Uriel
Pude notar como mis palabras provocaron un escalofrío en Lorenzo, pero él tenía razón, no podía pedirle sinceridad y mentirle en la cara. Además sería bueno que sepa con lo que esta tratando, estas cosas mientras más rápidos se digan, menos consecuencias conllevan a la larga.
¿Qué iba a esperar? ¿Acaso conseguir que confié en mi y acercarme para decírselo? Demonios no. Con eso solo lograría que me mandará a la mierda.Nunca sentí vergüenza o algún tipo de inseguridad con respecto a lo que soy, estoy en serio orgulloso de ser un hombre lobo. Mi padre lo es, mis amigos lo son y casi todas las personas que me importa también.
Por ello no se me trabaría la lengua para confesarle quien soy en verdad.—¿Estas jugando verdad? —no tardo en preguntar y podría decirle que sí y tranquilizarlo, pero no le veía sentido a mentir.
Como le dije antes, si él fuera sincero conmigo, yo podría encontrar una solución más rápido, pero seguía aferrándose al silencio, exponiéndose a convertirse en la cena de algún lobo.
Claramente me contaba, porque de seguir con sus evasivas, terminaría comiéndolo entre medio de dos panes.—Yo no juego. En este momento estoy hablando con un cliente, no con un amigo o algún familiar, por lo que si te digo que soy un hombre lobo, es porque soy un hombre lobo.
—¿También intentarás matarme? Porque de ser ese el caso, tienes que saber que no te temo, pero no pienso dejar que toques a Azul.
—Los lobos no lastimamos a los cachorros, eso es algo cobarde. ¿Por qué meterse con alguien indefenso que no puede defenderse?
—Ellos también buscan a mi hija. —¿Es qué no me escuchaba cuando le hablaba?
—Te acabo de decir que es imposible que ataquen a tu hija, solo estas siendo paranoico.
—¿Paranoico? ¿En serio eso crees? —lo vi comenzar a reírse, como si acabará de decir una broma en verdad divertida. —He pasado los últimos meses buscando lugares seguros para que no lleguen a ella. Siempre debí cambiar la dirección, ya que parecían saber donde encontrarla, no solo a ella, sino también a mi. ¿Crees que no quise ser padre desde que supe que existía? Pero no podía, debía fingir que no sabía nada, para mantenerla a salvo. Créeme que esto no es paranoia, es mi maldita realidad.
No me perdí varias de las cosas que dejo salir, no habló de semanas, sino de meses, por lo que en serio esto iba más allá de un simple articulo.
Esto tenía que ver con él, alguna cosa jodida hizo para conseguir este tipo de atención. Y no era algo tan inofensivo, porque en su locura arrastró a su hija de un año en ello.—¿Qué hiciste? —Pregunté sin poder seguir aguantándolo.
—Eso no importa ahora, no hay manera de volver atrás y solucionarlo. Por lo que solo puedo ver hacía adelante y procurar mantenernos vivos. —respondió mirando a la niña.
A este punto ya había terminado su leche y parecía que podría volver a quedarse dormida en cualquier momento.
Pero a diferencia de ella, me encontraba bien despierto y con demasiada curiosidad corriendo por mis venas.—Creó que te demostré que puedes confiar en mi.
—Si no lo hiciera no estaría aquí. Me dijiste que eres un hombre lobo, de los mismos que están cazándonos, por lo que si no te tuviera al menos un poco de confianza, estaría lo más lejos que pudiera de ti y de toda tu especie. —eso no era para nada agradable de decirle alguien, mucho menos a tu compañero, pero tenía que recordarme que él desconocía ese detalle.
—Al menos no eres un imbécil y sabes que haré lo posible para que nada les ocurra.
Me encargaría de que estuvieran bien, aunque este idiota no me dijera que mierda hizo para poner tan molestos a los lobos detrás de él.
—Por cierto, mientras dormías llamé a la policía informándoles quien era y que habías contratado mi servicio luego de varias amenazas, lo que no es mentira. Ellos fueron a tu casa y encontraron el cuerpo de una mujer, imagino que es la madre—señale a la pequeña, antes de continuar. —Tenemos que ir a la comisaría, necesitan tu declaración.
—Si vamos nos encontraran.
—Y si no lo hacemos iras preso. ¿Entiendes que en tu maldita casa se cometió un asesinato?
—Lo viví. Pero ¿Qué haré con Azul?
—No te preocupes, tengo una amiga que no tendrá ningún problema en cuidarla. —O al menos eso esperaba.
—Déjame adivinar, ¿Una de los tuyos?
—Sí. Y antes de que empieces a dar mierda, a ella le importa muy poco tú y tu miserable vida, así que no gastaría ni un segundo en intentar matarte y muchos menos perseguirte.
—No dije eso. —no hizo falta, lo había entendido.
—Lo estabas por decir, no me puedes engañar. Pero es lo único que podemos hacer, así que la llamaré.
—Llámala, pero si algo sucede, te mataré imbécil. —Rodé los ojos y saqué mi teléfono.
No sabía que podría decirme, pero seguro que no sería tan sencillo. Laurie era como yo, no simpatizábamos con los niños.
Pero aún así marqué y esperé hasta el cuarto tono que respondiera.—¿Por fin me contaras lo de la hija? —se escuchó, apenas respondió.
—No, pero debo pedirte un favor.
—Claro, dime. Seguro podré ayudarte. —esperaba que pudiera hacerlo.
—Tengo que llevar a la comisaría a Lorenzo, el amigo de Rubí ¿Lo recuerdas? —No espere su respuesta para continuar, ya que ella lo conocía, hablábamos de él cada maldito día. — Pero no tenemos con quien dejar a su bebe.
—No. —Respondió y fingí no escucharla.
—Entonces pensé en ti, ya que con nadie más podrá estar segura.
—No Uriel, lo siento. Pero no me gustan los niños, si me gustaran hubiera estudiado para maestra jardinera y no para decoradora de exteriores.
—Sabía que podía confiar en ti, te la llevaré en una hora más o menos.
—Uriel no lo hagas, no pienso cuidarla.
—Gracias Laurie, te debo una. —No esperé que siguiera negándose, antes de colgar y mirar a mi compañero. —Ella aceptó.
—Lo que sea, iré a cambiarla. —asentí y lo observe salir de la cocina, mientras mi teléfono vibro en mi mano.
*Laurie: Te odio, no me deberás una, sino un millón. Lo haré solo porque es tu maldito compañero.
Sonreí al leerlo, al menos con ella no le sucedería nada.
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Pocas pulgas
WerewolfLibertad... Laurie Adams había ansiado llegar a la ciudad desde pequeña. Las cortas escapadas que hacia junto a sus padres para visitar a sus abuelos, no eran suficientes para satisfacerla. Pero ahora con dieciocho años recién cumplidos y lista para...