Uriel
Los días pasaban y con ellos reforzaba más cosas en casa. Habían cámaras en todas partes: en la calle, en la entrada, en el jardín, en la parte trasera, en cada maldito rincón al que miraras. Había instalado sensores de movimiento, que estaban perfectamente colocados en los lugares que serían difíciles de pensar. Puertas y ventanas tenían el triple de las cerraduras que tenían cuando él llegó, pero era la mejor manera de mantener la seguridad de ambos.
No habían vuelto a aparecer, no tuvimos más avistamientos de los lobos, pero las veces que salíamos eran demasiado escasas. Algún control médico para Azul, compras al supermercado o visitar a Laurie, quien luego de ese día no paro de frecuentarnos.Laurie no lo admitiría, pero había desarrollado una especie de vinculo hacia Azul y cada vez que aparecía, lo hacía con alguna remera, campera o cosita que vio en una tienda y le gusto.
Ella y Lorenzo se llevaban bien, conversaban y hasta en cierta ocasión lo escuché confesarle a esta, que se sentía extraño a mi lado, algo que solo le había ocurrido una vez con otro hombre. Eso llamo mi atención, ya que al parecer él a diferencia de mi, tenía cierta experiencia, aunque mínima, con una relación de este tipo.En mi caso, seguía con dudas, no sabía si esto podría funcionar. Entre nosotros habían más choques que entendimientos, éramos el agua y el aceite, perro y gato, el maldito día y noche, pero no dejaba de querer acercarme más, cada vez que nos encontrábamos en la misma habitación.
Pero no quería pensarlo, no en este momento, no cuando no podía evitar sentirme un poco preocupado por como se encontrarían ahora.Había tenido que venir a la empresa a solucionar unos asuntos importantes, con dos clientes antiguos. Pero aunque no lo había dejado solo, sino con Jorge, temía que algo se saliera de control.
Estaba esperando que la conversación con Ignacio Álvarez Martínez concluyera para saber como seguía todo en la casa.Este hombre quería que redoblará la seguridad de su hijo, ya que al parecer el niño de oro no hacía otra cosa que escaparse y burlar a mis hombres, los cuales estaban cansados de la actitud no solo del niño, sino de la familia en general.
Los comprendía, este comportamiento solo los hacía perder su tiempo y si algo grave sucediera, ellos serían los responsables.—En este momento estamos con el personal completo, no podría sumarle a nadie más. —Lo cual no quería hacer.
—¿Qué hay de usted? —Alce una ceja e igualé su actitud petulante.
—También trabajo en un caso, el cual debí dejar hoy para venir a tratar con usted. Su hijo ya cuenta con dos guardaespaldas capacitados y lo sé, porque yo mismo los contraté y no contrato a cualquiera. Cada trabajador debe superar diferentes pruebas que yo mismo le asigno y no son sencillas.
—Pero siguen sin ser suficientes para la vida ajetreada de mi hijo.
—¿Quiere un consejo? Así le ponga diez hombres a su cuidado, su hijo simplemente hará lo que quiere. Esta acostumbrarlo a hacerlo y hasta que usted no le ponga un alto, no se detendrá y seguirá exponiéndose.
—Es por eso que necesito mayor vigilancia. Aunque hable con él, las cosas no cambiaran.
Froté mi rostro con impaciencia, no entendía como este hombre, quien era considerado como uno de los tiburones en la ciudad, no podía parar a su maldito hijo.
—Le vuelvo a repetir, estoy completo, no tengo nada libre en este momento. Pero puedo ponerlo en lista de espera y apenas un nuevo hombre quede libre, asignárselo.
—Hágalo. Ahora debo marcharme, tengo una junta importante. —se levantó, mirando su teléfono, y tras despedirse se marchó.
En el momento en el que la puerta se cerró detrás de él, tomé mi propio teléfono y marqué el número de Jorge. A pesar de que creí que respondería enseguida, tardó cuatro tonos en hacerlo.
—Lo siento, me demoré porque estaba en la cocina. Mientras Lorenzo cambia a la niña, me apresuré a prepararle la mamadera. —asentí, a pesar de que no me veía.
Una de las razones por las cuales había elegido a Jorge para esta tarea, es que tiene más experiencia con niños que los demás.
—No te preocupes. ¿Cómo va todo por ahí? ¿Nada raro?
—Todo tranquilo, solo llamó la señorita Rubí y habló con Lorenzo unos momentos, al parecer el chico no se sentía muy cómodo de seguir la conversación. —eso me pareció extraño, ya que ambos eran como hermanos.
—Bueno eso ya es algo entre ellos, pero recuerda mantenerte atento, solo me abres la puerta a mi o a Laurie, a nadie más.
—Lo sé, no permitiré que nadie entre a la casa.
—Gracias Jorge, cualquier cambio me avisas.
—Lo haré.
Terminé la llamada justo cuando la puerta fue tocada tres veces. Cuando pedí que ingresará, el siguiente padre sobreprotector ingreso.
—Harrison. —movió su barbilla hacia mi en señal de saludo.
—Peñalosa. —respondí del mismo modo. —¿Qué anda mal?
—Mi hija sigue queriendo que regrese su antiguo guardaespaldas, no se siente cómoda con el actual. —suspiré, cansada de que siempre suceda lo mismo.
—El señor Doll se encuentra en un caso demasiado importante, él esta fuera de la ciudad y no tiene fecha próxima a regresar.
—Podría triplicar mi anterior oferta.
—Se lo repito, él se encuentra ahora mismo en un caso de suma importancia y no hay dinero que haga que lo abandoné. Siento que su hija se encuentre disconforme con su actual guardaespaldas, pero el señor Doll, no estará disponible. —ni ahora, ni nunca, debería agregar, entre muchas otras palabras para intentar que lo comprenda.
—De ser así no tenemos más opción que concluir el contrato. —Si pensaba que podía intimidarme, se equivocaba.
—Lamento perder un cliente como usted, pero si así lo desea, así será. Tenemos una lista de clientes esperando que alguno se desocupe, por lo que no tardaré en reubicarlo.
La conversación prosiguió y su absurda amenaza se desintegro, decidiendo que conservaría al guardaespaldas actual. Conocía a este hombre y creía que podría hacer conmigo, lo mismo que su hija hacía con él: manipularlo a su jodido antojo. Pero ahora veía que eso sería imposible.
Para cuando llegue a casa, Azul se encontraba dormida y Jorge y Lorenzo, tomaban un café. Suspiré relajado, al comprobar que mi ausencia no provocó ningún daño y me alegraba ver que todo seguía igual.
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Pocas pulgas
WerewolfLibertad... Laurie Adams había ansiado llegar a la ciudad desde pequeña. Las cortas escapadas que hacia junto a sus padres para visitar a sus abuelos, no eran suficientes para satisfacerla. Pero ahora con dieciocho años recién cumplidos y lista para...