C.16

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Lorenzo





En el momento en el que Uriel se alejó, sentí el peso de la realidad caer sobre mi.
Él tenía razón, solo me pedía que me abra y le cuente el motivo por el cual estaba en la mira de los hombres lobo. No solo yo, sino también las personas cercanas a mi.

Mi hija por desgracia tenía el mismo problema que yo, no se salvaba ni por llevar la misma sangre, el mismo gen que estos hombres y mujeres compartían. Pero para ellos esto era algo insignificante al parecer.
Pero también había expuesto a Rubí, provocando que esta creyera que era su culpa. Que su hambre de información y eterna curiosidad, habían provocado que debamos conseguir protección de otros y en su caso, el tener que escapar a un lugar alejado para mantener la seguridad.

¿Por cuánto tiempo más iba a continuar mintiendo? ¿Podría seguir haciéndolo sin sentirme un bastardo miserable?
No podía seguir callándome y para empezar debería comenzar hablando con una de las personas más damnificadas.

Tomé mi teléfono y marqué su número, aprovechando que Azul seguía dormida y Uriel parecía haber entrado a bañarse.
Ella no tardó en responder y tampoco tardó en reclamarme las nuevas novedades que el cotilla de Uriel se encargo de dispersar. Al parecer los hombres lobo no podían mantener el hocico cerrado.

—Estas en muchos problemas Lorenzo. ¿Por qué demonios no me dijiste que tenias una hija? Soy tu mejor amiga, soy como tu maldita hermana. —A pesar de que el tono de su voz no era molesto, sino algo divertido, estaba claro el reclamo.

—No podía hacerlo, quería, pero no podía. —No sin exponerlas a ella y a Laura.

Aunque claramente mi silencio no sirvió de mucho, ya que lamentablemente, llegaron a nosotros y Laura no pudo salir ilesa.

—¿Por qué no podías? ¿Qué me ocultas?

—Tantas cosas que siento que en cualquier momento voy a enloquecer. —Y no bromeaba, venía pasando muchas emociones y situaciones limites, que llevarían a cualquiera a rendirse. —Pero antes necesito que me cuentes la razón por la que decidiste renunciar, creí que el trabajo lo era todo para ti.

—Me di cuenta que si seguía por ese camino iba a terminar sola, triste y continuaría siendo estafada por Ángela. ¿Cómo no me di cuenta antes de que me utilizaba?

—Siempre te lo dije Rubí, esa harpía solo veía por su propio bien.

—Lo sé, pero ya no debo preocuparme por ello. Estoy planeando empezar desde cero, aquí, junto a Gael. —Eso me hizo sonreír, me gustaba la idea de verla feliz.

—¿Así que ahora van en serio?

—No sé como sucedió tan rápido, pero sin darme cuenta me enamoré de él. Sé que puede sonar tonto, pero ahora me siento libre y feliz.

—No lo pienses tanto, solo déjate llevar.

—Ya deja de distraerme y dime la verdad. —Levanté mi mirada y al no encontrar a nadie, suspiré.

—Hace tiempo conocí a una chica, ambos accedimos a pasar una noche juntos, solo sería eso, diversión. Pero al día siguiente ella pareció olvidarlo y tú terminaste apareciendo y te presentaste como mi pareja…

—Como cada vez que te enrollabas con alguien.

—Exacto, pero con ella fue diferente. Hace siete meses se presentó en mi puerta junto a una bebe de cinco meses, bebe que aseguró era mi hija. Al principio dudé y me encargué de comprobarlo. Pero eso no es lo malo, ya que Azul fue un antes y un después, nunca creí que alguien tan pequeño me  cambiaría a este punto.

—¿Entonces cuál es el problema?

—Laura era la hermana del alfa de la manada de esta ciudad. En cuanto él supo que se había metido con un sucio humano, como él me llamó, la convirtió en una paria y solo quería acabar con ella y con su hija. —recordé la cantidad de veces que escuché a Laura llorar, arrepintiéndose por todo lo que sucedía. —Hice lo que pude para esconderlas, les proporcionaba un lugar seguro, pero siempre las descubrían y debían huir. Mientras yo debía fingir desconocer la existencia de Azul, ya que me tenían vigilado.

No tenía idea de como iba a confesarle el resto, me sentía culpable, cobarde, impotente.

—El día que descubriste a los hombres lobo, ellos me buscaban a mi, no a ese pobre chico. No podía decírtelo, pero creo que te seguían a ti, para llegar a mi.

—Lorenzo debiste decirme esto antes, siempre estuviste en peligro. ¡Oh por Dios, pudo pasarte algo! ¿En qué demonios pensabas para mantener ese secreto? —preguntó, verdaderamente enfurecida.

—¿Qué ganaba con decírtelo? No quería que te pongas en peligro por mi culpa, hice lo posible por no exponerte y sin embargo terminaste involucrada.

—¿Qué sucedió? Todo lo que supe es que estas quedándote con Uriel, pero aunque él mencionó una bebe, nunca mencionó a una mujer. 

—Nos encontraron. Tenía planeado que Laura y Azul viajaran con mis padres, pero una noche antes invadieron mi casa y asesinaron a Laura. Tuve suerte, pude tomar a mi hija y salir de allí a tiempo, encontrando a Uriel esperándonos con el auto afuera.

—¡Mierda Lorenzo! Pudieron matarte y yo tardaría en enterarme. No vuelvas a guardarme un secreto tan importante como este.

No lo haría, para mal o bien todo siempre parecía acabar de la misma manera, con mi cabeza en la horca.
¿Sería tan malo decirle todo lo que sucedía? Ya estaba sincerándome, así que solo podía esperar que fuera lo que Dios quisiera.

—Me siento atraído por Uriel. —Solté, antes de seguir pensándolo. —Ya no quiero más secretos entre ambos, por lo que tengo que decírtelo. Lo bese y siento que se siente atraído hacia mi también, pero no logra confiar, cosa de la que no puedo culparlo. No se si podré confesarle que me enrede con la hermana menor de un alfa, que la deje embarazada y que mi hija probablemente tiene la capacidad de convertirse en loba como ellos.

Rubí permaneció en silencio y no la culpaba ya que en pocos minutos había lanzado varias bombas, que lo único que provocaron es que la tranquilidad se apoderará de todo mi cuerpo.
Pero no era un idiota y podía entender que en alguien más era difícil de procesar y le llevaría tiempo hacerlo.

Cuando el timbre de la puerta sonó, me apresuré a despedirme, dispuesto a abrir, pero escuché el grito de Uriel avisándome que él se encargaría.

—Tengo que irme Rubí, hablamos luego.

—Pero espera, no puedes dejarme así, no entiendo nada. ¿Tú y Uriel?

—Hablamos luego—corté y dejé el teléfono sobre la mesa, mientras me levantaba.

El grito de Uriel había despertado a mi hija, quien  parecía que no dejaría de llorar.


Pocas pulgas    Donde viven las historias. Descúbrelo ahora