C.5

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Uriel




Al parecer Gael tenia razón al pedirme que cuidará de Lorenzo, de llegar cinco minutos tarde se hubiera encontrado en problemas.
En cuanto vi el lobo gris esperando en la entrada, tuve que hacerme cargo, antes de correr y traer el auto. Lo bueno es que llegué justo cuando estaba saliendo de la casa y no nos fue difícil escapar de allí.

Pero no esperaba muchas de las cosas que dijo. No esperaba que tuviera una hija, no esperaba que estuvieran cazándolo y que se atrevieran a arriesgarse tanto, pero era evidente que Rubí no solo los había visto, aquí ocurría algo más.

—¿Y qué estas esperando? Ibas a empezar a contarme la larga historia de los hombres lobo. —Provoqué, queriendo ver si se anima a soltar la lengua.

—Rubí se ha obsesionado un poco con el tema, desde el día que dijo ver a dos chicos transformarse, no ha parado de investigarlo. Soy su mejor amigo, por lo que todo de lo que ella se ha enterado, también lo hice. —dijo, al mismo tiempo que la niña en sus brazos comenzó a quejarse.

No sabía si estaba en lo cierto o si quizas me equivocaba, pero no podía dejar de sentir que escondía algo detrás de su apariencia despreocupada. Soy bueno leyendo a las personas, algo que he logrado con el tiempo. El secreto estaba en observar los detalles, siempre algo en ellos flaqueaba y Lorenzo no era la excepción.
Fue difícil encontrar ese punto que lo delatará, pero mientras hablaba su mejilla se contrajo un poco. 

—¿Entonces todo lo que sabes es a causa de Rubí?

—Sí, es por ello. —mintió nuevamente.

En mi experiencia, cuando las personas trataban de mentir sobre lo que sabían, era porque habían metido la pata en algún punto.
Seguí conduciendo, dando vueltas, evitando ir directamente a mi casa. No sabía si nos estaban siguiendo, pero en caso de hacerlo, estaba decidido a marearlos.

—¿A dónde vamos? A este paso terminaremos saliendo de la ciudad.

—No. Pero en caso de que nos estén siguiendo, planeó volverlos un poco locos.

—Imaginó que sabes de esto, después de todo es tu trabajo. Yo podría ser bueno en tu línea, con Rubí he tenido demasiado practica. —soltó una pequeña sonrisa— Hemos escapado luego de cada investigación. Pero no cambiaría mi trabajo junto a ella por nada, es más que mi amiga, es como mi hermana.

—Como sabes ella salió de la cuidad junto a Gael y si conozco a mi amigo no va a volver en un tiempo cercano. Con esto no estoy diciendo que la vaya a secuestrar o algo parecido, pero la llevo al pueblo y allí es como una familia enorme, la trataran tan bien que no querrá irse.

—¿Si es tan así porque te fuiste? Si yo tuviera un verdadero lugar al que llamar hogar, no me alejaría.

—Vine a la ciudad buscando algo,

—¿No hablas mucho de tu vida, no? —preguntó y no pude evitar sonreír.

—No.

—Que mal, porque soy algo curioso y más cuando estoy nervioso.

Si él esperaba que le contara mi vida entera, estaba muy jodido, porque no lo haría.
Mi misión era mantenerlo seguro. A lo cual se había sumado un pequeño plus del cual no tenía idea.

—¿Cuál es su nombre? —pregunté haciendo un gesto hacia la bebe.

—Azul. ¿No es bonita?

—No me gustan mucho los niños. En lo que a mi respecta, son ruidosos, babean y no empezaré a hablar acerca de los pañales. —hice una mueca de asco, al pensar en ello. —Pero al menos esta se muestra un poco tranquila.

—Me sorprende que no este asustada con todo lo que ha sucedido, pero es algo bueno ya que estoy acostumbrándome a cuidarla. Nunca fui muy fan de los niños, los veía como pequeñas molestias en las vidas de las personas y sinceramente nunca soñé siquiera con convertirme en padre, pero ahora que ella esta en mi vida todo ha cambiado. Puede parecerte loco, pero ya no me molestan los pañales, las babas o los llantos en la madrugada.

En mi lugar algunos de mis amigos pensaría que era tierno de su parte decir algo así, pero en mi caso, solo pensaba en sus últimas palabras: llantos en la madrugada.
¿Y yo estaba considerando llevarlo a casa?

Rasqué mi cabeza, comenzando a ponerme nervioso. Esto de los compañeros no era tan sencillo, ha pesar de ser un hombre paciente, sentía que esto lograría superarme.

—Por cierto. ¿Qué hay entre tu amigo y Rubí? —¿Qué clase de pregunta era esa?

—Creo que están conociéndose.

—No se como se manejen ustedes, pero te he dicho que ella es como una hermana para mi, por lo que si tu amigo se atreve a jugar con ella, ni los lobos serán más peligrosos que yo. —me ahogué con una carcajada, él no tenía ni idea.

—Gael es muy serio en las relaciones, sé que no intentará jugar con ella. ¿Pero tu amiga? Además, los lobos no lo asustan.

—Que bueno porque a mi tampoco, así que menos un guardaespaldas más. Y claro que Rubí es sería, aunque no esta muy a favor de estar en una relación por ahora. —Eso solo me divertía más, me gustaba pensar que Gael también pasaría un mal momento.

Pero ya era tarde y la noche estaba fresca para que estemos dando vueltas con una bebe, además no había visto a nadie seguirnos, por lo que decidí que era momento de ir a casa.

—Escucha bien Lorenzo, esto es lo que vamos a hacer, te quedarás en mi casa hasta que encuentre un lugar más seguro. Pero eso significa que de allí no podrás salir, para nada que no sea estrictamente necesario. —Al ver que no respondió, continué. —No quiero sonar como un carcelero, pero no solo debes preocuparte por tu vida al parecer, sino por la de tu hija también. Puedo protegerlos, prometo hacer todo lo posible, pero debes aceptar las reglas.

—Odio las reglas.

—Tómalo o déjalo. —no iba a hacer que nos maten a los tres porque él se comporte como alguien rebelde y caprichoso.

—De acuerdo. —Cedió luego de pensarlo unos minutos.

No sabía si estaba poniendo la cuerda en mi cuello, pero así se sentía. Tenía bastante experiencia con compañeros y compañeras rebeldes y tercas, por lo que imaginaba que lo que le había dicho, le entró por una oreja y le salió por la otra, pero de igual manera estaba arriesgando mi vida al protegerlo.
¡Gracias Diosa Luna!



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