C.12

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Lorenzo





Desde que Uriel se fue al trabajo, me sentí un poco inseguro. Veníamos pasando todo el día juntos y aunque nos la pasábamos discutiendo, se notaba su ausencia aquí.
Él tampoco quería irse, ya que al recibir la llamada desde la empresa, trato de que alguno se hiciera cargo, pero no tuvo éxito y molesto se marchó. Pero antes de irse se encargo de dejar a un hombre para cuidarnos.

Jorge, tendría unos cuarenta y pocos, pero no se había dado aún la oportunidad de preguntárselo. Recto y serio a la hora de realizar su trabajo, pero mientras el tiempo iba pasando, se fue soltando, hasta el punto de convertirse en un parlanchín al igual que yo.
Me habló de su familia, de su esposa y sus tres hijos. Me contó como se conocieron, como debieron pasar diferentes pruebas para estar juntos y como a día de hoy ese amor entre ambos aún perduraba.

Era algo digno de valorar, hoy en día las relaciones estaban muy sobrevaloradas, no era común verse relaciones de más de diez años. Yo no me veía en una relación tan larga, nunca duré más de unos cuantos meses.
Me gustaría poder llegar a tener una relación tan duradera, tan solida, algún día. Pero, no sabia si sería capaz de conseguirlo.

También hablamos acerca de como se sentía en “Dollson” la empresa de seguridad de Uriel. Por lo que llegue a entender, el nombre surgió de la sociedad de los hermanos Doll y él, Uriel Harrison.
Pude entender un poco como se manejaban, Uriel era más administrativo, mientras Gael era un agente de campo.

—En un principio eran tres los socios, los gemelos, se la pasaban aceptando clientes. Aryeh era más centrado, se caracterizaba por siempre mostrarse serio y profesional, solo podías verlo sonreír y bromear cuando Samara estaba cerca, aunque con ella siempre lograbas divertirte. Pero una vez que ella terminó sus estudios, decidieron volver a su pueblo natal. —al parecer no era tan profesional, si se fue y abandonó a su hermano y a su amigo a su suerte.  —Gael es lo contrario a él. Siempre haciendo bromas, actuando como un niño necesitado de atención. Pero a pesar de todas las locuras, se hizo querer. Desde que se fue para proteger a su última cliente, todo el trabajo recayó en Uriel y si antes era difícil que tuviera una vida, ahora es algo imposible.

—Es como si nunca se relajará, ¿Qué anda mal con él? —pregunté recordando que siempre estaba serio.

—Es su personalidad. Yo podría preguntarte a ti, la razón por la que pareces alocado.

A veces era mejor ser alocado y no un gruñón, pero prefería mantenerlo para mi ya que Jorge siempre se pondría del lado de su jefe.
Pero lo peor es que aunque mi personalidad chocaba con la de Uriel, me sentía atraído por él. No era la primera vez que sucedía esto, soy una persona un poco, o tal vez demasiado, liberal y considero que la vida es una y hay que vivirla con todo y sin miedo a arrepentirnos por hacer o no algo.

En mi época universitaria, había tenido un pequeño affaire con uno de mis compañeros. Fue algo que no duro mucho, pero que dejo buenos recuerdos.
Sin embargo, la atracción que sentía por aquel joven, no era nada en comparación con la que siento por Uriel. 

También creía ver interés de su parte, pero aún no estaba tan seguro, por lo que no había hecho ningún movimiento.
¿Qué tal si me acerco y se molesta? ¿Qué si solo malinterprete su preocupación? No, ahora debía seguir aferrándome a lo que podía obtener de él y eso era una rara amistad, algo fría y seca, con protección para mi hija y para mi .

Si en algún momento todo este maldito lio se solucionaba y lograba salir con vida, intentaría comprobar si me equivocaba o no. Pero por ahora tenía que priorizar la vida de mi hija.

—¿Y qué con sus relaciones? Desde que estoy aquí no lo he visto con nadie. —tal vez él podría darme algo de información, ya que de Laurie no había conseguido mucho.

—Nunca lo he visto con nadie y trabajo hace años con él. Supongo que es bastante reservado con su vida privada.

—Ya veo. —nuevamente no conseguía una respuesta que me sirviera.

Pero para el momento en el que Uriel llegó, ya tenía bastante información sobre él y sobre Gael. Aunque fueran lobos, ellos eran de los que estaban ayudándonos, o eso parecía.
Gael, hablando de él, Rubí había dejado escapar que estaba intentando una relación con él y aunque me alegraba por ella, no podía evitar sentir cierto grado de preocupación.

Tenía que conseguir verla, comprobar con mis propios ojos que se encontrará bien y no me estuviera engañando.

—¡Voy a matar al imbécil de Gael! —gruñó Uriel tomando su teléfono.

—¿Qué paso? —no se ni porque pregunté, ya que no me dio ni siquiera una mirada. Solo procedió a caminar hacía la cocina y gritarle al aparato. 

En lo que él discutía con su socio y amigo, caminé hacia el cuarto y comprobé que Azul siguiera durmiendo. Seguía sorprendiéndome lo tranquila que era, lloraba poco, se distraía con cualquier dibujo o juguete y deseaba que siguiera así mientras crecía.
Para cuando Uriel terminó de hablar con Gael caminó hacia donde me encontraba y me miro con cara de muy pocos amigos.

—Rubí renunció, ¿Sabes lo que eso significa? —demonios, no me había dicho nada de eso.

—Al parecer ahora estoy desempleado. Sin ella en la revista Ángela no tardará en patear mi trasero fuera, pero no es tan malo, necesitaba un cambio. —preferí restarle importancia, ya que entre todos mis problemas este era el menor.

—Que bueno que lo tomes como si no fuera algo importante, pero yo no puedo hacerlo. Estoy recibiendo llamadas de ella desde hace tres horas y en todas suena más molesta que en la anterior, no ayuda que Rubí no le devuelva las llamadas.

—Me parece bien, durante estos años Rubí ha conseguido buenas noticias, ha hecho que esa revista desvalorada creciera y nunca recibió el reconocimiento que merecía. Si me preguntas, es un buen escarmiento para esa harpía.

—Pero soy quien debe soportar los gritos de la loca de su jefa. —Lo vi frotar su rostro con fuerza, antes de gruñir. —Estoy cansado de tener que aguantar la mierda por las cosas que hacen los demás. Me voy a bañar y lo mejor es apagar el teléfono.

Lo vi caminar hacia el baño y suspiré, definitivamente no podía hacer un movimiento si se cargaba este maldito humor.


Pocas pulgas    Donde viven las historias. Descúbrelo ahora