Cedric
Sabía que podía contar con Laurie para organizarme una buena bienvenida, aunque podría haberla realizado en infierno , pero conocía su reticencia a evitar mi presencia allí. Ella quería alejarme de la diablesa rubia y eso solo me provocaba más ganas de ir allí.
Me posicioné en uno de los rincones y los observe a todos. Laurie y Beau, parecían discutir, por momentos, algo y luego volvían a besarse. No comprendía que tema trataban, la música a este volumen tan elevado, dificultaba que pudiera escucharlos.Ben y Summer, conversaban con una mucho más animada Faith. Quizás este cambio de aire, si le había servido, después de todo.
Había tenido mis dudas, creyéndolo un berrinche para llamar la atención, algo propio de ella, pero ahora veo que es muy diferente, que en verdad se encontraba mal.Luego habían un par de personas que no conocía, los cuales bromeaban, mientras bebían y comían ajenos a los demás.
Necesitando un poco de aire, me encaminé a la salida, nadie se daría cuenta si me escapaba unos minutos.La noche era fría, pero no demasiado, perfecta para caminar. Si estuviera en la manada lo estaría haciendo, pero aquí, no podía ya que aún no conocía muy bien la ciudad.
Las pocas personas caminando, no parecían notarme, y si lo hacían, lo disimulaban a la perfección.Este lugar era tan distinto a mi hogar, tan impersonal, tan poco amigable, pero desde ahora sería el lugar en el que me establecería.
—¿Puedes dejar de quejarte? Querías que viniera y aquí estoy, no me presiones, quieres. —escuché el suave murmullo cortar el silencio. A pesar de no hablar con molestia, la chica parecía empezar a irritarse.
Volteé y miré a los lados, tratando de encontrar a la dueña de la voz, pero no veía a nadie, aún no. Era un intruso, un cotilla de primera, divirtiéndome en este momento.
¿Con quien hablaría? ¿Un novio, un marido, un hermano, una hermana? Era divertido tratar de descubrir que escondía ese reclamo.—Solo digo que podrías actuar un poco, solo un poco menos…—la otra chica se quedo callada unos segundos, como tratando de dar con la palabra perfecta, que la describiera, pero no hiriera sus sentimientos. — como alguien que llevan a la horca. ¡Por la Diosa Aysel! Vamos a una jodida fiesta, no a tu sentencia.
¡Lobas! Mientras más avanzaba su discusión, más atrapado me tenía. Mucho más cuando la tal Aysel, resopló indignada.
Ese nombre me resultaba conocido, no sabía donde, pero no era la primera vez que lo escuchaba.—¿Sabes qué? Mejor entra tú y ahora subiré, necesito un poco de aire, a ver si cambio mi fatalista actitud.
—No lo sé, conociéndote podrías regresarte y dejarme sola. —reí entre dientes, esto solo me recordaba a los gemelos.
—¡Que no lo hare! Ya vine a tú estúpida fiesta, no me regresaré, solo necesito un poco de aire antes de enfrentar a todos.
—Diez minutos o vendré por ti.
Cuando el silencio volvió a hacerse presente, creí que también era hora de que regresará. Levanté mi cabeza mirando a la luna, hoy se encontraba hermosa, llena y brillante, simplemente perfecta.
—¡Estúpida fiesta! ¿Por qué siempre le molesta mi actitud? Quería que la acompañara, ella insistió, si quería a alguien más alegre hubiera esperado a Sam. —La voz de la chica volvió a escucharse y esta vez, si se escuchaba molesta. — Qué me importa si venía el futuro alfa, por mi podría venir el mismísimo presidente que no me importaría.
Resistí las carcajadas, al parecer ella venía a mi bienvenida, era divertido saber que alguien me esperaba con ese ímpetu.
—Oye bonita ¿Tienes hora? — la diversión se apago al oír la nueva voz.
—No.
—Yo creo que si tienes, no te ves como alguien que camina sin un teléfono. Anda, solo dime la hora y me iré.
—¡Que no tengo! Ya deja de molestar y vete.
—¿O qué? ¿Vas a llorar y gritar hasta que vengan a rescatarte? —eso no me gustaba, empecé a caminar, siguiendo las voces.
—Yo creo que como sigas acercándote, quien va a llorar y gritar, vas a ser tú.
—¿La gatita tiene garras?
—No solo las gatas tienen garras, también las lobas.
—Y las perras. Algo que pronto entenderás.
Llegué al lugar donde ambos se encontraban, justo en el momento en que la chica pateaba el pecho del hombre, aprovechando cuando este cayo, para sentarse sobre su pecho.
—¿Qué decías? ¿Qué aprendería a ser perra? —paso una de sus manos por su rostro, pero al observar bien, su mano ya se había convertido en garra.
El hombre se merecía lo que le estaba pasando, pero no podía permitir que ella lo lastimará, iba a tener que intervenir, por más divertido que estuviera.
—¡Quítate maldita loca!
—¿O qué? ¿Vas a llorar y gritar hasta que vengan a rescatarte? —repitió sus palabras, pero a diferencia de él, en ella si se escucharon peligrosas.
No me acerqué mucho, a esta distancia podría hacer algo.
—Déjalo. —ordené y la vi congelarse en su lugar. —Vamos déjalo, ya aprendió su lección.
—No te metas en esto, es algo entre él y yo. —suspiré y sin más remedio caminé hacia ambos.
Lejos de sentirme molesto, me encontraba divertido. Desde aquí se veía como una escena de la película gremlins, aunque claro que ella no era Gizmo, no, ella sin dudas era rayita.
Hubiera conservado la diversión, si no hubiese sido golpeado por una ráfaga de aire. Cerezas, ese fuerte aroma que solo significaba una cosa, esta loca chica era mi compañera.Con mayor decisión llegué hacía ellos, encontrando la escena, en la cual mi compañera lucía de manera escalofriante, mientras una de sus garras cortaba la mejilla del hombre, el cual se encontraba completamente asustado. Podría parecer extraño, pero me encontraba excitado, por fin encontraba a mi compañera, ella estaba loca, pero era mía.
Ella parecía concentrada, solo en hacer sufrir a este hombre, tanto que aún no me había notado. ¿Cómo no se daba cuenta que su compañero estaba en frente de sus narices?
Esto tenía que cambiar, por lo que aclarando mi garganta, me senté frente a ella.—Creí haberte dicho que no te…—entonces lo sintió— ¡No me jodas!
Muy bien, no era la reacción que esperaba, pero tampoco era la situación en la que espere conocerla. De todos los escenarios, esté, nunca había cruzado por mi cabeza.
Por la mirada en su rostro, ella tampoco esperaba encontrarme, de hecho parecía asustada y con ganas de huir. Sonreí y en esa sonrisa le advertía que huir ya no era una opción.—Hola Aysel. —solo esas palabras la hicieron aspirar con fuerza.
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Pocas pulgas
WerewolfLibertad... Laurie Adams había ansiado llegar a la ciudad desde pequeña. Las cortas escapadas que hacia junto a sus padres para visitar a sus abuelos, no eran suficientes para satisfacerla. Pero ahora con dieciocho años recién cumplidos y lista para...