Cedric
Tenía que preparar algo especial para demostrarle a Aysel lo mucho que me importaba, pero cada vez que creía tener una idea, esta se desvanecía. Era algo difícil, más aún con el pasar de los días.
No lograba saber que podría gustarle, ya que al pensar en ella, pensaba en gustos oscuros y fuertes, pero luego de ver su cuarto, podía imaginarla, interiormente claro, suave y tierna.Había hablado con cada persona que conocía, mis padres estaban de acuerdo en que sea algo romántico, Summer y Benjamín, me recomendaron algo intimo, sin muchas personas, ya que según ellos mataban el momento. Parte de mis tíos dejaron flotar ideas ridículas, pero otros como Logan, Sophie y Robert, me aconsejaron prepararle una cena romántica.
Esa idea me agradaba, ya que tomaba el consejo de la mayoría, pero no tenía ni una jodida idea de lo que le gustaba comer o le disgustaba a Aysel . Es por eso que debí acudir a Laurie, quien sería mi cómplice y averiguaría esas cosas.Laurie no solo lo había hecho perfectamente, haciéndome saber que Aysel era alérgica a la cebolla y que odiaba los pescados, que amaba la papa y la carne bastante jugosa. Pero eso no fue todo lo que hizo, sino que terminó prestándome su apartamento por esta noche para preparar la cena allí.
Demás estaba decir, que ella aunque vivía allí, varías noches saltaba el balcón y se quedaba con Beau. Al menos hoy no debería saltar.Traté de preparar la cena, o mejor dicho la rosticé, ya que me descuide solo unos minutos hablando por teléfono con mi madre y cuando volví, todo era un jodido desastre. No era un mal cocinero, pero estaba demasiado nervioso y eso me jugaba bastante en contra.
Luego de varios momentos maldiciendo la hora, mi descuido y mis malditos nervios, terminé llamando y pidiendo comida a domicilio. Faltaba poco para que Aysel llegará y tenía que terminar todo.*Aysel: ¿Es normal sentir tantos nervios?
Sonreí cuando leí su mensaje. Al menos ahora sabía que no era el único desesperándose en la relación.
Necesitaba que todo saliera bien y demostrarle que haría lo que sea por ella, incluso si me pedía la luna, no dudaría en saltar del balcón solo para intentar entregársela. Así de loco me tenía. Pero por ahora solo le daría una respuesta.*Cedric: Espero rayita, porque nunca me sentí de esta manera.
Continué preparando, con bastante detenimiento, cada cosa. Los platos en su lugar, las flores, incluso encendí esos aromatizantes que tía Tracy me aconsejo, aunque dudaba que eso no sea la causa de mi nerviosismo.
Cuando el timbre sonó, todo mi cuerpo vibró con expectativa. Quizás había llegado antes, los nervios habían ganado y necesitaba verme, pero pronto esa sensación se apago.Al abrir la puerta me encontré con el repartidor, quien solo parecía aburrido, mientras mascaba, una y otra vez, su goma de mascar.
—Entrega de Gino’s—murmuró aún mascando, poniendo la caja hacia adelante.
Poniendo los ojos en blanco, saque el dinero y tome la caja.
—Gracias, buenas noches. —dije antes de cerrar la puerta.
Comencé a sacar las cosas de dentro de la caja, cuando la puerta volvió a sonar y maldije, imaginando que el chico había olvidado algo.
Me acerqué y de mala gana abrí la puerta, pero el olor a cerezas, alejo ese disgusto enseguida.—Rayita estas hermosa. —y no mentía, había dejado su cabello suelto, tal y como me gustaba y esta noche usaba un vestido celeste, que podía hacerme perder el aliento sin dudar.
—Gracias Cedric. Ahora déjame entrar, tengo que ir al baño. —me reí, pero me hice a un lado para que entrara.
Mientras Aysel se perdía en el pasillo, continué mi trabajo de preparar la mesa y servirnos la cena.
Saqué el vino del refrigerador y lo coloqué sobre la mesa. En verdad esperaba que esto saliera correctamente.—No se que estés esperando conseguir con este despliegue, pero aún no me sorprendes. —Sonreí, sabiendo que la que esperaba conseguir algo, era ella.
—Soy libre de culpa y cargo, bueno no, quiero un beso. ¿Qué esperas rayita?
—A que me lo des. —y sin dudarlo, tras dos simples zancadas, la tomé en mis brazos y la besé.
La besé con ganas, con necesidad, con tanto sentimiento que sentía que en algún jodido momento podría consumirme.
La única razón para terminar el beso, fue que ambos nos quedábamos sin aire.—Esto me dice que estabas mucho más ansioso que yo Cedric.
—¿Puedes culparme? En serio estas hermosa Aysel. —y estaba tan nervioso, que parecía nuevamente aquel chico de catorce años, saliendo con Mónica Dinbal.
—Esto es lo que quedo hermoso, no sabía que eras tan bueno para decorar.
—No lo soy, además sé que pudo estar mejor. Voy a ser sincero contigo rayita, estaba nervioso, en verdad nervioso. Empecé a escuchar el consejo de todos, pero solo la idea de la cena es la que se acercaba más a mi propia idea y eso traté de hacer. En el proceso, los nervios me jugaron en contra y queme la carne, por lo que debí encargarla, pero espero que de todas maneras este bien. —le serví una copa de vino y me serví otra a mi, ya que en serio lo necesitaba. — La cosa es que quiero hacer todo bien contigo y todo parece poco.
—Todo es perfecto. Cedric, bromeaba la otra noche, podríamos estar sentados en una plaza tomando un jugo que estaría bien. Para mi lo importante es solo estar contigo, pero créeme que todo esto—hizo un gesto hacia toda la decoración. — es mucho más de lo que esperé. Te esforzaste por hacerlo por mi y eso es lo que me hace quererte más.
—Mejor come rayita, la sorpresa no hace sino comenzar. —sabía que ella llevaría mis palabras a un doble sentido, por lo que no traté de justificarme.
—¿Eso es una sugerencia o una promesa? —me reí, sabía que no dudaría en hacer esa pregunta.
En el tiempo que llevaba de conocer a Aysel, conocí su parte juguetona, picara y picante. Aunque no era algo que dejaba salir fácilmente, pero sin dudas, más a menudo que su romanticismo.
—Depende. ¿Qué quieres tú que sea? —pregunté clavando mi mirada en ella. Pero lejos de responder, pinchó una papa y la metió en su boca.
Al fin los nervios comenzaban a irse, estaba empezando a relajarme y entrar en mi zona de confort. Sabia que ambos queríamos jugar y hoy podríamos hacerlo libremente.
ESTÁS LEYENDO
Pocas pulgas
WerewolfLibertad... Laurie Adams había ansiado llegar a la ciudad desde pequeña. Las cortas escapadas que hacia junto a sus padres para visitar a sus abuelos, no eran suficientes para satisfacerla. Pero ahora con dieciocho años recién cumplidos y lista para...