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Rubí



Habían pasado dos días desde mi conversación con Michael y no podía sacarme el tema de la cabeza.  La idea de mudarme a la manada y buscar un nuevo trabajo aquí, cada vez parecía más tentadora.
A veces hay que seguir los instintos y el mío me decía que necesitaba algo nuevo, una nueva motivación. Con lo que había sucedido con los lobos, me había dado cuenta de que estaba perdiendo mi esencia, me estaba convirtiendo en una persona que era incapaz de ponerse en el lugar del otro y veía culpable a todos. Aunque algunos si lo eran.

Pero tampoco podía ir y tomar mis cosas, para luego traerlas e instalarme aquí. No, para eso necesitaba algo serio y yo misma establecí las reglas en mi relación con Gael. 
Ambos estábamos bien juntos, pero no era muy solido lo que teníamos. Supongo que si lo fuéramos él hubiera aceptado la idea de Cedric, pero sin embargo la rechazo en un pestañeo.

¿Por qué no lo había dudado? ¿Por qué demonios no me proponía marcarme?
Eso podría ser la solución a nuestros problemas, bueno los míos, pero él parecía estar siempre tan preocupado por mi, que no lograba comprender el porqué de su reticencia.

Aunque ahora la pregunta verdadera era: ¿Yo quería que me marqué? La verdad era que sí, me gustaba la idea de entregarme a él y que él hiciera exactamente lo mismo.
Sabía que no sería igual, Michael se había tomado el tiempo explicándome que si no era una loba, no podría marcarlo, pero de igual manera al ser mi compañero me querría incondicionalmente.

¿Pensar de esa manera me hacía egoísta? Que más daba, lo quería conmigo.
Pero mi mente siempre vengativa, también me jugaba malas pasadas y me hacía creer que si Gael no lo había dicho, era porque no me quería lo suficiente. ¿Habrá sucedido alguna vez que un lobo no quería a su compañera?

¡Odiaba sentirme así! Era como si yo misma me menospreciara y nunca lo había hecho. Esta maldita situación estaba jodiendome la cabeza.
Pero no podía seguir así, es por eso que caminé directo a Gael y me planté frente a él.

—Tenemos que hablar. —Me cruce de brazos y esperé que aceptará, aunque no lo iba a dejar escaparse tan fácilmente.

—Sea lo que sea, yo no lo hice. Escucha terremotito, ni siquiera he pensado en alguien más que en ti.

—¿Por qué me dices esto? ¿Quién tendría que venir a decirme algo? Espera, ¿Qué hiciste Gael?

—Nada, pero sé que cuando una mujer dice “Tenemos que hablar” significan problemas y no quiero tener problemas ahora que estamos tan bien.

—Solo quiero saber una cosa. ¿Por qué no quieres marcarme?

Gael se mostro sorprendido, de hecho abrió y cerró su boca tres veces. Pero en el momento en el que se recupero, tomó mi brazo y comenzó a encaminarme a la habitación.

—Creo que es mejor hablar de esto en privado.

—Yo solo quiero saber que tan importante es esto para ti. Porque si no me quieres marcar, claramente es porque no te importo lo suficiente. —No pude evitar decir mientras me caminábamos.

Una vez que entramos a la habitación, cerró la puerta detrás de él y me miró. Ambos estábamos serios, pero es que necesitaba saber donde estaba parada con él.

—Lo primero que voy a decirte terremotito, es que es obvio que quiero marcarte, muero por hacerlo. Pero no soy tan egoísta para hacerlo cuando aún no sabes si me quieres. Y lo segundo que te diré, es que eres lo más importante que tengo, no quiero que lo dudes.

—Yo si te quiero, pero no me siento bien al saber que te niegas a hacer algo que todos los lobos hacen con sus parejas. 

—Rubí, no es que no quiera marcarte, porque quiero hacerlo, solo estoy esperando al momento correcto.

¿Momento correcto? ¿Quién decía cual era el maldito momento correcto? Me dice que soy lo más importante que tiene y solo se niega a marcarme como suya.

—Yo quiero que lo hagas.

—¿Por qué? ¿Por qué quieres volver a la ciudad?

—¡No! ¿Pero de donde sacas esa mierda? Quiero eso que me prometes, esa relación permanente. Como la que tienen mis padres, como la que tienen los tuyos. Por primera vez quiero algo estable en mi vida y te quiero a ti ¿Por qué no lo ves?

La única respuesta que recibí de Gael fue un beso. No me estaba quejando, ya que adoraba cuando me besaba, pero en este momento quería respuestas y él se negaba a hablar claro.
Me aleje, solo un poco y presioné mi frente contra la suya.

—¿Por qué te niegas? Estoy diciéndote que quiero que me marques, pero una cosa es segura Gael, en cuanto lo hagas más te vale no mirar a nadie más, porque si crees que la terquedad es mi mayor defecto, espera a conocer los celos.

—Estas loca terremotito, te lo dije una vez y te lo repito, llegaste para poner mi vida patas arriba. Y si quieres que te marque lo haré. —se acercó y comenzó a repartir besos en mi cuello. —Pero no hoy.

—Eres un maldito tramposo, quítate. —lo empuje tratando de pasarlo, pero me tomó de la cintura y me atrajo contra él, llevándonos a ambos hasta la cama.

Una vez estuvimos recostados se aferro a mi como koala y a pesar de que “intente soltarme” porque la verdad es que no quería hacerlo, él no me soltó.

—No lo creo terremotito, ahora que te escuché decirme que me quieres no estoy soltándote. —Quería reírme, pero sin embargo me mantuve sería.

—Estas violando mi espacio personal Gael, tengo derechos.

—Es verdad terremotito, tienes derecho a guardar silencio y dejarme besarte un rato más.

—No lo creo, estoy segura de que me besaras. —roce mi nariz contra la suya, ya que mucho más no podía hacer con él aferrándose a mi. — Pero no hoy.

El que devolviera sus palabras solo lo hizo reír y  sabía que sucedería, ya que él se tomaba la mayoría de las cosas en broma.

—Eso ni tú te lo crees.

—Tienes razón. —sonreí y lo deje besarme.




Pocas pulgas    Donde viven las historias. Descúbrelo ahora