa, sin ir más lejos, pensaba sacar a luz su secreto. Sin embargo él no lo sabía, por lo que al escuchar a Gael solo aplaudió y vino a abrazarnos.

—Ahora sí, no quiero que sean como Aryeh y mi bichito de luz, ustedes tienen que darme nietos pronto. ¿Verdad que lo harán?

Yo no iba a hablar del tema hijos, no cuando no podía cuidar ni siquiera una planta. Eso debería esperar un par de años más o quizás muchos años más.
Así que cuando apreté con fuerza la mano de Gael, avisándole que si seguía así no me quedaría, asintió. 

—Es muy pronto para pensar en eso papá, apenas estoy convenciéndola de estar juntos, no puedo pedirle hijos ya mismo.

—Pero yo si. Campanita, ¿Te gustan los niños?

—Sí, pero los ajenos, ya que puedo devolverlos a sus padres en cuanto comienzan a llorar.

—Para eso hay abuelos responsables como yo. —abrí grandes mis ojos y lentamente asentí, él no me estaba convenciendo.

—Lamento no seguir hablando de sus sueños, pero necesito ducharme. ¿Gael donde esta el cuarto? —lo que necesitaba era alejarme de Michael y la absurda charla de bebés.

—Ven terremotito, yo te llevaré. —comencé a seguirlo, deseando que ninguna nueva locura saliera de la boca de su padre, pero sabía que era absurdo, ya que él parecía tener siempre algo para decir.

—Piensen en lo que les dije, harían a un hombre muy feliz.

No lo pensaría, es más, estaba borrando esta conversación de mi cabeza. Iba a fingir que nunca sucedió y esperaba que él hiciera lo mismo.

Cuando llegamos a la habitación, descubrí para mi sorpresa, que Gael sería mi compañero. ¿Qué hubiera pasado si lo rechazaba? ¿Acaso estaba tan seguro de que aceptaría darle una oportunidad? Debía comenzar a trabajar en ocultar mejor mis emociones, ya que parecía que me veían a la perfección.
Aunque tampoco era tan malo, prefería dormir en sus brazos, rodeada de su calor y seguridad. A exponerme a dormir sola, aún no conocía muy bien este lugar.

Me mostro donde quedaba el baño, antes de decirme que iría a hablar con su padre y pedirle que no siguiera presionando con la idea de los nietos. Eso me dejaba más tranquila y me daría tiempo para tener un poco de privacidad e intimidad, cosa que necesitaba con demasiada urgencia.
Una vez que salió, me encerré en ese pequeño cuarto y me quité la ropa, deseando que la lluvia de la ducha se llevará consigo toda la locura que repentinamente había caído sobre mi.

Me quedé allí bastante tiempo, pero luego salí, vistiéndome de manera apresurada.  No sabía cuanto tardaría Gael y aunque ya me había visto completamente desnuda, la idea de que me encontrara sin nada, me apenaba demasiado.
Pero para mi sorpresa no volvió, por lo que sentí la necesidad de bajar y buscarlo, encontrándolo junto a su hermano y otras personas más.

—Hola. —dije en general, no era grosera, mis padres me enseñaron a saludar.

—Hola. —respondieron todos, algunos con una sonrisa amistosa y otros con la cara seria.

—Ven Rubí, te presentaré a la pandilla. —Me acerque a Gael, manteniendo mi mirada en todos. —Ella es Samara, la novia de Aryeh.

—Mucho gusto y perdón, en cuanto Ary me dijo que habían llegado y que eras la compañera de Gael, simplemente no pude resistirlo y llamé a los demás. —la chica rubia con sonrisa amigable, no parecía para nada arrepentida de lo que había hecho. —Aunque no lo creas esperamos durante mucho tiempo a que te encontrara. ¿Estoy hablando mucho? Tiendo a hacerlo cuando estoy nerviosa y lo estoy, pero es que pareces tan agradable y bonita.

—Gracias. —ella parecía ser amigable, de hecho demasiado, lo que me encantaba, ya que me recordaba a Lorenzo.

—Ellos son Cedric y Aysel, nuestro alfa y nuestra luna. —ambos levantaron la mano en señal de saludo.

—¿Alfa y luna? ¿Qué es eso? —Gael debía recordar que apenas tenía información sobre los lobos.

Tanto Aysel como Cedric se miraron nerviosos, al parecer no sabían si estaba enterada o desconocía su naturaleza.
Sonreí, al darme cuenta de que la chica rubia no llego a pasar el chisme completo.

—Es algo así como nuestros lideres.

—Oh entiendo. —Respondí, aunque la verdad no entendía nada.

—Los chicos nos contaron un poco Rubí, aquí puedes estar segura, nadie te hará daño. —asentí hacia a Cedric, comprobando que todos aquí parecían preocuparse por mi seguridad.

—Debe ser horrible no poder salir por miedo a lo que pueda sucederte, pero escucha a Cedric, nadie te hará daño, aquí protegemos a la familia y ya eres parte de la nuestra. —Miré a Aysel y sentí el aguijonazo de la culpa clavarse dentro de mi.

Ellos me estaban aceptando como una más, pero yo había estado a punto de arruinar la vida de todos. Sé que Gael me había pedido que no les dijera nada, pero no podía seguir manteniendo esto solo para mi.
No podía no decirles cuando ellos me estaban tratando tan bien y sin juzgarme.

—Es muy amable de su parte, pero me siento mal de que se comporten así conmigo. Sé que Gael me odiara por decirles esto, pero antes de saber que él era mi compañero y que era un lobo, yo estaba investigando a su especie, ese iba a ser mi próximo articulo para la revista.

En cuanto lo dije sentí como si un gran peso se quitara de mi espalda. No me importaba si me corrían, o incluso si amenazaban con encerrarme, pero no podía fingir que nada había pasado.
Gael a mi lago suspiró y cubrió su rostro con sus manos. Él estaba molesto, pero sé que en mi lugar hubiera hecho lo mismo.


Pocas pulgas    Donde viven las historias. Descúbrelo ahora