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Cedric

Era muy tarde y ya habían venido varias veces las enfermeras a pedirnos que nos retiremos. En mis planes no se encontraba salir de aquí, pero, la verdad esto estaba bastante concurrido.
Aysel se encontraba sentada junto a mi, cuando se quedó dormida. Ahora tenía su cabeza apoyada en mi hombro y no necesitaba alguna tonta excusa para justificarlo.

Su largo cabello marrón, caía como una cascada, llegando hasta mi pierna. No era intencional, pero en varias ocasiones, me encontré jugando con este entre mis dedos.

—Nosotros ya nos vamos, vendremos mañana temprano. Ahora iré a trabajar un poco, pero antes llevaré a Aysel a su casa. —negué suavemente, con intención de no despertarla.

—Tranquila Laurie, déjala dormir, luego yo la llevaré. Eso me dará un motivo para salir de aquí, sino ni los de seguridad podrán sacarme. —levanté la mirada y la encontré cruzada de brazos, mirándome con una ceja alzada y una mueca de disgusto.

—Se lo dije a ella y te lo digo a ti, sé que algo esta pasando entre ustedes, no soy ciega. Sabes que odio las mentiras, así que espero que confíes en mi. —intenté no mostrar ni una emoción.

—Cuando tenga algo que contar, lo haré, mientras, no hay nada.

—No te creo nada.

—Es la verdad Laurie, ahora cuídate. Intenta descansar, mañana te avisaré si hay alguna noticia.

—De acuerdo, pero quieras o no, mañana vendré. — se acerco y besó mi mejilla. —Lamento no haberlo dicho antes, intenté hacer algo bueno y no me di cuenta que te pondrías como fiera.

—Ya todo esta bien, solo no vuelvas a esconderme algo tan importante. —ella asintió y siguió a Benjamín y a Summer.

Tendría que hablar con Laurie, confiarle esto y esperar que mantenga la boca cerrada, si se enteraba luego, sería peor.
Además, eso evitaría que siga poniéndose borde con Aysel y conmigo, cada vez que nos veía juntos.

—Ella no se dará por vencida, creo que en el fondo intuye que somos compañeros y solo esta esperando la confirmación. ¿Hablaras tú con ella? — Aysel movió su cabeza lentamente y luego unió su mano con la mía.

—Creí que estabas dormida.

—No, fue lo único que se me ocurrió para quedarme contigo. Aunque luego si te tocará llevarme a casa. —besé la cima de su cabeza, apretando más nuestras manos.

—Gracias.

—Ni lo digas, es lo mínimo que puedo hacer. Ahora respóndeme, serás tú o no, quién hable con Laurie.

—Se lo diré yo rayita, solo esperaré a que todo con mi madre se calme. ¿Esto significa que ya puedo decírselo a todos?

—No, pero ella no se detendrá y ya sospecha. Aún no quiero que mi hermana se enteré. —suspiré y eché la cabeza hacía atrás.

¿Por qué le molestaba tanto que su hermana lo supiera? Ya llevábamos varios días juntos, se sentía cómoda a mi lado, yo me sentía perfecto al suyo. ¿Entonces qué faltaba?
Me sentía como un sucio secreto, alguien poco digno para que se sintiera segura de presentarme como su compañero.

—¿Por cuánto tiempo seguiremos así? Tarde o temprano todos lo sabrán, no es algo que podamos ocultar por siempre.

—Lo sé, pero no lo entiendes. Ella espera demasiado de mi, siempre fue así, y soy joven aún, no puedo… —asentí, soltando su mano y poniéndome de pie.

Ella no estaba segura aún, no sabía si me aceptaría o si pronto patearía mi trasero lejos.

—Eso no sonó como quise. Desde pequeñas mi hermana siempre quiso encontrar a su compañero, yo lo único que quería era estudiar. Ahora que te encontré, ella querrá que deje mis sueños por ti.

—Yo nunca te pediría eso.

—¡Lo sé! ¡Demonios, no dejo de arruinarlo! Sé que tú no me lo pedirías, pero ella si. —mordió su labio, para luego suspirar. —Iré por café. ¿Quieres uno?

—Claro rayita.

—¿Tú padre querrá? ¿Él de cuál toma? —la mueca en su rostro me dio risa, se  sentía un poco intimidada por mi padre, a pesar de que intentaba disimularlo.

—Negro, con dos de azúcar.

—Ya vuelvo. —me dio un rápido beso, antes de perderse en el pasillo.

A pesar de sentirme un poco decepcionado por su actitud, sobre lo nuestro, no podía dejar de sentirme bien por tenerla junto a mi.
Sabía que con el tiempo lograría cambiar su actitud, derribar las paredes que insistía en construir a su alrededor, pero no sabía cuanto tiempo sería.

—¿Alguien especial? —sonreí de lado al escuchar la voz de mi padre.

Sabía que solo preguntaba para hacer charla, él no había dejado de observarnos en ningún momento, sentía sus ojos sobre nosotros todo el tiempo.

—Mucho, ella es mi compañera. —confesé, sintiendo como decirlo ya me daba un soplo de aire. —Pero no quiere que nadie lo sepa aún.

—¿Cuál es el problema? Pude sentir que es una loba, así que no es inmune a la atracción entre compañeros.

—Ama su libertad, aún así decidió darme una oportunidad. Dejó a su anterior pareja y me buscó, pero la idea de que su hermana se enteré, la enloquece. No lo entiendo, su hermana esta emparejada, estaría feliz por ella, pero Aysel no lo ve así.

—Vas a tener que ser muy paciente y darle tiempo, cuando conocí a tu madre tampoco me quería en su vida, pero crees que eso me detuvo, no, seguí tratando de conquistarla. El secreto fue siempre estar apoyándola, aún cuando no me lo pedía. —la expresión de mi padre cambió, seguro recordando esos momentos. —Estar con ella era todo lo que quería, lo que aún quiero. Nunca me importaron los problemas, todo en la vida tiene solución, solo debes ser paciente y constante.

Paciente era, a veces incluso por demás, pero nada era seguro con Aysel.

—Vi la forma en que te mira, estoy convencido de que podrás hacerla cambiar de opinión. Ten confianza hijo.

Me quedé mirando el pasillo, hasta que la vi volver. Mi padre seguía a mi lado, mirando como mi compañera se acercaba a nosotros con tres cafés y una pequeña bolsita en las manos.

—No comieron nada, así que no se resistan. —tras entregarnos los café, sacó un par de sándwiches, casi obligándonos a tomarlos.

—Aysel, no los presente correctamente, él es mi padre Jack. Papá, ella es Aysel…—me quedé callado, aunque ya se lo había dicho a él, ella no quería que nadie lo sepa.

—Su compañera. —terminó ella por mi, sorprendiéndome.




Pocas pulgas    Donde viven las historias. Descúbrelo ahora