C.14

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Uriel





No podía creer lo que escuchaba.
Al llegar a casa todos los problemas parecieron crear una especie de bomba de tiempo que no tardo en explotar y hacer que le confesará a Lorenzo aquello que me preocupaba y confundía. Al hacerlo esperé muchas reacciones de esté, pero nunca esperé que me confesará que se sentía de la misma manera.

En muchos momentos ni siquiera consideré que sintiera atracción hacía mi, ya que no lo demostraba. Al contrario, él parecía siempre mostrarse frio e incapaz de sentir sentimientos por alguien más que por su hija y por él mismo, pero ahora me demostraba mi error.
A pesar de conocer muy bien las expresiones u el comportamiento de las personas que me rodean, algo en él me impide terminar de ver todo lo que esconde.

—¿Entonces tuviste una relación con otro hombre antes? —Habían tantas preguntas por hacerle, pero esta me parecía más precisa en este momento.

—De cierta forma. Si le llamas relación a follar con alguien durante poco más de tres meses, supongo que sí. —Respondió encogiéndose de hombros.

No dejaba de sorprenderme la tranquilidad con la que lo decía. Mientras yo trataba de comprender todo lo que estaba sintiendo, él parecía tenerlo bien en claro.
Envidiaba esa parte de él y de Gael, esa espontaneidad para tomar riesgos sin importar las consecuencias. Yo sin quererlo o intentarlo, tendía a formar posibles escenarios futuros en mi cabeza y eso me limitaba a la hora de actuar. Pero aunque conocía ese defecto en mi, aún no lograba cambiarlo.

—Vaya, sin dudas te comprometes. —Ironicé, molesto conmigo mismo.

Me molestaba saber que ya tenía experiencia en este campo, me molestaba su tranquilidad al hablar del tema y me molestaba mi maldita cobardía. Porque lo que más había dentro de mi, eran miedos.

—No creo que te importe lo que hice antes, a mi no me importa con quien te acostaste. Ahora estamos tratando con las ganas que tenemos el uno por el otro. Me deseas Uriel, no puedes negarme la atracción que sientes y yo ni siquiera lo intento, te lo digo aquí y de frente, te deseo y lo que más quiero es estar contigo, no me importa la forma, podemos turnarnos si gustas, pero creo que lo mejor que podríamos hacer es ceder de una vez y acabar con esta maldita tensión sexual entre los dos.

—No es tan fácil como lo haces sonar, para mi toda esta mierda es nueva. No solo tienes un genero diferente al que me gusta, sino también una maldita personalidad diferente. Me gusta estar al mando, que me escuchen y me obedezcan, pero tú, tú eres un cachorro irresponsable y rebelde, que no hace otra cosa sino retarme constantemente. ¡Eres un maldito dolor en mi trasero!

—No voy a disculparme por ser como soy. Me gusta hacer lo que quiero, cuando quiero y nunca tuve que darle cuentas de ello a nadie, ni siquiera a mis padres. Pero mírame, estoy siendo civilizado y tratando de que hablemos sobre esto como los adultos que somos. ¿No te parece que eso es lo mejor?

—¡Diosa, yo esperaba una compañera suave y dócil, pero en su lugar me envías un cachorro altanero e irritante! —me quejé, cubriendo mi rostro con ambas manos.

—No siempre obtenemos lo que queremos. —él iba a obtener algo de mi sino dejaba de presionarme, sin dudas lo iba a obtener.

—Al parecer no.

—¿Qué es eso de los compañeros? No es la primera vez que lo escucho y me genera curiosidad.

—Hay cosas para las que no estas preparado.

—Pruébame. —me retó y no me perdí el doble sentido, solo preferí ignorarlo, de lo contrario estaríamos en problemas.

—Creo que ya hemos hablado suficiente de este tema. —Lo mejor para ambos sería terminarlo aquí y fingir que no había sucedido. Ahora debíamos centrarnos en descubrir como lograr que deje de ser el enemigo número uno de estos lobos.

—No lo creo.

¿Qué no lo creía? No tenía que creer nada, solo tenía que aceptar que no íbamos a hablar de esto. Ya no más.
Le di una mirada, tratando de intimidarlo, aunque debí esperar que a él no le importará nada.

—Me costó abrirme, así que ahora hablaremos. Ya sabes que si la vida de mi hija no estuviera en peligro nada me detendría, pero ¿Qué te detiene a ti? ¿Tus miedos? ¿Acaso te asusta la idea de que te guste otro hombre?

—No puedo comer, no puedo dormir y no funciono bien desde que te conocí. No me asusta el sentirme atraído por ti, lo que me asusta es lo que provocas en mi. Me haces preocuparme por como estarán tú y Azul, todo el jodido tiempo. Por más que lo intento no logro concentrarme en otra maldita cosa que ustedes, así que no trates de adivinar mis preocupaciones.

Me paré junto a la mesa y cerré mis ojos, mientras soltaba una maldición, no debí confesarle esto, debí mantenerlo para mi.
Debí estar muy distraído ya que no lo escuché acercarse, pero al levantar mi cabeza, lo tenía frente a mi.

—Solo eso me importa, saber que Azul y yo somos tan importantes para ti, que no logras concentrarte en nada más. —dijo antes de unir sus labios a los míos.

Cada miedo y excusa en mi cabeza se esfumó, mientras la pasión se apoderaba de mi. No tarde en devolver ese beso con el mismo ímpetu, aferrando mis dedos a su nuca.
Necesitaba atraerlo más a mi, saborear su sabor. Como si esto fuera todo lo que podría conseguir, ahuequé su rostro entre mis manos y profundicé el beso.

La necesidad me quemaba, lo deseaba tanto, quería hacer con él todo y eso fue lo que me trajo de regreso a la realidad.
Me separé, rastrillando mis dientes por su labio inferior, antes de poner distancia entre ambos.

—Mostraste tu punto Lorenzo, te deseo, pero necesito tiempo para terminar de aceptar todo esto. No puedo ser como tú, tengo muchas cosas que pensar.

Y no mentía, esto me gustaba, pero era tan nuevo que aún no me hacia del todo a la idea.

—Tendrás tu tiempo, nunca te obligaría a nada, pero ya no podía resistir las ganas de besarte. Sé que estas asustado, pero la vida es una sola y debemos hacer lo que nos haga felices, porque al morir, ya no podremos hacer nada. —paso su pulgar por su labio y volvió a mirarme. —Te soltaste, es bueno hacerlo a veces, no lo pienses demasiado.

Y tenía razón, me había soltado, había dejado que mis ganas manejaran mi cuerpo y que mi deseo fuera el motor.
Pero aunque me haya gustado besarlo, aún tenía que aclarar muchas cosas en mi cabeza.


Pocas pulgas    Donde viven las historias. Descúbrelo ahora