Beau
Algo había cambiado y podía sentirse en el mismo aire. Laurie, quien no solo me volvía loco en casa, saliendo a su balcón con malditos camisones que a penas y le cubrían el trasero, había decidido redoblar la apuesta y tortúrame también en el trabajo.
Había llegado con un short tan pequeño que parecía un cinturón, y el cual mis manos picaban por arrancar. Pero para mi mala suerte no era el único con esos pensamientos, solo bastaba dar una mirada a los hombres que también trabajaban aquí.Sin ir más lejos, el idiota de Taylor parecía un perrito loco de amor, quien no solo la miraba descaradamente en cada maldita oportunidad que tenía, sino que también se atrevió a abrazarla. Ese simple acto me dio ganas de ir y arrancarle la cabeza, pero no lo haría, sabía lo que esta pequeña descarada intentaba lograr.
Lo que ella quería era volverme loco, ponerme tan celoso, exponiéndome como un tonto más cayendo en sus redes y lo estaba logrando. Eso era lo que más me molestaba, ya no soy un adolescente cediendo a sus impulsos carnales, si quería a alguien en mi cama, allí estaría.Pero no, desde el primer momento que la vi, luciendo tan asustada como un pez que sería convertido en cena, supe que significaría problemas. Y no me equivoque, aquí estamos, vigilándola caminar y llamar la atención de la mayoría a su paso.
Conocía su juego y sin embargo, estaba poniéndome a transpirar.—¿Pasa algo Beau? —preguntó mi padre, acercándose a la barra y sentándose en el asiento junto a mi.
—No.
¿Qué podía decirle? ¿Tu maldita protegida esta volviéndome loco, en lo único que pienso es en cargarla en mi hombro y llevarla a la oficina, donde nos encerraríamos hasta que ambos estuviéramos saciados uno del otro? Nunca, no le daría el gusto de saber que estaba perdiendo el control.
—No lo creo, pareces bastante irritado.
—Ya te dije que no me pasa nada, no inventaré algo para complacerte. —me di la vuelta chocando el vaso en mi mano contra la barra. — Carmen, dame otro.
—Escúchame Beau, no se que demonios sucede contigo, pero debes calmarte o volver a casa, estas gruñéndole a todo el mundo.
—No soy un perro para gruñir, así que déjame en paz. Carmen ¿Qué demonios esperas?
—Aquí tienes y cálmate, mira a tu alrededor son muchos que atender, no solo tú. —respondió esta, de la misma forma que yo.
—Si no te sientes lista para servir una maldita bebida en un jodido vaso, no sé que haces trabajando.
—Atiendo a jodidos imbéciles como tú. —volteé mirándola con enojo.
—Basta ustedes dos, Carmen vuelve al trabajo y tú, ven conmigo. —me señaló mi padre, extrañamente tranquilo. —No puedo creer que se comporten como niños.
Comencé a levantarme dispuesto a seguirlo, pero la razón de mi mal humor se plantó frente a mi con una enorme sonrisa.
—Carmen necesito tres Cosmopolitan, por favor. —volteó y me miró sin borrar la sonrisa. —Beau, no te había visto, diablos chico te ves terrible ¿Alguien te hizo enojar?
La mirada que compartíamos lo decía todo, era desafío, atracción, un fuerte deseo, que ambos nos negábamos a admitir. Aunque yo le había hablado de mi atracción, lo había hecho con intención de provocarla, pero ya no podía seguir ocultando la necesidad de conocerla de manera más intima.
Quería saber que le gustaba, que odiaba, hasta que punto era capaz de ceder y si podría hacerla gritar mi nombre con el mismo ímpetu con el que me gritaba cada insulto que venía a su rebuscada cabeza.—Sé lo que haces y no te dará resultado pececito.
—Yo creo que estas a punto de volverte loco y que ahora ese control del que te jactas esta a nada de volverse polvo.
Me acerqué hasta que mi boca estuvo justo al lado de su oído, si creía que me tenía en su poder, le daría algo más que pensar.
—Y yo creo que estas jugando con fuego. Nada me costaría sacarte de aquí, llevarte a mi departamento y demostrarte porque no es correcto jugar con la atracción. Dime pececito ¿Qué tan fuerte gritaras mi nombre cuando estemos juntos? ¿Acaso eres tan apasionada a la hora del sexo, como lo eres a la hora de provocarme? —pasé mi mano por su cintura, justo por la cinturilla de ese pantaloncillo que estaba sacando mi maldito lado primitivo. —Tengo tantas ganas justo ahora de follarte tan duro para que entiendas que darme celos no es la respuesta.
—¡Yo no hago eso! —no servía que lo negará, la había descubierto.
—Sigue negándolo, no es a mi a quien engañas. Solo te diré esto una vez, soy un hombre y en mis venas corre sangre, si me provocas luego no puedes echarte atrás, porque será muy tarde. ¿Quieres jugar? Juguemos. Pero en este absurdo juego no soy el ratón, tarde o temprano te atraparé Laurie. —ella estaba lista para decir algo al respecto, pero no había terminado. — En tu intento por provocarme, también lo hiciste con los demás, mira a tu alrededor. No sabes si entre ellos hay algún degenerado, si debemos jugar lo haremos en terreno seguro, no hace falta que te expongas.
—Enserio estas siendo un idiota.
—Puede ser, pero tú eres irresponsable y esté idiota al que te cansas de insultar, procurará que llegues bien a tu casa.
—No necesito que me ayudes, creo que sabes muy bien que puedo defenderme sola.
—Lo sé, pero eso no significa que este tranquilo. Así que enójate, golpéame y si quieres rocíame con ese aerosol que traes, pero te acompañaré y procuraré que llegues con bien.
—Eres incorregible. —bufé, aún más molesto al escucharla. Si alguien era incorregible era ella.
—Continúa, anda, de todas formas hoy iré contigo. Y ahora lamento no seguir conversando de manera tan agradable contigo, pero tengo trabajo que hacer.
—De acuerdo, ¿Ahora me sueltas?
Aleje mi mano de su trasero, con una sonrisa, ¿Por qué no me había pedido eso antes?
—Tienes un bonito trasero.
—Ya me lo has dicho, muchas veces.
—Nos vemos a la salida, bueno, siempre y cuando no te sientas intimidada por mi.
Vi como el reto llamo su atención, esa era la clave para llegar a ella, provocarla a tal punto que se rinda.
Lo malo, es que me estaba interesando mucho más de lo que quería.
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Pocas pulgas
WerewolfLibertad... Laurie Adams había ansiado llegar a la ciudad desde pequeña. Las cortas escapadas que hacia junto a sus padres para visitar a sus abuelos, no eran suficientes para satisfacerla. Pero ahora con dieciocho años recién cumplidos y lista para...